GRAN TORINO (C. Eastwood, 2008): CÓMO RESUMIR UNA CARRERA CINEMATOGRÁFICA CON UN FILM DE ÉXITO

How to recapitulate a cinematographic career with
a successful production: Gran Torino (2008)

Historiador del Cine
Jaén

Resumen. Clint Eastwood es todo un icono del Séptimo Arte, identificado fácilmente como el actor que interpretó a unos personajes característicos, polémicos y legendarios, como El hombre sin nombre en los años 60 o el inspector de la Policía de San Francisco Harry Callahan en los años 70 y 80. Pero en nuestros días se ha superado con creces este reconocimiento, y se destaca sobre todo su faceta de director con unos cuarenta años de experiencia, siendo considerado uno de los últimos clásicos y un ejemplo paradigmático de cómo compaginar dirección e interpretación de forma exitosa. Gran Torino (2008) es probablemente su film más personal, una especie de homenaje a sus grandes personajes, y también una reflexión sobre grandes temas que ha planteado en sus filmes, como la madurez, la soledad, el concepto de antihéroe frente al héroe clásico, las dudas sobre la naturaleza de la ley frente a una correcta diferenciación entre el bien y el mal y una crítica al fin del sueño americano. Además de ser el mayor éxito de taquilla de su carrera tras las cámaras hasta el momento, es su más que probable último papel protagonista, convirtiéndose así, a la vez, en un verdadero epitafio interpretativo y en una especie de resumen de sus inquietudes como director a lo largo de su carrera.
Palabras clave. Interpretación, dirección, racismo, cosmopolitismo, madurez, antihéroe, ley, violencia, sueño americano, hmong.

Abstract. Clint Eastwood is such an icon of the Seventh Art, easily typecasted as the actor who played the role of so many troubled and legendary characters. Worthy of mention are movies like The man with no name dated from the 1960s or his play of SFPD inspector Harry Callahan during the 1970s and 1980s. Nowadays his recognition increased even more and is due mainly to his long carrer of director of almost forty years. Public acknowledgement is based on his merits as one of the great classic actors and a paradigmatic example of acting and directing in a successful way. Gran Torino (2008) is probably his most personal film, a sort of homage to the great characters he played throughout his remarkable carrer and also a dissertation upon the great issues discussed in his films, like maturity, solitude, the concept of anti-hero instead of classic hero, the doubt about the nature of law, the right demarcation between the good and evil and a critical attitude towards the end of the American dream. Despite this film being the major box-office success of his career, probably will be his last role as protagonist, converting this production in a true interpretive testament of his main dilemmas as movie director.
Palabras clave. Acting, direction, racism, cosmopolitanism, maturity, anti-hero, law, violence, American dream, Hmong.

 

 

“I’ve got more in common with these gooks than I do my own spoilt rotten family”
“Tengo más cosas en común con estos amarillos que con mi malcriada familia” (Walt Kowalski en “Gran Torino”)

 

LOS GRANDES TEMAS DE EASTWOOD EN MENOS DE DOS HORAS

“Gran Torino” sigue la tendencia de la mayoría de los filmes de Eastwood en los 90 y, sobre todo, en el nuevo milenio, tratando temas de plena actualidad de una forma muy realista y sin grandes artificios técnicos, con una concepción más cercana a los clásicos que al cine actual en general. Pero esta película no se limita a esta tendencia, sino que es también un producto particular en el que coinciden y se pueden rastrear grandes aspectos que el californiano ha tratado a lo largo de su carrera, tanto interpretativa como regidora. Así, a través del personaje principal que él mismo interpreta, asistimos a un compendio de los grandes personajes a los que ha dado vida, mientras que un buen número de las inquietudes y las constantes que ha planteado en su filmografía como director toman cuerpo a lo largo del film y son fáciles de reconocer y de relacionar con otras obras dirigidas por él.

El simple hecho de comenzar la cinta con un funeral es toda una declaración de intenciones. Si además tenemos en cuenta que la fallecida era la mujer de Walt Kowalski, el personaje principal interpretado por Eastwood, se empieza a plantear hacia dónde se encamina el cuerpo argumental. Hay que tener en cuenta que el director, conforme ha ido avanzando en edad, ha ido plasmando en sus filmes argumentos cada vez más serios y truculentos, a la vez que presenta una disposición amable y humanista y un creciente interés en la madurez y, por extensión, en la soledad. La posterior reunión en casa de Walt tras el funeral ahondará en la testarudez e independencia de este personaje, que carece de empatía con sus familiares más cercanos, quienes en cierto modo se muestran amenazantes, como buitres en torno a los restos de su figura decadente. El planteamiento argumental está servido: vamos a acompañar a este anciano en su soledad y en su inadaptación al mundo que le rodea, un viaje para el que Eastwood nos depara muchas sorpresas.

Como en la mayor parte de su filmografía, la acción se produce en Estados Unidos, en este caso en un barrio de una ciudad del Medio-Oeste, en la región industrial de los Grandes Lagos (el rodaje se efectuó en el estado de Michigan). Pero ya no es una típica ciudad industrial en la que la convivencia, el sueño americano y el american way of life están presentes por doquier, sino que presenta un nuevo ambiente degradado en el que un barrio anteriormente acomodado se ha convertido en una especie de gueto multirracial conflictivo, donde Walt parece ser el único e irreductible ejemplo de lo que una vez fue bienestar y convivencia pacífica, pero en el momento actual precisamente él está en continuo conflicto con todo lo que le rodea. Comienza así a atisbarse uno de los temas que suele estar implícito en la mayoría de los filmes dirigidos por Eastwood, la crítica del sueño americano.

Al hablar de multirracialidad hay que hacer una salvedad, pues está claro que Estados Unidos es probablemente la nación con mayor mezcla de culturas y razas en su seno. Pero, en este caso, en la sociedad del nuevo milenio que muestra la película, asistimos a una nueva concepción de la absorción de inmigrantes, y es la irrupción de oleadas de inmigrantes de procedencias poco comunes respecto a las tradicionales “grandes minorías” que arribaron a Norteamérica, que tendrán mayores dificultades para integrarse y adaptarse a esa cultura norteamericana dominante, fundada sobre un sustrato cultural mayoritariamente anglosajón y cristiano. Precisamente la inclusión del elemento racial asiático plantea el problema de convivencia ya no sólo entre los “blancos anglosajones cristianos” y el resto de grupos étnicos históricamente mayoritarios en la sociedad norteamericana (afroamericanos, hispanos), sino de esta “primera oleada de minorías étnicas” con la “segunda oleada” de inmigrantes a partir de mediados del siglo XX, que aquí se personaliza en los asiáticos en general, y los hmong en particular. De hecho, Eastwood va un poco más allá y plantea la paradoja de que su personaje de origen polaco es la nueva minoría del barrio, un hombre que se encuentra un consultorio médico lleno de orientales, hindúes y árabes y que vive en un barrio multiétnico, con sus pacíficos vecinos hmong y otras familias asiáticas, además de las bandas juveniles (afroamericanas, hispanas y orientales) que han convertido el barrio en un lugar peligroso.

En este punto hay que recordar también que Eastwood, lejos del carácter “racista” que no pocas veces se le ha achacado (tanto a sus personajes como a él mismo en su vida personal), ha defendido,  dignificado y tratado de forma muy natural a varias minorías étnicas en muchos de sus filmes. Así, ya en su primer western como director, “Infierno de cobardes” (High plains drifter, 1973), su personaje conseguía ayudar a unos latinoamericanos (presumiblemente mexicanos) que estaban siendo maltratados por la multitud, mientras que en “Deuda de sangre” (Blood work, 2002) el detective McCaleb, también interpretado por él, ayudaba e incluso mantenía una relación con una mujer latina. En el caso de los indios americanos, éstos son dignamente tratados por él (e incluso a veces les deja hablar en su lengua) en filmes como “El fuera de la ley” (The outlaw Josey Wales, 1976), “Bronco Billy” (id., 1980), “El jinete pálido” (Pale rider, 1985), “Sin perdón” (Unforgiven, 1992) o “Banderas de nuestros padres” (Flags of our fathers, 2006). Por otra parte, Eastwood ha contado en varias ocasiones con personajes afroamericanos en sus filmes, destacando personajes con mucho peso por supuesto en el biopic “Bird” (id., 1988), pero también en “Sin perdón”, “Ejecución inminente” (True crime, 1999) o “Million Dollar Baby” (id., 2004). En el caso de los hmong en “Gran Torino”, Eastwood les deja expresarse en su propio idioma entre ellos y subtitula sus conversaciones, al igual que ocurría en “Cartas desde Iwo Jima” (Letters from Iwo Jima, 2006) con los japoneses. Además, las costumbres de los hmong pasarán de ser tratadas con visceral rechazo al principio para ser poco a poco mejor comprendidas y aceptadas por Walt.

La elección de la etnia hmong para los personajes afines al protagonista no es gratuita si tenemos en cuenta la constante lucha contra la injusticia y el apoyo a los débiles que Eastwood propugna en sus películas. Esta idea viene refrendada cuando Sue, la joven vecina de Walt, le relata el origen de su grupo étnico, que ha carecido siempre de un estado propio, teniendo que repartirse entre diferentes estados del sudeste asiático (Vietnam, Laos, Tailandia, China). Además, durante la Guerra de Vietnam, los hmong lucharon al lado de los americanos, por lo que al final de la contienda el nuevo régimen comunista les persiguió y muchos tuvieron que exiliarse, siendo ayudados, por ejemplo, por los luteranos para encontrar asilo en Estados Unidos, y más concretamente en la región del Medio-Oeste, donde se desarrolla la película. La propia Sue nos ilustrará también sobre la situación actual de su etnia allí, comentando que las chicas hmong normalmente van a la universidad, mientras que los chicos “están en la cárcel”, planteando así la difícil adaptación de los inmigrantes a un ambiente tan poco propicio como el de una zona degradada y heredera de reconversiones industriales fallidas.

Otro elemento interesante que nos deja la película hacia su impactante final es la crítica a la justicia y la ley, una de las grandes constantes del cine de Eastwood. Walt ya ha vivido lo suficiente como para saber que la justicia no siempre obra de la forma más correcta, es algo que él ya vivió en persona en la Guerra de Corea, cuando tenían que “matar niños” sin importar nada más que la propia supervivencia. Eastwood muestra así de una forma poco heroica, pero en este caso poco escabrosa, el triunfo de la moral frente a la violencia, aunque no lo hace por medio de un inspector de policía que se toma la justicia por su mano, sino mediante un sacrificio personal que ayudará a los agentes de la ley a hacer efectiva la paz en el barrio en el que habitaba Walt.

Derivado de esta última idea, encontramos un tema que Eastwood ha tratado hasta la saciedad, la omnipresente posesión de armas y su uso privado en Estados Unidos, algo muy recurrente en el cine norteamericano (y mundial) en las últimas décadas. En este film, Walt hará apología de las armas utilizando su viejo rifle reglamentario tanto para defender su “espacio” (su casa y su jardín) como para intimidar a las bandas juveniles que campan a sus anchas por el barrio. Incluso con su huesuda mano fingirá llevar una pistola en el bolsillo, para después apuntar a sus “enemigos” con su dedo índice, como imitando a alguno de esos personajes del western que el propio Eastwood encarnó. Pero, como ya se ha apuntado, Walt se sacrificará para ayudar a los agentes de la ley y a sus vecinos, por medio de una paradójica situación en la que él rechaza el uso de las armas, reconociendo que él mismo ha podido caldear demasiado el ambiente en el barrio al usarlas como intimidación, mientras que sus enemigos caerán en desgracia precisamente al utilizarlas. Incluso entonces plantea una situación positiva, como es la aparición de un policía hmong en la escena del crimen, apuntando a que una integración racial es perfectamente posible si los cauces son los normales.

La película se cierra con una situación similar a la forma que tuvo de comenzar, con un funeral. Pero no es un funeral cualquiera. Es el final del alter ego del director, de ese viejo cascarrabias que ha pasado por muchas vicisitudes en su vida, que ha servido y amado a su país pero que critica algunos aspectos de su situación social actual, y que se ha sacrificado para ayudar a los demás y combatir así la injusticia. En suma, un personaje que le lega a sus vecinos una situación más pacífica y a su vecino más allegado su más preciada posesión, un Ford Gran Torino de 1972, un elemento que le sirve a Eastwood como ejemplo paradigmático de la cultura del automóvil, una reminiscencia del sueño americano y del American way of life que todos, independientemente de su extracción social, laboral o étnica valoran como una seña de identidad, como un elemento que define la propia personalidad y que en este film supone el vínculo cultural entre dos personas de origen y características tan dispares como Walt y Thao.

Como colofón al film, Eastwood rinde tributo de nuevo a una de sus grandes pasiones, la música, prestando su ya quebrada y avejentada voz para la canción que acompaña a los títulos de crédito, homónima a la película y que canta a dúo con el joven Jamie Cullum, hecho que viene a sumarse a ese encuentro entre juventud y senectud que encontramos en la cinta. En este punto no se puede dejar de mencionar la gran pérdida dramática que sufre el doblaje en castellano, pues la sempiterna voz de Constantino Romero, potente y enérgica, enmascara bastante la ronca y quebrada voz real de Eastwood, una voz que denota claramente una avanzada edad.

 

UNA GRAN ACTUACIÓN COMO EPITAFIO INTERPRETATIVO

Dirección e interpretación son dos facetas que Clint Eastwood ha compaginado en numerosas ocasiones desde que también se puso detrás de las cámaras. De hecho, desde su debut como director con “Escalofrío en la noche” (Play Misty for me, 1971) hasta el estreno de “Gran Torino”, Eastwood se ha dirigido a sí mismo en 22 largometrajes, mientras que no ha aparecido en pantalla bajo su dirección sólo en 7 ocasiones.

Su personaje en “Gran Torino” tiene una serie de rasgos definitorios que lo convierten en una especie de resumen de los grandes papeles que ha legado para la posteridad en su carrera como actor. Incluso tiene también ciertos matices autobiográficos, como el hecho de que fuera un veterano de la Guerra de Corea, un conflicto durante el cual Eastwood estuvo enrolado en el ejército americano, aunque fuera como instructor en California y sin llegar a ser destinado al verdadero lugar del conflicto. Precisamente el ser veterano de esta guerra es un detalle que se le asocia ya en alguno de sus personajes,  como John “Thunderbolt” Doherty en “Un botín de 500000 dólares” (Thunderbolt and Lightfoot; dir. Michael Cimino, 1974), o en otros dirigidos por sí mismo, como el sargento Thomas Highway en “El Sargento de Hierro” (Heartbreak Ridge, 1986) o el ladrón de guante blanco Luther Whitney en “Poder absoluto” (Absolute Power, 1997).

Desde un principio encontramos a un hombre maduro, una constante de sus personajes, que en los 70 y 80 ya lucían una plena madurez y algunas arrugas, mientras que en las últimas dos décadas ya se internan en la tercera edad, dejando entrever una revitalización y revalorización de la senectud, como se puede apreciar desde “Sin Perdón” o “Los puentes de Madison” (The bridges of Madison County, 1995) hasta “Space Cowboys” (íd., 2000), “Deuda de Sangre” o “Million Dollar Baby”. No en vano, en el momento de interpretar a este jubilado de origen polaco, Eastwood contaba ya con 78 años, y a través de este personaje tan maduro crea su más profunda reflexión sobre la soledad y el reto de las personas ancianas ante un mundo tan dinámico y vertiginoso como el actual.

Estamos ante una persona muy capaz, que se vale perfectamente por sí misma a su avanzada edad e incluso ayuda a los demás siempre que puede (y quiere). Es un jubilado, pero su experiencia vital, tanto en el ejército como en su actividad laboral (en una fábrica de Ford durante “media vida”) le ha permitido ser, a su manera, un manitas autosuficiente. Walt es el típico personaje hecho a sí mismo de Eastwood, una persona que ha ido acaparando experiencia a lo largo de su vida y que se servirá de ella para ayudar a los demás y, en concreto, al joven del que se convertirá en protector y en el que depositará sus mejores enseñanzas, tanto prácticas como teóricas.

El problema de Walt es el de otros muchos personajes solitarios encarnados por Eastwood, que está en un mundo que ya no conoce ni controla, un mundo del que se distancia aferrándose a lo que le es más preciado y conocido, por mucho que resulte una persona hosca y antisocial, como en su momento lo era el teniente Harry Callahan en la saga de Harry el Sucio, el citado sargento Thomas Highway o el director de cine John Wilson en “Cazador blanco, corazón negro” (White hunter, black heart, 1990). Así, tras la muerte de su esposa, Walt se sienta tranquilamente en su porche con una caja de cervezas, acompañado de su fiel perro, mientras observa orgulloso el Ford Gran Torino de 1972 que él mismo ha limpiado y encerado. O bien se corta el pelo en su peluquero de toda la vida, con el que comparte conversaciones de lo más soez y entretenido. O bien se junta con algunos conocidos en un bar para beber y contar chistes (de alto contenido racista, por cierto) para pasar el tiempo. Walt vive en su burbuja, y los acontecimientos que afectan a sus vecinos asiáticos serán los que le abrirán a la realidad exterior, por mucho que no le gusten nada ni sus vecinos ni esa realidad que escapa a su entendimiento. De este modo, el aparentemente más débil miembro de esa familia vecina, el joven Thao, tras su intento de robar el preciado coche de Walt y la posterior compensación por ello, se convertirá en su protegido. Y, de forma recíproca, Thao y su hermana Sue serán para Walt quienes, no sin dificultades, le unirán finalmente con la realidad que le rodea, configurando un elemento muy importante de las relaciones que aparecen en la película, una especie de puente entre dos culturas, entre la “vieja cultura americana del siglo XX” y la “realidad multicultural del nuevo milenio”.

Otras características de Walt, como el laconismo, un lenguaje lleno de ironía y sarcasmo, una personalidad que se puede definir como “cascarrabias” o la inadaptación a la sociedad que le rodea, son rasgos que bien podríamos rastrear en los personajes icónicos de la carrera de Eastwood, ya sea en sus interpretaciones del “Hombre sin nombre” en la “Trilogía del dólar” dirigida por Sergio Leone en los 60 como en las 5 ocasiones en las que encarnó en la gran pantalla al siempre polémico inspector de policía Harry Callahan en los 70 y 80. Todo ello aderezado de otras constantes como su lenguaje soez, una dudosa educación y moral frente al puritanismo imperante y un aparente (y a veces no tan aparente) machismo, facetas que normalmente sufren una transformación positiva en los personajes de Eastwood.

Walt muestra también una desagradable propensión a escupir, algo con lo que se prodigaban tanto “El hombre sin nombre” como Josey Wales en su film “El fuera de la ley”. También, conforme avanza el metraje, Walt se da perfecta cuenta de que su final está cerca, algo que demuestran sus esputos sanguinolentos y los resultados médicos que recibe, una condición de enfermo terminal que también sufría, por ejemplo, el músico Red Stovall en “El aventurero de medianoche” (Honkytonk Man, 1982). Curiosamente, Clint Eastwood, en la vida real, detesta el tabaco y siempre que ha tenido que fumar en pantalla, desde su trilogía de Leone, lo ha hecho de mala gana, pudiendo quizá en “Gran Torino” resarcirse algo del tema, uniendo directamente tabaco con cáncer de pulmón, toda una declaración de principios.

Walt mantiene con el citado Stovall y con el entrenador Frankie Dunn de “Million Dollar Baby” otra analogía muy imbricada en los argumentos de las películas en las que aparecen: su transformación en esa figura referente para una persona joven y desfavorecida, convirtiéndose así a la vez en su mentor, en su “padre adoptivo” y en el soporte para el paso de la infancia o juventud al mundo real, a la verdadera madurez y realización personal. Esta empatía con la persona joven se hará patente en estos casos a través de grandes pasiones del propio Eastwood en la vida real, como la música o el deporte, mientras que en “Gran Torino” se canaliza a través del amor por los coches, materializado en el coche preferido y adorado por Walt, el modelo de Ford que da nombre a la película.

Walt, además, tiene inquietudes religiosas, pero con más dudas que certezas sobre su fe. Esta irrupción del sentimiento religioso es algo que ya se muestra en algunas de sus películas del nuevo milenio, y quizá la mayor presencia del catolicismo tenga relación con la actual esposa de Eastwood, Dina Ruiz, de origen latinoamericano. Así, en “Space Cowboys”, “Million Dollar Baby” y “Gran Torino” aparecen personajes de sacerdotes católicos, con los que normalmente el personaje principal encarnado por Eastwood se enfrenta, insinuando cierto agnosticismo o ateísmo en esta etapa madura del californiano. En este caso, Walt muestra en un principio un auténtico desprecio por la religión, refiriéndose por ejemplo al joven sacerdote que intenta acercarse a él como “un niñato que acaba de salir del seminario” o como “un virgen de 27 años que no sabe nada de la vida y al que le gusta coger de la mano a las viejecitas supersticiosas y prometerles la eternidad”, aunque su relación se irá suavizando conforme avance la película, si bien en el plano personal, porque no cambiará de actitud respecto a su fe, salvo cuando se acerca su final y cumple uno de los deseos de su fallecida esposa al confesarse con este joven sacerdote.

Su característica más interesante y quizá la más exagerada al principio de la cinta sea la del aparente racismo exacerbado, algo que ha perseguido a la figura de Eastwood a través de muchos de sus personajes. Pero en “Gran Torino” nos topamos con cierta ambigüedad en este rasgo, pues no estamos hablando de una xenofobia al uso, porque ya está conviviendo de manera positiva con otras minorías raciales, sino de un racismo “ideológico” frente a esas “nuevas minorías”, más alejadas de la mayoritaria cultura blanca y cristiana, y también frente a los peligrosos grupos de jóvenes de diversas razas que se enfrentan entre sí y que tienen a la población atemorizada. De este modo, se posiciona en un principio como una persona abiertamente racista y xenófoba, mostrando un radicalismo patriótico que le reafirma en su miedo y odio frente a esos “extranjeros” que pueblan su barrio, un patriotismo que en la película se ve apuntalado por algunos detalles prototípicos, como el citado pasado en el ejército o el hecho de haber trabajado media vida en una factoría de Ford y preferir los coches americanos mientras detesta los japoneses. Eastwood irá desmontando esa aparente actitud a lo largo de la cinta, tanto cambiando la relación de Walt con su entorno como tratando de forma digna y natural la cultura de los principales personajes afines a él, pertenecientes a la etnia hmong.

Otra característica del personaje muchas veces repetida a lo largo de su carrera, probablemente la que más veces ha definido a sus personajes, es su inicial individualismo o independencia respecto al resto, algo que poco a poco se va suavizando, a veces de forma indirecta o casual, para transformarse en un antihéroe que se convierte en líder y/o apoyo espiritual de algún personaje denostado o de algún grupo poco ortodoxo y desfavorecido por la sociedad. Este estatus que Walt irá consiguiendo poco a poco, ya había sido planteado por Eastwood con personajes como Josey Wales o Harry Callahan, definiendo ese antihéroe que parece poseer una dudosa moral, pero que finalmente es mucho más pragmático y noble de lo que en un principio parecía. Es su particular manera de que el fin justifique los medios, pero unos medios que, aunque parezcan heterodoxos, no son en absoluto inmorales. Quizá ésta sea una de las grandes incógnitas que Eastwood ha planteado con sus interpretaciones y que más ríos de tinta ha dejado correr. Por supuesto, también este más que probable último personaje encarna una búsqueda del bien común cuyas apariencias no suelen gustar, pero ante la cual hay que practicar un ejercicio de crítica constructiva para quitar la aparente “máscara” de violencia que posee y sustituirla por una crítica constante, sobre todo en los últimos años, a la violencia gratuita y a un desfasado sueño americano que debe adaptarse a los nuevos tiempos.

Por último, hay que cerrar el círculo del film como epitafio interpretativo con la muerte de su personaje, un hecho que una estrella tan rutilante sólo se había permitido anteriormente en dos ocasiones. La primera en 1971, a las órdenes de su amigo y mentor en la dirección Don Siegel, en “El seductor” (The beguiled), como el soldado nordista Jonathan McBurney, y la segunda bajo su propia dirección, como el referido músico Red Stovall. En ambas ocasiones, al igual que en “Gran Torino”, el personaje principal no muere sin razón, sino habiendo legado una victoria moral desde el más allá. Pero existe una gran diferencia entre la muerte de Walt y las dos anteriores, y es que éstas no fueron nada bien acogidas por un público acostumbrado a ver a Eastwood siempre triunfante en pantalla, mientras que “Gran Torino” se ha convertido de hecho en la película de mayor recaudación de Eastwood hasta la fecha, y muy probablemente este éxito le deba mucho al mensaje contrario a la violencia que Walt le deja a Thao, un mensaje aparentemente contrario al de los primeros y míticos personajes interpretados por Eastwood, siempre vilipendiados por su dudosa moral. Walt es esencialmente como ellos, pero su opción por la no violencia es la más clara de Eastwood en toda su filmografía, materializada en una muerte violenta que sirve para que sus nuevos vecinos puedan vivir en paz. Si alguien tenía todavía dudas sobre la evolución temática de su filmografía desde una violencia a veces gratuita hasta su actual pesimismo y pacifismo, no tiene más que ver el final de “Gran Torino”.

 

BIBLIOGRAFÍA

AGUILAR C., Clint Eastwood, Cátedra, Madrid, 2009.
ALARCÓN T.L.,”No es país para imberbes”, Dirigido por... 386 (2009), 26-27.
ARRANZ D.F. et alii, El universo de Clint Eastwood, Notorious, Madrid, 2009.
SCHICKEL R., Clint Eastwood. Una retrospectiva, Blume, Barcelona, 2010.

 

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ISSN 1988-8848