METAKINEMA | Revista de Cine e Historia | |||||||||||||
|
|||||||||||||
TRADICIÓN, MODERNIDAD Y ENFERMEDADES: Tradition, modernity and diseases: Francisco J. Rodríguez Muñoz Recibido el 21 de Septiembre de 2010
Resumen. La imagen de los vampiros ha ido evolucionando con los tiempos y ha reflejado diferentes perspectivas culturales. Estos sistemas iconográficos y todos los cambios que suponen han sido consolidados en la literatura y el cine. Actualmente, este nuevo icono concilia, desde Estados Unidos, tres conceptos insólitos: belleza, bondad y enfermedad. Un aspecto llamativo es, precisamente, la manifestación de algunas patologías que se asocian al nuevo modelo vampírico y, por otro lado, el impacto de este icono en la naturaleza humana. Además, el vampiro contemporáneo está originando un estilo de vida completamente innovador que refleja una evidente transición en su configuración tradicional. Abstract. The image of the vampires has evolved with the times and it has reflected different cultural perspectives. These iconographic systems and all the changes they involve have been consolidated in Literature and Cinema. Nowadays, this new icon reconciles, from United States, three unusual concepts: beauty, goodness and disease. A striking aspect lies, precisely, in the development of some pathologies associated to the new vampire model and, on the other hand, the impact of this icon in the human nature. Furthermore, the contemporary vampire is creating a whole new way of life which reflects a clear transition in his traditional configuration.
NOTAS PRELIMINARES El viaje del vampiro a lo largo y ancho de la geografía terrestre ya encuentra sus orígenes en la Antigua China, con los Jiang Shi, y en el Sur de Asia, con la diosa hindú Kālī. Desde allí o tal vez desde algún lugar de Grecia, atravesando la ruta de la seda, esta clase peculiar de fantasma de persona muerta incapaz de proyectar sombra alguna o de reflejarse ante un espejo, a veces volador y cambiante, esta criatura, en fin peligrosa, llega a los países eslavos, para detenerse en Transilvania y poseer a Vlad Dracul ya en el siglo XV. Asistimos al nacimiento de Drácula, hijo del Dragón (emblema del rey), que se torna inmortal con Bram Stoker en la también inmortal obra que escribe el año de 1897. Sin embargo, el viaje del no-muerto hace escala en Europa donde se apropia, entre otras cosas, de una belleza cinematográfica a veces extrema (por ejemplo, en la novela Confesiones de un vampiro escrita en 1973 por Anne Rice o en la película inspirada en esta obra, Entrevista con el vampiro, dirigida por Neil Jordan) y la seducción se convierte en su más fiel compañera. Es aquí donde esta encarnación del mal adopta otros puntos de vista (mal = bello) y desde donde se exporta esta imagen hasta llegar a aclimatarse en distintos puntos de Norteamérica. Ahora, particularmente en Estados Unidos, acudimos a una reconstrucción arquetípica de aquel nosferatu primitivo. El mal sigue asociándose al concepto de belleza, pero en esta transición iconográfica se insiste en la paradoja upirológica de que no todo lo malo es bello ni todo lo bello es malo. Nace, por tanto, una nueva imagen del vampiro que puede convivir con los mortales, enamorarse y no necesariamente alimentarse de sangre humana. Un vampiro que, por diferentes medios, es aún capaz de vivir bajo el Sol. Este es el arquetipo vampírico que se reproduce en series televisivas estadounidenses de reciente aparición como True blood [Sangre Fresca] (2008), basada en la serie de novelas escritas por Charlaine Harris, Southern Vampire Mysteries [Vampiros sureños], creada y producida por Alan Ball, o The vampire diaries [Crónicas vampíricas] (2009), inspirada en las novelas de L. J. Smith. Ejemplos cinematográficos son la saga Twilight [Crepúsculo] (2008-), escrita por Stephenie Meyer y dirigida por Catherine Hardwicke. Paralelamente, pero desde otras perspectivas, el tema del vampiro se retoma en Europa con películas como la sueca Let the right one in [Déjame entrar] (2008), dirigida por Tomas Alfredson y basada en la novela del mismo nombre escrita por John Ajvide Lindqvist. Aunque no trate específicamente de vampiros, este el tópico latente en Eskalofrío (2008), del director español Isidro Ortiz. Esta nueva e incipiente forma de vampiro irradiada desde Estados Unidos al resto del Globo es encarnada por los personajes Bill Compton en True blood, Stefan Salvatore en The vampire diaries o el famoso Edward Cullen en The Twilight Saga. Todos ellos comparten la, en su caso contranatural, inclinación a hacer el bien y convivir en armonía con el resto de los mortales. Para ello, tendrán que privarse de consumir sangre humana y sobrevivir del líquido animal. Sacrificio que inevitablemente repercute en la merma de sus tan característicos poderes sobrenaturales. Estos vampiros tienen sentimientos positivos hacia los humanos, por encima de la compasión se sitúa el amor. Todos tienen en común el haberse enamorado de una mortal (Sookie Stackhouse, Elena Gilbert y Bella, respectivamente). Además del atributo de la belleza, estas acompañantes humanas del que hasta ahora era el señor de la noche por antonomasia suelen ser inmunes a los poderes del no-muerto y poseer otros dones (por ejemplo, la telepatía en el caso de Sookie, incapaz de leer la mente de los vampiros, pero conocedora de los pensamientos más profundos de los mortales). Este nuevo tipo vampírico conserva algunos de los poderes sobrenaturales que el folklore popular ya se había encargado de asignarle: son extremadamente fuertes y veloces, básicamente inmortales. Son capaces de hipnotizar y ejercer su influjo sobre los humanos, anulando la voluntad de éstos cuando los miran a los ojos intensa y fijamente, perdiendo el control, entrando en un estado de trance total, completamente sometidos a la voluntad del no-muerto (es lo que se denomina telebulia). Sin embargo, este vampiro vuelve a ligarse a la vida y, a pesar de sus habilidades regenerativas, son varias las enfermedades con las que se asocia. En la mayoría de los casos, se trata de enfermedades raras, aquellas que según la Organización Mundial de la Salud tienen una prevalencia inferior a 5 por cada 10.000 habitantes. LAS ENFERMEDADES DEL VAMPIRO Las enfermedades más fisiológicas del vampiro y la sintomatología que las acompaña pueden concretarse en afecciones relacionadas con la piel y la sangre. En un segundo nivel, pueden colocarse las alergias asociadas al vampirismo, muchas de ellas sobradamente difundidas por la tradición popular. Una de las primeras descripciones que leemos sobre el conde Drácula en la obra de Stoker dice: El conde estaba allí, pero era como si hubiese rejuvenecido; porque su cabello blanco y el pelo de su bigote habían adquirido un color acerado oscuro; tenía las mejillas más llenas, y en su blanca piel afloraba una coloración sonrosada; la boca era más roja que nunca, y en los labios tenía unas gotas de sangre fresca que se le habían corrido por las comisuras, hasta la barbilla y el cuello. Incluso los ojos oscuros y ardientes parecían rodeados de una carne hinchada, ya que se le habían abultado los párpados y las bolsas de debajo. Era, en una palabra, como si ese ser espantoso estuviese atiborrado de sangre; yacía como una repulsiva sanguijuela exhausta de saciedad (2009: 84). Se perfilan aquí síntomas pseudopatológicos originados por la hematofagia del vampiro, esto es, su necesidad vital por alimentarse de sangre. Llama la atención que, en el reino animal, esta clase de ectoparásitos (las hembras de mosquito, las garrapatas, las pulgas, los piojos, los chinches, las sanguijuelas, los murciélagos Desmodontinae) sean portadores de enfermedades graves e infecciosas como la malaria, la tripanosomiasis o enfermedad del sueño, la enfermedad de Lyme, caracterizada por cambios en la piel, o la leishmaniasis que, entre otras manifestaciones clínicas, incluye las úlceras cutáneas. Más amplio es el espectro (donde también se encuentra el murciélago vampiro) de animales propagadores de la rabia, otra enfermedad infecciosa y viral que en otros estudios ya ha quedado vinculada al vampirismo (Gómez Alonso 1995; Gómez Tabanera 1996). Los vampiros, por su parte, son representados como vectores de un virus paradójico que otorga al huésped una fuerza física y facultades mentales sobrenaturales, en definitiva la inmortalidad; pero que también conlleva alergias agudas y patologías asociadas: Según la versión políticamente correcta, la que los propios vampiros respaldan en público, este chico era víctima de un virus que le había dejado aparentemente muerto durante un par de días y, desde entonces, alérgico a la luz del sol, a la plata y al ajo. Los pormenores dependían del periódico que leyeses: todos estaban repletos de información sobre vampiros en aquel momento (Harris Muerto, 2009: 8-9). Las alergias a metales son frecuentes, incluso, entre los seres humanos. Algunos de los síntomas que llevan aparejados están nuevamente relacionados con la piel. El más común, una formación de tipo eccematoso en el lugar con el que entran en contacto. En el caso particular de los vampiros, en algunas ocasiones pueden manifestarse de forma más aguda: “Descubrí horrorizada que le salían pequeñas columnas de humo de las muñecas, justo donde la plata rozaba su piel” (Harris Muerto, 2009:18). La mayoría de las referencias modernas están también de acuerdo en que el licántropo está emparentado genéticamente con el vampiro. Además de esto, estas nuevas versiones contemplan la posibilidad de que el hombre lobo pueda ser abatido con balas de plata. Ejemplos recientemente aparecidos en la escena cinematográfica son los de la saga Underworld (2003-). Tampoco son infrecuentes las alergias a determinados comestibles o familias de alimentos entre los mortales. Sí es cierto que el ajo suele ser condicionante de pirosis u otros problemas gástricos antes que de alergias. No obstante, además de este tipo de intolerancia gástrica o indigestión, los casos de alergia al ajo cursan a menudo con hinchazones o erupciones cutáneas. Sin embargo, más que de una alergia estaríamos tratando de una fobia alimentaria específica al ajo, ya que las intolerancias del vampiro tradicional y moderno a la comida y la bebida son una constante. Tanto es así, que el vampiro moderno no puede nutrirse de ningún alimento distinto a la sangre humana, animal o, en algún caso, sintética (ejemplo de ello es True blood, marca de sangre artificial que responde a los distintos grupos sanguíneos del humano, pero que, al parecer, no tiene el mismo sabor ni otorga la misma fortaleza al no-muerto); en ocasiones, otra excepción puede ser el vino, pero esta bebida nunca es suficiente para mantener con ¿vida? al vampiro. En caso de ingerir algo diferente, el efecto es normalmente el vómito (así se observa en alguna de las escenas de Jennifer’s Body [El cuerpo de Jennifer, en España; Diabólica Tentación, en Hispanoamérica], estrenada en 2009). En el largometraje titulado Daybreakers (2010), los hermanos Spierig plantean la extinción del ser humano a partir de una plaga por la cual toda la especie acaba transformada en vampiro. Llegado el momento en que las reservas de sangre humana son insuficientes y los vampiros deben alimentarse de su propia sangre (a modo de caníbales), los efectos resultan devastadores para su organismo, dando lugar a una mutación monstruosa más cercana al nosferatu que al vampiro seductor. Más anecdóticas y menos generalizables son otros tipos de fobias, por ejemplo, a la verbena o ciertos amuletos mágicos (por ejemplo, en The vampire diaries)que anulan el influjo del no-muerto sobre los mortales. La estaca y las balas de madera siguen siendo motivos que se reproducen, aunque en menor medida, dentro de las herramientas letales para el vampiro. De hecho, muchas de estas armas solo consiguen paralizarlos o bloquearlos, pero no acabar con ellos: Un vampiro drenado no duraba mucho por término medio. Empalados o abandonados al aire libre, a los vampiros solo les quedaba esperar a que amaneciera para convertirse en inopinados protagonistas de Se ha escrito un crimen (Harris Muerto, 2009:14). Para los vampiros sureños de True blood, además, la cruz o el agua bendita pertenecen a la mitología popular y a la leyenda urbana, ya que no les generan ningún tipo de debilitación o daño físico, a diferencia de la imagen del nosferatu tradicional. En algún caso, también los vampiros modernos pueden ver su imagen reflejada ante el espejo. La fotosensibilidad, sobre la que más tarde trataremos, se explica por una respuesta exagerada de la piel a la exposición de los rayos ultravioleta, manifestándose por medio de quemaduras o lesiones cutáneas de distinto tipo. El Sol ha sido, sin duda, el mayor enemigo del vampiro tradicional y, en algunos casos, del contemporáneo. La exposición inmediata o prolongada a la luz del día por parte de esta criatura típicamente nocturna ha sido con frecuencia su principal causa de muerte. Además, las fobias al ajo y la fotosensibilidad encuentran algunas implicaciones en cuanto a que los ajos parecen contener sustancias químicas que pueden provocar que los efectos de la luz se intensifiquen, agravando esta otra alergia a los rayos ultravioleta del Sol. En este sentido, se observa un cambio sustancial en el tratamiento iconográfico del vampiro, por ejemplo en la famosa saga de Crepúsculo (2008-). Aquí, los Cullen habitan en la península Olympic (Washington), cerca de un pueblecito llamado Forks. Su lugar de residencia está determinado por las características climatológicas, es uno de los lugares menos soleados del Planeta y esto les permite poder salir al exterior durante el día. En cualquier caso, el contacto inmediato con el Sol hace desprender de estos un fulgor particular que puede acabar por volatilizarlos en caso de que la exposición se prolongue en el tiempo. Lo mismo le ocurre a Mick St. John, el vampiro y detective privado de Los Ángeles en la serie estadounidense Moonlight (2007-) que puede caminar bajo la luz del día con la protección de unas gafas de sol. Estos vampiros, como Stefan Salvatore en The vampire diaries, comparten unas reglas cívicas muy estrictas sobre la manera de alimentarse de sangre. En este último caso, los Salvatore son inmunes a la también para ellos nociva luz solar solo si llevan encima un elemento mágico, un anillo familiar que los protege de las radiaciones ultravioleta naturales. Enlazando con otro documento audiovisual, ahora procedente de la reciente filmografía española, en Eskalofrío (2008) queda representada en Santi, el protagonista, una enfermedad rara como la xerodermia pigmentosa (XP) que muestra una marcada tendencia a desarrollar cáncer de piel como consecuencia de las exposiciones solares. De este modo, el filme, surgido del guión original de Antonio Trashorras y David Muñoz titulado Sangre en el que un joven con alergia a la luz solar cree ser vampiro y acaba por conocer a auténticos vampiros, incorpora tópicos procedentes de la tradición upirológica y antropofágica, instaurando un clima cargado de elementos vampíricos enmarcados todos en el contexto de un pueblo perdido al que se traslada el protagonista con su madre y donde las horas de Sol se ven considerablemente reducidas, debido a su escondida ubicación.
Dentro de esta nómina de afecciones de baja prevalencia que podemos atribuir al vampiro tradicional, la pelagra, enfermedad de la piel agria (it. pelle agra)o enfermedad de las tres des (dermatitis, diarrea y demencia) está causada por una dieta precaria (por ejemplo, a partir de la expansión del maíz desde el Nuevo Mundo que, gracias a su bajo precio y su alto valor energético y proteico, se convirtió en alimento básico para la gente con pocos recursos económicos en zonas principalmente rurales) o por la insuficiencia orgánica en la absorción de la niacina (vitamina B3) o el aminoácido triptófano.La propagación de esta patología en el siglo XVIII y algunos de sus síntomas clínicos más comunes (hipersensibilidad a la luz solar, insomnio, agresividad, ansiedad, delirio) pudieron alimentar el imaginario popular y las leyendas europeas sobre vampiros en esta época. Las porfirias, un grupo heterogéneo de enfermedades metabólicas originadas por la deficiencia de las enzimas que intervienen en la síntesis del grupo hemo (componente de la hemoglobina y parte esencial de los glóbulos rojos), también se han considerado enfermedades vampíricas. Las profirinas, compuestos químicos acumulados en la piel y los huesos, sufren reacciones químicas por acción de la luz, destruyendo tejidos cutáneos y óseos. En el proceso también se produce anemia, provocando palidez y, en fases avanzadas, cierto aspecto cadavérico. En definitiva, muchos de los rasgos que se le atribuyen al antiguo vampiro, más en la línea del Nosferatuo el propio Drácula.
Íntimamente en relación con la palidez cutánea del vampiro, la fotosensibilidad y la fotofobia, se encuentra otra enfermedad poco prevalente como es el albinismo. A pesar de que son varios los tipos que también existen de esta patología, se manifiesta principalmente por la falta de pigmentación melanínica en piel, pelo y ojos. En menor medida e indirectamente asociada al vampiro, la aniridia o ausencia clínica del iris es otra enfermedad rara que se asocia inevitablemente con los daños oculares que causa en estos pacientes la luz solar. El detective de Moonlight (2007-), Mick St. John, o el propio Blade (1998-) tendrán que llevar gafas de sol para protegerse de los daños que pueda provocarles la luz. Estas gafas se han convertido, en muchos casos, en uno de los complementos estéticos más recurridos que acompañan en sus hazañas al vampiro moderno. La haemolacria, popularmente conocida como lágrimas de sangre, es un síntoma poco común que coexiste con algunas enfermedades de baja incidencia. Llorar sangre es, precisamente, lo que hace el vampiro moderno cuando experimenta los sentimientos de angustia, pena, desesperación o desamor. Esto es lo que descubre Sookie Stackhouse en Vivir y morir en Dallas (Harris 2009): “¡es cierto que los vampiros lloran lágrimas sangrientas!”, exclama sorprendida la protagonista en algún momento del discurso. Sin embargo, según esta: […] Bill no tiene ningún virus. La condición de vampiro no se limita a padecer cierta alergia a la plata, o al ajo, o al sol… Eso solo es basura que esparcen los vampiros, propaganda, se podría llamar. Así pueden ser aceptados con más facilidad, como víctimas de una terrible enfermedad. Pero en realidad son… En realidad, están… (Harris Muerto, 2009:331). Es un hecho incuestionable la enorme repercusión que ha suscitado el mito del vampiro en numerosas culturas desde la Antigüedad hasta la más inmediata contemporaneidad. Merece la pena comentar aquí algunas de las consecuencias que, a nivel psicológico, ha tenido y está teniendo el icono del vampiro sobre el ser humano mortal. Contamos con precedentes relevantes de otros tiempos a los que se han atribuido conductas vampíricas como la hematofagia. El caso de Jesucristo y los primitivos cristianos no deja lugar a dudas: “tomad y comed todos de él, porque este es mi cuerpo […], tomad y bebed todos de ella, esta es mi sangre”, práctica antropofágica que muy tempranamente se relacionó con estas comunidades; la inmortalidad de la carne o la vida eterna. En los Nibelungos, los guerreros de Hagen beben la sangre de los cadáveres repartidos por la sala en la que se encuentran atrapados por la reina Crimilda para reponerse físicamente. La sangre es aquí portadora de vida. Pero la sangre también se ha tomado como remedio de incurables enfermedades y elixir de la longevidad y la eterna juventud, así la utilizaron Gilles de Rais (1404-1440) y la condesa Báthory (1560-1614), los dos criminales sádicos más famosos de la historia. Otro ejemplo más de hematofagia fue Peter Kürten, el terrible vampiro de Dusseldorf, llevado a la gran pantalla primeramente por Fritz Lang el año 1931. Sus últimas palabras fueron: “no pueden entenderme” (Gordon 1987).
También de adicción a la sangre, según se ha rumoreado, parecían estar teñidos los horribles asesinatos de Enriqueta Martí, conocida como la vampira de Barcelona, hacia 1912. Se dice, incluso, que esta criminal determinó suicidarse frustradamente y en repetidas ocasiones propinándose mordiscos en las venas de sus muñecas, recibiendo finalmente una paliza mortal a manos de sus compañeros de prisión o, según otras versiones, habiendo sido envenenada previamente (Arries, en línea).
Dentro del vampirismo científico se han descrito varias clases, entre las que cabría destacar, por un lado, el vampirismo completo, aquel que incluye prácticas necrofílicas, necrosádicas y hematófagas, esto es, la atracción incontrolable por los muertos y por beber su sangre. Por otro lado, el autovampirismo incluye casos igualmente psicóticos, pero la sangre se convierte generalmente en objetivo de veneración por motivos eróticos de excitación sexual (es el caso del vampiro de Dusseldorf). Son varias las comunidades secretas (o clanes) que han surgido en los últimos tiempos a la sombra de esta forma de vampirismo patológico y varios los supuestos vampiros que andan sueltos por nuestra moderna sociedad. Una prueba más de que el mito supera a veces a la propia realidad. REFLEXIONES FINALES En este breve recorrido, el vampiro ha ido aproximándose cada vez más a la naturaleza humana y el ser humano a la naturaleza vampírica. Los no-muertos pueden practicar sexo desenfrenado con los mortales, incluso ya aparecen vampiros homosexuales (como Lafayette y otros personajes secundarios en la saga de Vampiros sureños), son capaces además de reproducirse y tener descendencia con los humanos en determinadas condiciones. También en Vampiros sureños, la sangre del vampiro pasa a ser consumida por hombres y mujeres mortales como una droga ilegal más con la que se comercializa y trafica (el zumo V). Esta confiere facultades sobrenaturales físicas y mentales a aquel que la prueba: fortaleza física, distorsiones en la percepción sensorial, excitación sexual, sinestesia o alucinaciones son algunos de los efectos psicodélicos y lisérgicos que produce comúnmente: Se decía que la sangre de vampiro genuina y sin diluir aliviaba de forma temporal los síntomas de cualquier enfermedad y aumentaba la potencia sexual –como un todo en uno de cortisona y Viagra–, por lo que se había desarrollado un inmenso mercado en torno a ella (Harris Muerto, 2009:13). Los centenares de proyectos cinematográficos (Peña 2000), desde el Nosferatu de Murnau (1922), primera adaptación de Drácula al cine, hasta nuestros días, revelan una evolución más que considerable del icono del vampiro, dando lugar a prosopopeyas y etopeyas cambiantes de acuerdo con el contexto histórico de cada momento. Actualmente, el inmortal vampiro aparece modificado por algunos rasgos o culturemas exportados principalmente del cine y las series televisivas estadounidenses.
Este nuevo nosferatu conserva aún las características esenciales que lo han definido desde sus orígenes. Sin embargo, las malas intenciones de los no-muertos y su invisibilidad en las sombras parecen tornarse en un afán por integrarse en el mundo de los humanos y conseguir visibilidad. Añadimos aquí algunos matices al mito del vampiro: “don Juan, bondadoso y enfermo” a la vez. En otras palabras, “lo bello y lo bueno” encajan con el concepto de “enfermedad” (en gran medida condicionada por la determinación de humanizarse y desenmascararse ante los mortales) en esta nueva visión del vampiro. Así, a principios del siglo XX veíamos monstruos y hoy los percibimos como seres extremadamente bellos, sensuales y, muchas veces, con honrosas intenciones. Por aquel icono en proceso de evolución, la cultura gótica empezó a inclinarse en la década de los 80, haciendo de lo oscuro su principal seña de identidad. Un estilo de vida alternativo fascinado por la estética extravagante que en absoluto podemos identificar con las prácticas vampíricas de tipo patológico. Esas otras formas de vampirismo, las psicóticas, son en cambio una muestra más de cómo la realidad puede superar a la ficción en sociedades como la nuestra (Courau 2008).
FILMOGRAFÍA BALL A. (dir.), True blood, Alan Ball / Home Box Office (HBO), 2008. ALFREDSON T. (dir.), Let the right one in, EFTI, The Chimney Pot, Fido Film AB, Filmpool Nord, Ljudligan, Sandrew Metronome Sverige AB, Sveriges Television (SVT), WAG, 2008.
ISSN 1988-8848
|
|||||||||||||