METAKINEMA | Revista de Cine e Historia | |||||||||||||
|
|||||||||||||
HIPATIA DE ALEJANDRÍA. Hipatia of Alexandria. Lcdo. Antonio Aguilera Vita Escritor, traductor y profesor de griego Recibido el 15 de Septiembre de 2010
Resumen. Ágora de Alejandro Amenábar, al margen de sus indudables méritos cinematográficos, contiene, al parecer del autor, un innegable valor didáctico, en el momento en que es un film que enseña entreteniendo. Esa didáctica se manifiesta en tres aspectos: ético, filosófico-científico e histórico. Desde esos campos, gracias a la fidelidad a las fuentes más antiguas sobre la figura de Hipatia, así como a una cuidada utilización de las licencias históricas, nos propone un acercamiento fidedigno, no exento de legítimas propuestas personales, a una época desconocida por el gran público, poco tratada por el cine y deliberadamente descuidada por los temarios de estudios oficiales. Abstract. Agora by Alejandro Amenábar’s has not only undoubtable cinematographic merits, but also an undeniable didactic importance. It is a film that teaches and amuses at the same time. The didactic value of the movie can be discussed under three main perspectives: ethical, philosophical-and-scientific and historical. Faithfully based on ancient sources and thanks to a careful use of extended metaphoric interpretations of historical information, the film proposes a reliable portrait of a lesser-known period, not frequently proposed by cinema and deliberately neglected by institutional teaching curricula.
1. Como no es infrecuente en nuestro país, tras el estreno de cada nueva película de nuestros directores más internacionales, nuestra excelsa crítica cinematográfica suele mostrarse escéptica, cuando no manifiestamente hostil. Es el caso de Ágora de Alejandro Amenábar, recibida con cierta frialdad. Como no es ésta, afortunadamente, una revista de cine, quisiera lanzar un capote en favor de la misma, dejando sentadas varias premisas en cuanto a lo que, a mi humilde (es una forma de hablar) entender, supone su puro valor fílmico, que no es poco. 2. ¿Por qué no la considero una obra redonda (que no significa que no sea una buena película)? Porque al margen de que la gran superproducción descubre con mucha sutilidad a ratos que no lo es tanto (de hecho el supuesto gran presupuesto de la película es la mitad de lo que en su día se invirtió en Gladiator, película efectista y vacía donde las haya), cosa que, en cualquier caso, la maestría de Amenábar lo disimula muy bien, la forma de hilvanar las dos partes de la historia es demasiado fácil a golpe de Google Earth, así como la relación temporal entre ambas. Brevemente. El argumento tiene dos partes bien diferenciadas, dos épocas de la vida de Hipatia, y de la ciudad de Alejandría, la época de su magisterio, en pleno florecimiento, dejando abierto, con muy buen criterio, si este se produce en el Serapio como entidad pública o si se trata de unas clases particulares (suele ser la tesis más aceptada, cuando se leen con cierta precisión las fuentes). En esa primera parte se gestan los conatos de intolerancia fomentados claramente por los sacerdotes del culto a Serapis, que comienzan a ver mermada su influencia ante la expansión del cristianismo. Un cristianismo que se ha vuelto, por otro lado, provocador, gracias a su popularidad, una vez reconocido y legalizado, con la ayuda de una serie de profetas demagogos que tratan de tomar posiciones en la sociedad tras siglos de persecución. Tras estos hechos, considerados históricos y bien documentados, la película da un salto temporal a una época de tensa convivencia, que parece que fue la tónica en la ciudad en los inicios del siglo V, por la presencia en ella de una serie de obispos especialmente belicosos que trataban de asentar y asegurar bien sus posiciones de poder ante los nuevos conversos de clase alta, pero también, y quizá esto que no aparece en la película es interesante para comprender la posición del obispo Cirilo, para afirmar sus posiciones frente a la jerarquía cristiana de otras diócesis que pugnaban por una máxima influencia respecto al poder imperial, tanto en Constantinopla como en Roma, ambas ciudades, no más importantes que Alejandría en cuanto a peso económico y político, pero también demográfico, en el imperio, pero que se arrogaban una historia más apegada tanto al centro imperial como a la propia historia del cristianismo que ella, en cierto modo poco a poco marginada de dichos centros. A lo dicho habría que añadir el componente de las sectas y herejías cristianas que se asientan por todo el norte de África y Oriente Medio, zona de evidente influencia alejandrina. En esta época aún más convulsa, a pesar de la aparente convivencia pacífica de las religiones del imperio, la vida de Hipatia se centra en sus investigaciones matemáticas, pero sobre todo astronómicas, y su influencia en la política de la ciudad, cada vez más cuestionada por las nuevas autoridades eclesiásticas, gracias a su amistad con el prefecto Orestes, antiguo alumno suyo. Pero a su vez, las convulsiones sociales la hacen encerrarse en su mundo filosófico y científico y le conducirá finalmente a su muerte a manos de unos exaltados parabolanos. En la película, sin embargo, a pesar del salto temporal, a pesar de esa especie de decadencia otoñal en las relaciones entre los personajes principales, Orestes el prefecto, Sinesio el obispo, también antiguo alumno, e Hipatia, la edad física de los personajes es la misma. ¿Por qué Amenábar ha querido conservar la imagen de una Hipatia joven a lo largo de toda su vida? Las fuentes sobre la vida de la filósofa hacen oscilar la edad de su asesinato entre los 45 y los 60 años de edad. Quizá haya sido una manera de mantener esa incertidumbre el mantener a Hipatia siempre bajo la imagen de una treintañera. En cualquier caso es una opción de la dirección respetable, que personalmente me parece desconcertante. 3. Como he ido desgranando en el apartado anterior, la base histórica, dentro de lo que pueden considerarse históricas las fuentes que hablan sobre Hipatia (esa mezcla de leyenda y épica en que se convierten las biografías de tradición griega, que merecerían una reflexión especial) ha sido respetada escrupulosamente, pese a ciertas críticas que he leído en algunos medios, y cuando digo “escrupulosamente”, se verá pronto hasta qué punto es matizable. Por supuesto, se ha permitido algunas licencias por dos motivos principales: la simplificación de la exposición de la historia a una forma narrativa clara y la incorporación de determinadas anécdotas transmitidas a un número de personajes para que no se difumine la trama. Otro tipo de licencia histórica nos llevaría a un tercer motivo: la fantasía propia al reconstruir una obra no conservada, la de Hipatia, quizá el más interesante y que será objeto de siguiente punto de mi propuesta, la calificación de la película como “didáctica”. Las fuentes que conservamos sobre la vida y la obra de Hipatia no son especialmente abundantes y se reducen a referencias de autores, en su mayoría cristianos, que relatan su muerte como ejemplo de lo que precisamente el cristianismo no debe volver a hacer jamás, responsabilizando al obispo Cirilo directamente de instigar su horrible asesinato (salvo la referencia tardía de Juan de Nikiû que la consideraba una bruja). Excepción hecha son, evidentemente, las cartas del obispo Sinesio de Cirene, un antiguo alumno suyo, que hasta el final de su vida la considera y llama “madre, maestra, hermana”, aunque, y esa es una de las licencias históricas en la película (en este caso, en favor de la acción dramática y la unidad de la trama), morirá dos años antes que la filósofa. Aparte de él, la referencia más cercana a los hechos es de Sócrates Escolástico, historiador de la iglesia prácticamente contemporáneo de ella, informado directamente por obispos procedentes de Alejandría tras la muerte de la filósofa, escandalizados por la actitud de Cirilo. Luego, el filósofo pagano Damascio, pero también historiadores cristianos como Malalás o Juan de Éfeso, relatan el acontecimiento, siempre como un ejemplo de acciones contrarias al espíritu cristiano. Y finalmente, la magna enciclopedia bizantina, la Suda, recoge varias anécdotas de su vida (y alguna incongruencia respecto a otras fuentes, como que estaba casada con un filósofo) siguiendo a Damascio. A pesar de la literatura posterior que ha habido en torno al personaje, retomado a partir del siglo XVIII y más tarde en el Romanticismo con una vena claramente anticlerical, Amenábar ha sabido, y eso es un punto a su favor, centrar un argumento basado en las fuentes más antiguas y crear con ello un canto contra la intolerancia religiosa de cualquier signo. Es, a mi parecer, el mayor valor de Ágora. Es lo que hace asumir sus licencias históricas en favor de la sencillez de un argumento claro con una finalidad loable. Es lo que hace perdonar esas licencias temporales, y por supuesto, las más “graves licencias científicas”. Ágora es una película didáctica como pocas en el cine español. Con pátina de gran producción (deslucida a veces) y rodaje en inglés, se nos revela un film de una sencillez apabullante que enseña sin pretenderlo, y eso es un mérito a tener muy en cuenta. 4. La didáctica de Ágora nos abre tres frentes, que a la vez son tres disciplinas: la ética, la ciencia-filosofía y la historia. Por una vez, y sin que sirva de precedente, me gustaría enfocar este acercamiento a la película por sus posibilidades de utilización en un aula, sea del tipo que sea, aun en un aula imaginaria. En cualesquiera de los casos, la película tiene elementos a destacar y de los que aprender.
FILOSOFÍA. La segunda vertiente didáctica no es menos problemática, pero sí mucho más clara y precisa a mi entender. Se cometen en la película una serie de incongruencias respecto a la historia conocida de la ciencia que, sin embargo, no dejan de tener su sentido y de ser susceptibles de justificación en el film. Partimos de la base, como ya hemos argumentado, de que no se conserva obra escrita alguna de Hipatia, ninguno de sus comentarios ni al Almagesto de Ptolomeo, ni a las cónicas de Apolonio de Perga (considerada su obra más influyente), ni a la aritmética de Diofanto. Partimos de la base de que toda la segunda parte de la película, cuando se centra en sus estudios astronómicos principalmente, desarrolla la última parte de su vida, cuando se le suponía había dejado escrita su obra principal. En esos pocos años, quizá uno sólo, antes de su asesinato, vive en un estado de aislamiento y cerco por una situación sociopolítica que le empieza a poner restricciones a sus movimientos como ciudadana por ser mujer y ser pagana, según las nuevas autoridades. En definitiva, es en esos momentos, cuando ni siquiera tiene nuevos alumnos a quienes poder difundir sus descubrimientos, y aquellos que aún la aman y respetan, léase el prefecto Orestes y el obispo Sinesio de Cirene, no tienen ni el tiempo ni el pensamiento puestos más que en imperiosas cuestiones políticas que amenazaban con descomponer la paz social, es en esos momentos cuando Hipatia realiza una serie de deducciones e imagina (más que formula) una serie de teorías que, con su muerte, habrían de ser enterradas y deberían esperar diez siglos hasta que Galileo o Kepler vinieran a plasmarlas matemáticamente, según las mismas bases geométricas que ella había especificado, y en la misma tradición platónica-pitagórica en la que se movía la filósofa. Es aquí donde Amenábar introduce la imaginación y donde la película se vuelve más didáctica que nunca, sencilla, explicativa, clara. Una recurrencia muy clásica, y tópica (la de adelantar un descubrimiento histórico a una época en la que sin embargo su difusión quedaría como un callejón sin salida), resuelta sutilmente por el director: Hipatia se adelantó a Galileo en su experimento sobre la relatividad del movimiento según la posición de los observadores (el experimento del barco, que en realidad fue realizado tal como aparece en la película por el genio italiano en el siglo XVI) y además previó las leyes de Kepler al imaginar el sistema solar tal y como éste lo formularía once siglos después, al utilizar la elipse de dos focos como posibilidad del movimiento celeste que ya Aristarco de Samos había predicho al proponer un sistema solar heliocéntrico, más bien heliostático, al no salir de la perfección del círculo. Pero es más, como he adelantado, como Kepler, Hipatia no abandona el misticismo neoplatónico y pitagórico sobre la perfección del círculo y justifica la elipse en su relación con el mismo. Deducción perfecta para la filósofa que se supone que sistematizó las cónicas de Apolonio (las figuras resultantes de cortar un cono por tres posibles posiciones de un plano: en horizontal, en vertical e inclinado). La historia de la ciencia nos dice que no fue así, pero también nos dice que sabemos poco sobre Hipatia y que su obra está perdida. También nos dice que Aristarco de Samos, y eso está testificado, propuso un sistema heliocéntrico en la misma Alejandría. ¿Quién nos dice que Hipatia no conocía la obra de Aristarco siendo como era guardiana de lo que quedaba de la biblioteca? ¿Quién nos dice que Hipatia no hubiera llegado a esas conclusiones sobre la caída de los cuerpos para justificar el posible movimiento de rotación de la tierra pero a la vez a la suposición sobre la órbita elíptica de los planetas respecto al sol, habida cuenta de sus estudios sobre las figuras cónicas? La sencillez de la explicación de estas teorías en la película, con una corrección innegable, al margen de su historicidad en el momento en que se desarrolla, es lo que hace de Ágora, como propongo en el título, una buena película didáctica. La sutilidad con la que hace plantear a Hipatia cuestiones que en realidad se saben descubiertas muchos siglos después, la hacen verosímil, aunque sepamos que no pudo ser así (aunque siempre nos deja la pregunta ¿y por qué no?). Esta característica es algo propio del mejor cine, porque ficciones de proyecciones científicas en el pasado ha habido muchas, pero muy pocas consiguen la verosimilitud del planteamiento de Ágora, que supera en mucho a una pléyade de películas de Hollywood.
HISTORIA. Hay un tercer frente, la historia, sobre el que simplemente me gustaría apuntar algo. Es un riesgo de entrada el realizar una película sobre una época poco estudiada en realidad y prácticamente no llevada al cine. Sin embargo, es una época fascinante, época a la que Dodds dedica un libro de título sugerente, que viene al caso: “Paganos y cristianos en una época de angustia”. Normalmente, ni siquiera los manuales de historia del bachillerato dedican demasiado, si es que dedican algo, al siglo IV-V, con lo que la gran mayoría de la población hace un salto histórico entre una época llamada Imperio Romano, profusamente ilustrada en series y películas de cine y televisión que lo revisan continuamente, y la Edad Media, época oscura, que sólo se matiza en estudios de enseñanza media haciendo referencia a un Imperio llamado Bizantino (sin mencionar a veces siquiera que se trata ni más ni menos que del mismo Imperio Romano, en su momento desgajado y llamado de Oriente, pero que hasta 1453 se consideraba y actuaba como tal, cada vez más aislado por las nuevas potencias que surgían en occidente y que le disputaban continuamente dicha herencia), y que se centra en la formación de los reinos occidentales, gérmenes de las naciones actuales y en la conquista y posterior reconquista árabe en pleno esplendor de su civilización. Estos siglos, IV y V, y en realidad, hasta la invasión árabe, son los grandes desconocidos de la historia más difundida. No es el momento de discutir las causas, ni los intereses que intervienen al centrar los estudios oficiales en los momentos de la historia en que se centran. Simplemente hago estas reflexiones, por lo arriesgado de Amenábar al elegir una época como ésta y su valor didáctico precisamente por ello. No hay, es cierto, un retrato histórico del momento como lo hay de los comportamientos humanos (al fin y al cabo es una película y la profundización en los comportamientos humanos ha dado lo mejor del cine) o de los descubrimientos científicos, sino una serie de referencias, a veces demasiado esquematizadas por medio de títulos, a acontecimientos de la historia y sobre todo, y aquí de nuevo su didáctica, hay un reflejo de lo que podría haber sido la vida cotidiana en una ciudad con la importancia que en su momento tuvo Alejandría, en decadencia y “en época de angustia”. Hay un reflejo de lo que supusieron las luchas de poder entre iglesia y estado imperial, representado en la figura de Orestes, pero también entre las grandes metrópolis del imperio en ese momento, Constantinopla como la nueva Roma, y la vieja Roma como heredera de San Pedro, que parecen querer marginar a Alejandría del progreso de la historia, dejándola a su suerte por parte del emperador Teodosio cuando los enfrentamientos entre paganos y cristianos terminan con la destrucción del Serapion y su entrega a los cristianos, lo que supuso la definitiva desaparición de la gran biblioteca de la ciudad. Los elementos históricos están, y están cuidados. Como se quiera hacer uso de ellos, es cuestión del enseñante (filósofo, historiador, científico natural) en cada momento. Sin dejar de ser una película entretenida (lo que ya es un lujo), sencilla, cinematográfica (es cine al modo más clásico, como gusta de hacerlo Amenábar al retomar el cine de género), lo más interesante y profundo que encuentro en ella es su didáctica. He tratado de argumentar en qué frentes. Cada cual busque los suyos. Al fin y al cabo, como toda obra de creación, Ágora es una obra abierta. Afortunadamente.
NOTA BIBLIOGRÁFICA Son de utilidad para la contextualización histórica de la figura de Hipatia:
ISSN1988-8848
|
|||||||||||||