Cartel (Divisa Home Video).
Una vez huido de sus estudios de arquitectura (que, curiosamente, marcarán toda su trayectoria creativa), se dedicó a deambular por el mundo y a formarse como pintor, hasta que la Gran Guerra le hizo dar con sus huesos en un hospital. Y fue ahí donde se produjo el nacimiento de un nuevo genio del cine. Durante su convalecencia, Lang comenzó a escribir guiones y posteriormente comenzó a trabajar en el cine, primero como guionista y luego también como director. Y lo hizo de una forma tan paulatina que ni los sabios en la materia pueden discernir cuál fue su primera película. Así nació el genio. Un genio que nos ha dejado filmes de la talla de Metrópolis, El doctor Mabuse, Spione, Perversidad, El vampiro de Düsseldorf y un largo etcétera en el que se encuentra nuestra epopeya particular. Sus películas, sobre todo durante la etapa muda alemana hasta 1928, poseen profundas innovaciones formales y estilísticas en evidente conexión con la vanguardia expresionista del periodo de entreguerras y la tradición de las literaturas germánicas.
Como todo gran artista Lang tuvo para Los Nibelungos, así como para la mayor parte de su producción alemana, a su propio álter ego, en esta ocasión encarnado por la que en aquellos momentos era su propia esposa: Thea von Harbou, junto a la que escribió y dirigió una gran cantidad de su producción cinematográfica hasta su huida de Alemania a Suiza debido a sus orígenes semíticos, tras la cual, compuesto y sin esposa, fue al resto del mundo, donde siguió realizando lo que mejor sabía hacer: contar historias. Pero no historias cualesquiera, sino las que hizo suyas y rodó como sólo él supo hacerlo. Se dice a menudo que Fritz Lang fue un arquitecto del cine. Para construir su cine, construyó todo un andamiaje a base de decorados estudiados al milímetro: paisajes idílicos y palacios imponentes comparten su espacio con monstruos feroces o ciudades vertiginosas y sobre ese ensamblaje arquitectónico colocó a sus protagonistas; unos personajes atormentados o marcados por su sino cuya moralidad oscila peligrosamente entre el bien y el mal, tanto, que hasta pueden llegar a confundirse en ciertos momentos; seres atormentados, e incluso mujeres fatales que acaban por determinar la suerte del protagonista y llevarlos a su caída.
Lang no pretendió hacer una copia fiel del mito de los Nibelungos al rodar su filme, sino más bien dar su propia visión del alma alemana, una visión que ayudara a difundir por el mundo la esencia alemana, dando respuesta de este modo a la película de D. W. Griffith Intolerancia. Esto lo podemos ver en la dedicatoria al principio de la película: “Al pueblo alemán”. No hemos de olvidar que Los Nibelungos se estrenó en 1924 y que durante este periodo de tiempo, Alemania estaba viviendo con el sabor amargo de la derrota y de la humillación recibida por el bando ganador. El sentimiento generalizado en Alemania era más de rabia que de culpa. El mismo Lang dijo sobre la situación tras la Gran Guerra: “En todo el mundo, la gente joven se dedicó a las distintas ramas de la cultura, yo mismo entre ellos, e hicieron de la tragedia un fetiche, expresando abiertamente una rebelión contra las viejas respuestas y las formas externas, virando de la dulzura y la luz del ingenuo siglo XIX al extremo opuesto del pesimismo porque sí.”
Con este sentimiento y la inevitable influencia de Freud, en el arte alemán solía verse al hombre como un componente del medio que le rodea, no como su dueño y señor, el ser humano no es dueño de sí, sino que está controlado por algo que le supera, llámese destino, casualidad, o cualquier otra fuerza superior que le impida regir sus propios destinos (naturaleza, sociedad, las propias debilidades y limitaciones...). Este hado fatal estará muy presente en Die Nibelungen, ya que no podrá escapar de él ninguno de sus protagonistas y el Destino avanzará inexorable hasta ver cumplido lo escrito.
No obstante, Lang no cayó en un pesimismo completo, a pesar de su propia experiencia en la guerra, debido a su natural inclinación hacia una actitud romántica que hizo que éste conservara en su interior ciertos ideales (la nobleza de las personas, la victoria a través de la muerte...); aunque sí se preocupó por las fuerzas terrenales que afectan y determinan en cierto modo las acciones de las personas.
Con Los Nibelungos, pues, Lang pretendió realizar algo típicamente alemán que ensalzara su nación y es por ello por lo que escogió el tema del héroe Sigfrido, protagonista de una de las mayores sagas medievales del mundo germánico. La saga de Sigfrido y Krimilda fue objeto de multitud de relatos en el medievo; pero uno de los más importantes fue El Cantar de los Nibelungos (Das Nibelungenlied), una composición de principios del siglo XIII en la que Thea von Harbou y Fritz Lang se apoyaron firmemente cuando realizaron el guión para su producción fílmica. No obstante, no hemos de olvidar que existen importantes similitudes entre Die Nibelungen y la obra de teatro que, bajo el mismo nombre, escribió Friedrich Hebbel a finales del siglo XIX, así como una cierta influencia de la tetralogía wagneriana. Nos centraremos en las dos primeras fuentes como las de mayor peso en la elaboración del guión.
En primer lugar, tenemos como fuente principal El Cantar de los Nibelungos, el poema medieval más difundido sobre el tema que estamos tratando. Existen más de treinta manuscritos sobre El Cantar de los Nibelungos, la mayoría del siglo XIII, lo que muestra la importante difusión que tuvo esta composición. Como en la mayoría de las obras épicas medievales europeas, se trata de una exaltación de las virtudes caballerescas en la que el propósito moralizante del autor es innegable. En él existen personajes llenos de grandeza, pero no ejemplares, como lo es Krimilda y otros que sí lo son: Sigfrido y los burgundios Gunther y Hagen, aunque el vater aller tugende, el padre de todas las virtudes caballerescas es Rúdeger. Además, El Cantar de los Nibelungos es una síntesis de los buenos modales caballerescos.
En cuanto a la obra de Hebbel, podemos observar un gran parecido con la película de Lang. En primer lugar, su estructura, dividida en dos partes, es la misma y ambas poseen el mismo nombre. No hay duda de que Fritz y Thea tuvieron presente los escritos de Hebbel, llegando incluso a utilizar algunas de las alteraciones ideadas por éste, como lo son el hecho de que Gunther se convierte en el único rey de los burgundios, restándole importancia a sus hermanos Gernot y Giselher o el hecho de que sea Volker el que cante las hazañas de Sigfrido, en lugar de Hagen, cosa que resulta altamente útil a la hora de resaltar la propia malicia de Hagen, puesto que en el Cantar, al principio es Hagen quien admira a Sigfrido y tercia por él; es sólo después que decide terminar con la vida del protagonista. Suprimiendo esta faceta, Lang simplifica la inclinación de las simpatías de Hagen hacia Sigfrido, lo que le permite desarrollar otras facetas más interesantes para el director, más centrado en las pasiones humanas: en la lealtad, el odio, la codicia, la venganza... Simplificando a los personajes, el director conseguía así hacer los contrastes de la película más abstractos y definidos.
Sigfrido se baña en la sangre del dragón (Divisa Home Video).
Al igual que en el Cantar y en la obra teatral de Hebbel y como ya se ha apuntado, Los Nibelungos está dividido en dos partes. El nexo de unión de éstas, más que la historia de Sigfrido y su viuda, es la muerte. En la primera, es una muerte individual, la del héroe sin mácula, debida a la traición de Hagen y Brunilda, y a la colaboración inconsciente de Krimilda, que, llevada por la ira es quien provoca la conjura para matar a su esposo; y de Gunther, que, engañado por Brunilda, se deja llevar por los celos y consiente en la muerte de Sigfrido. El asesinato de Sigfrido, será el detonante de más muerte; en esta ocasión desmedida. La sed de venganza dará lugar en la segunda parte a una orgía de muerte, sangre, fuego e ira sobredimensionada con la muerte en masa de los caballeros burgundios y de Krimilda.
Aunque Los Nibelungos fue concebida como un solo filme dividido en dos partes, tal y como se estrenó en 1924 en Alemania, tras su estreno en Inglaterra y Estados Unidos, donde se mostró como dos películas completamente independientes, se ha visto como dos unidades diferentes y no como el todo que es en realidad.
En la primera parte de la película, La Muerte de Sigfrido (Siegfrieds Tod), se narra por boca de Volker la historia de héroe que derrotó al dragón, haciéndose invulnerable tras bañarse en su sangre y también al enano Alberich, del que consiguió el yelmo mágico, la espada Balmunga y el inestimable tesoro de los nibelungos, que, no obstante, será maldito por el enano cuando muera y vuelva a ser barro y que, en esos momentos, se dirige a la corte de Burgundia para pedir la mano de Krimilda de quien ha oído hablar durante su estancia como aprendiz de Mime, el herrero.
Krimilda, que encarna el hado fatal que recorre todo el relato y quien ha renunciado al amor por temor a perderlo, no puede evitar el sentirse atraída por tan bravo guerrero y corresponde su amor. Pero es necesario también convencer al rey Gunther, a la sazón hermano de la doncella, para que consienta en esta unión. Hagen, el héroe más influyente de la corte, propone una solución que él cree imposible de cumplir, ya que se trata de que consiga para el rey la mano de la belicosa Brunilda, la reina de Islandia, quien solamente se casará con aquél que la venza en tres pruebas. Con la ayuda de Sigfrido y del yelmo mágico, la voluntad de Brunilda es doblegada y se produce la tan ansiada doble boda. Todo marcha bien, pero tras unos desaires hechos por la nueva reina a Krimilda, ésta desvela quién fue el que la venció, por lo que Brunilda clama por la muerte de Sigfrido, cosa a la que se une Hagen. Usando ardides nada loables, los dos conspiradores obtienen la aprobación real y acaban con la vida del casi invulnerable Sigfrido, a lo que Krimilda, despojada de marido y tesoro, clama la más cruel de las venganzas, que será el argumento de la segunda parte.
La muerte de Sigfrido (Divisa Home Video).
La venganza de Krimilda (Kriemhilds Rache) narra el odio desatado. En su búsqueda de la venganza, la viuda de Sigfrido acepta casarse con el rey Atila (Etzel), al que ha pedido un juramento de lealtad, así como a Rúdeger, el más fiel vasallo del rey huno. Tras darle un hijo, le pide al rey que haga venir a sus parientes burgundios, los cuales aceptan. Entonces la reina Krimilda intenta que Atila cumpla su juramento y mate a Hagen, pero las leyes de la hospitalidad no se lo permiten. Sólo después de un altercado provocado a instancias de la reina, en el que Hagen mata al hijo de Atila, éste consiente en matarlo. Pero los burgundios protegen a Hagen y no lo entregan. Entonces, Krimilda, ciega por la sed de venganza, manda quemar la sala donde se encuentran Hagen y el resto de su pueblo, con los hermanos de ésta incluidos. Al final mueren todos menos el objeto de la ira de la reina, quien observa la escena impasible, sin una muestra de arrepentimiento salvo, quizá, una leve desazón cuando ve que sus hermanos mueren, pero no importa, también ha sacrificado a su propio hijo para conseguir matar al asesino de su bien amado esposo y mezclar la sangre de ambos, el traidor y la víctima. Atila también clama venganza y, mientras observa la masacre, le dice a su esposa: “¡Tienes mi gratitud, Krimilda! ¡Nunca estuvimos unidos en el amor, pero por fin estaremos unidos en el odio!”, a lo que Krimilda, criptográfica, responde: “¡Jamás, rey Atila, estuvo mi corazón tan lleno de amor como ahora!”. Una vez conseguida la venganza, Krimilda también muere “¡Llévala a casa, con Sigfrido, su esposo muerto! ¡Jamás pertenecerá a ningún otro hombre!”, exclama Atila.
Como en casi toda la producción fílmica de Lang durante su periodo alemán, el expresionismo es patente en Los Nibelungos. En la lucha entre el bien y el mal, Sigfrido es el eje sobre el que basculan ambas fuerzas y se ciernen a su alrededor. A ambos lados se encuentran los representantes de cada una de las posturas, representadas por el color. Hagen y Brunilda, los halcones que en el sueño de Krimilda acaban con la paloma blanca, son personajes oscuros que van de negro, tocados con alas negras en su casco y son la representación del mal. También lo será Krimilda en la segunda parte del relato, cuando se convierte en una furia cruel y fría; negra, tras haber sido al principio una encarnación del bien y de la inocencia, del color blanco, al igual que Sigfrido, la paloma blanca del sueño. El rey Gunther representa la duda, el punto intermedio; él es el color gris.
Atila en su trono (Divisa Home Video).
Este juego en las tonalidades oscuras y claras podemos verlo también en las distintas partes de la obra, que comienza con el triunfo de Sigfrido sobre las fuerzas físicas y sobrenaturales (que se desarrolla en un ambiente bucólico, lleno de luz y naturaleza), para ser derrotado luego entre sus semejantes humanos donde las formas geométricas y arquitectónicas, aunque ordenadas, van creando un ambiente cada vez más sofocante y oscuro que concluye con el mundo bárbaro, oscuro, desordenado, que es la corte de Atila, donde se lleva a cabo la venganza y en el que al final la única luz presente procede del fuego de la muerte y de la pálida e impertérrita cara de Krimilda, que, bajo el aspecto de una reina bizantina, observa cómo se lleva a cabo su deseada venganza.
Gunther (Divisa Home Video).
Al dirigir la película, Lang se propuso “diferenciar netamente cuatro mundos completamente encerrados en sí mismos y casi antagónicos y llevar hasta el máximo de intensidad la descripción de cada uno de ellos. El primero, el mundo de Worms, la capital burgundia, mundo de una civilización refinada. Otro sería el mundo del joven Sigfrido, aprendiz de Mime, vencedor del dragón, lleno de bosques enormes, pero también del mundo subterráneo lleno de tesoros de Alberich, el rey de los enanos. Después veríamos el mundo de Brunilda, Islandia, un país frío y helado. Por último, encontraríamos el mundo de Atila. Algunos hombres atraviesan esos cuatro mundos, aunque no todos llegan al final. Se trataba, para Lang, de “explicar el destino de esos hombres desde el principio”.
El rodaje duró casi dos años en los que su director logró una de sus mejores obras. La muerte de Sigfrido es geométrica, arquitectónica y plástica; posee una estructura sólida y ordenada, marcada por unos escenarios grandiosos, de composiciones equilibradas y simétricas. Su desarrollo es lento y seguro. El control de los personajes y de las grandes panorámicas hace que el espectador se sobrecoja y penetre en un ambiente mitológico, casi irreal y fantástico, que acaba llevando irremisiblemente al trágico final con la muerte del héroe.
Sigfrido en el bosque durante sus aventuras (Divisa Home Video).
En cambio, La venganza de Krimilda, es dinámica, rítmica y ardiente. Posee un ritmo más frenético y desordenado, para lo que se vale Lang de una corte grandiosa, pero bárbara e inferior a Worms, la de Atila, así como de la venganza cruel y desmedida de Krimilda. De los decorados naturalistas, grandiosos o de los palacios ordenados, llenos de figuras geométricas, con personajes gentiles, educados y generosos, pasamos a un mundo nómada, con tiendas que cierran el espacio en vez de edificios (y, si éstos están, son toscos y rudimentarios, aunque imponentes), con un rey cruel y sin modales, aunque poderoso, que se casa con la que fue la más dulce de las mujeres, aunque ahora convertida en una furia desatada, en una ménade dispuesta a sacrificar a su propio hijo, con tal de conseguir su objetivo.
El mundo de la corte del rey Gunther es el mundo civilizado y ordenado, donde priman los buenos modales, donde, a pesar de que la crueldad está presente, es más refinada y el asesinato de Sigfrido se planea finamente, mientras que en el mundo de Atila todo es caótico y desordenado, aunque no carente de grandiosidad (como cuando el rey huno se nos muestra sentado en su trono), mundo donde todo es más primitivo y la crueldad, lejos del refinamiento, es algo visceral.
No obstante, esos dos mundos se mezclan cuando Krimilda llega al país de los hunos, y cuando después lo hacen los nobles burgundios, así como con la persona de Rúdeger, el vasallo de Atila, situado a caballo entre ambos mundos.
Él y Krimilda serán los nexos entre burgundios y hunos. Krimilda civiliza en cierto modo el mundo de Atila, al que sus hombres llegan a echar en cara el que ya no quiera guerrear, sino estar con la mujer blanca de rubias trenzas, mientras que ella misma se vuelve más primitiva a su vez.
Krimilda encarna la dualidad de la personalidad humana ya que, de ser una princesa dulce e inocente, carente de maldad, pasa a convertirse en una Medea del mundo medieval, dispuesta a todo por vengar la muerte del más puro e inocente de todos los caballeros.
La inocente Krimilda -1ª parte.(Divisa Home Video).
En cambio, si los decorados se simplifican, se vuelven más primitivos, no pasa así en lo referente a la psicología de los personajes, que en la primera parte es mucho más básica, mientras que en La venganza de Krimilda la psique de cada personaje se complica, volviéndose más elaborada y desarrollada.
Krimilda vengativa - 2ª parte. (Divisa Home Video).
Con esta obra, Lang se convierte en el creador de diversos mundos poseedores cada uno de ellos de entidad y vida propias, donde existe una realidad paralela en la que no importa su veracidad, sino la recreación del mito donde el espectador pueda sentir esa atmósfera de irrealidad que posee el mundo heroico.
Mime, el herrero (Divisa Home Video).
Muchos fueron los directores que han bebido de las fuentes de Friz Lang, directa o indirectamente. Jorge-Mauro de Pedro (De Mauro 2005) comentaba en un estudio sobre Los Nibelungos la influencia reconocida que ésta tuvo para importantes directores de cine de la talla de Akira Kurosawa (con sus clanes enfrentados, a la manera de Krimilda y sus hermanos), de Serguéi M. Eisenstein y sus abigarradas multitudes entrando a sangre y fuego en el Palacio de Invierno, así como la forma de encuadrar a diversos personajes o Peter Jackson y la Tierra Media levantada en armas (no hay que olvidar en este caso, que la influencia sea solamente entre directores, sino entre las obras literarias en las que se basan ambos filmes, como ya he comentado al principio). No se puede negar la influencia decisiva que Lang ejerció sobre otros realizadores, algunos realizadores de un cine de mayor calidad y de forma.
NOTAS
(1) Recordar la escena en la del monje que acusa a Iván, el Terrible de descuidar al pueblo, que guarda semejanza con la de Mime, el herrero, maestro de Sigfrido. (Ver mi artículo de esta misma revista, en el número 1).
(De Mauro 2005) DE MAURO, Jorge-Mauro, “El genuino ocaso de los dioses” en Miradas de cine. Núm 41. Agosto 2005.
BIBLIOGRAFÍA
- La fuente: Anónimo, El Cantar de los Nibelungos. Edición de Emilio Lorenzo Criado. Editorial Cátedra. Madrid, 2007.
- La película: Los Nibelungos: La muerte de Sigfrido. La venganza de Krimilda. Dir. Fritz Lang, 1924.
JENSEN, P. M., Sombras en el cine de Fritz Lang. Ediciones JC. Madrid, 1999.
KRAKAUER, S., De Caligari a Hitler. Una historia psicológica del cine alemán. Paidós. Barcelona, 1995.