LA CONJURA DEL ESCORIAL (A. del Real, 2008)
O LA OPORTUNIDAD PERDIDA
The El Escorial Conspiracy (A. Del Real, 2008)
or the lost opportunity
Dr. Manuel Quesada Martínez
Historiador
Granada
Resumen. La película de Antonio Del Real narra uno de los momentos más interesantes de la España de la segunda mitad del siglo XVI. Los conflictos políticos y los intereses económicos en los Países Bajos, unidos a las relaciones interpersonales hacen que la Corte española se divida entre los partidarios de la guerra y los de la paz, mientras que Felipe II gusta de manejar a unos y otros. El asesinato de Escobedo, secretario de D. Juan de Austria, será el detonante del enfrentamiento que termina con Ana de Mendoza, la mujer más poderosa de la España del momento, en la cárcel, Antonio Pérez, secretario de Felipe II, huido de la justicia, el duque de Alba preparado para la intervención armada en Flandes y Mateo Vázquez, acaparando la confianza regia en la administración.
Palabras clave. Países Bajos, Antonio Pérez, Princesa de Éboli, Ana de Mendoza, Felipe II, Escobedo, Duque de Alba y Mateo Vázquez.
Abstract. Antonio Del Real’s film narrates one of Spain’s most interesting moments of the second half of the 16th century. The political conflicts and economic interests in The Netherlands, along with interpersonal relationships provoked a clear division in the Spanish Court. One faction was formed by war supporters and the other by adepts of peace, both manipulated by Phillip II. The assassination of Escobedo, D. Juan de Austria’s secretary, triggered a series of tragic events involving highest figures of the Royal Court. Ana de Mendoza, the most powerful woman in Spain at the time, was imprisoned. Antonio Pérez, Phillip II’s secretary, had to escape from justice to save his life. The ones who get advantage with the conspiracy got more privileges. The Duke of Alba received the permission for an armed intervention in Flanders. Mateo Vázquez, captured the royal trust and filled the gap in the administration left by the ones who felt in disgrace due to the plot he had masterminded.
Keywords. The Netherlands, Antonio Pérez, Princess of Eboli, Ana de Mendoza, Phillip II, Escobedo, Duke of Alba, Mateo Vázquez.
Los últimos intentos del cine español por abordar el género histórico están resultando acercamientos fallidos, pese a que cuentan cada vez con mayores presupuestos y repartos más internacionales. No sucede lo mismo con las producciones de nuestros vecinos franceses e ingleses. El cine histórico ha de tener un doble objetivo: por un lado, ha de deslumbrar, entretener e invitar a la reflexión del espectador, de otro, no menos importante, ha de motivarle para profundizar en el conocimiento del pasado ofreciéndole un índice de rigurosos contenidos, aún asumiendo ciertas respetables licencias. El jienense Antonio del Real con La conjura del Escorial nos avisa desde el principio de que el film es una ficción inspirada en hechos históricos, lo cual no deja de ser un mal augurio que desafortunadamente se ve corroborado en múltiples ocasiones a lo largo del desarrollo de la cinta.
Este guión en el que han intervenido Manuel Mir, Juan Antonio Porto, Marta Rivera de la Cruz y el propio Antonio del Real basado en hechos reales pero que cuenta con una estructura tambaleante en muchos pasajes del largometraje; carece de profundidad argumental y emocional como para poner al espectador en alerta, de hecho hay aspectos claves de la disputa que no se cuentan y que no ayudan en absoluto a la total inteligencia del film. Así por ejemplo, nada se dice del príncipe de Éboli, Ruy Gómez da Silva que fue consejero muy cercano y leal a Felipe II, de la amistad que trabó su esposa Ana de Mendoza (Julia Ormond), por los cargos de su marido, con la reina Isabel de Valois; ni de que en 1573 una lucha entre el III duque de Alba y el de Éboli acaba con la vida de este último. El resentimiento de la princesa viuda sería grande, y se exteriorizaría en el enfrentamiento entre albistas y ebolistas, que sostendrían, respectivamente la violencia y la convivencia en la política exterior, especialmente, en la del norte de Europa.
En 1567, gracias a la recomendación del portugués Ruy Gómez da Silva, príncipe de Éboli y duque de Pastrana, había sido nombrado Antonio Pérez, personaje encarnado por Jason Isaacs, secretario para asuntos de Flandes e Italia. Jason Isaacs hace la construcción de su personaje con un toque de cinismo y perspicacia, que concuerda sobremanera con la personalidad del secretario real, y que sólo este actor sabe dar a sus personajes. Pérez se transforma así en uno de los colaboradores más cercanos del Rey, puesto que el despacho de los secretarios de Estado se hacía a boca, reunión de Felipe con el secretario en la que éste informaba al Rey de los asuntos y consultas necesitadas de respuesta. El secretario se convertía en el depositario del pensamiento y se transformaba en un personaje poderoso situado en el centro neurálgico del Estado. La cultura, la inteligencia, la perspicacia, el don de gentes hacen rápidamente de Antonio Pérez uno de los principales e influyentes personajes de la corte.
Antonio Pérez (Jason Isaacs).www.laconjuradeelescorial.com
En su elegante mansión de Madrid, La Casilla, amueblada exquisitamente y decorada con una valiosa galería de obras de arte y cuadros, se dan cita cortesanos, nobles, eclesiásticos, diplomáticos, banqueros… Al mismo tiempo Antonio Pérez llega a ser enormemente popular en Madrid, con fama de hombre muy generoso y caritativo con los pobres. Dentro de este ambiente podemos enmarcar la fiesta de máscaras, tan característica del Renacimiento, que organiza Antonio Pérez para agasajar a sus aristócratas invitados. Se desconoce el origen de su cuantiosa fortuna, es probable que la mayor parte de ella proviniese de los regalos más o menos interesados de algunos amigos para agradecerle un consejo, una información, una recomendación. Este puede ser el caso del regalo de Ana a Antonio, una pulsera, gruesa, flexible, con grandes y claros topacios engarzados que llevaba un broche de diamantes en forma de corazón. En aquella época, esas costumbres que rayan la corrupción y el tráfico de influencias no chocaban, puesto que el propio monarca estaba enterado y disimulaba.
Otra de las personalidades presentes en este drama histórico es el clérigo sevillano Mateo Vázquez de Leca que protagonizaría, desde su nombramiento en marzo de 1573, uno de los duelos políticos más interesantes y dramáticos de la historia de España. Su enfrentamiento con Antonio Pérez que duraría hasta la caída de éste en 1579, sería la lucha entre un burócrata pragmático y papelista como Vázquez y un político poco convencional como Pérez, teniendo ambos como característica común el ser maestros consumados de la intriga cortesana, en cuyas artes sólo el Rey les aventajaba.
Ana de Mendoza había vuelto a la corte en 1576 tras su controvertida estancia en el convento de Pastrana. Su regreso supondrá el inicio de la fase más novelesca de la vida de esta bella mujer, que se tapaba un ojo no se sabe bien si por tuerta o por bizca. La gran dama e influyente personalidad de maléfico pragmatismo que es la viuda de Ruy Gómez defenderá los intereses políticos y, fundamentalmente, económicos de su familia recurriendo para ello a todo tipo de argucias.
Existe una línea argumental en la película sustentada en que la casa de Alba pugna por recuperar el favoritismo que goza su oponente la casa de los Mendoza en la corte de Felipe II (Juanjo Puigcorbé, que ejecuta con extraordinaria maestría su papel, la sagacidad, hermetismo, la fingida y estudiada indecisión, el refugio en la oración, los achaques de gota, la imagen del infatigable lector sentado a su mesa de trabajo, anotando los informes con su rápida escritura, aquel rey que trata con la más exquisita de las cortesías, escucha, responde en voz baja, apenas inteligible…), a cuya cabeza está la princesa de Éboli. En estos años, la política española parece haber sido la del partido de la paz (el de Ruy Gómez y sus amigos entre los que se contaba Antonio Pérez), más que la del duque de Alba (Fabio Testi, impresionante en sus silencios) y sus correligionarios, el partido de la guerra. Las dos concepciones se escenifican en la película cuando Felipe II acompañado de sus cortesanos pasea por los jardines del Escorial y a uno de los pajes se le escapa un perro furioso que puede llegar a poner en peligro la vida del Rey, ante la amenaza el viejo duque de Alba corta la cabeza del perro con su espada, se arrodilla y presenta su espada sangrienta a Felipe II, quien horrorizado escucha cual habría sido la solución dada por su secretario Antonio Pérez. En esta escena se aprecia la actitud de Felipe que gustaba de enfrentar a unos con otros y manteniéndolos a todos a respetable distancia.
La situación en Flandes, bajo el mando del carismático hermano bastardo del Rey desde el año 1576, es extremadamente delicada. Por un lado, Guillermo de Orange, por el otro Inglaterra y de forma aún latente, la herejía protestante hacen de los Países Bajos un lugar inhóspito y en continuo conflicto, donde quien posea información privilegiada puede llegar a hacerse con una inmensa fortuna. Para la primavera de 1577 parecía que todos los problemas de Flandes estaban resueltos, en julio de ese mismo año, don Juan mandó retornar a Juan de Escobedo (había sido Antonio Pérez quien, en 1575, recomendó a Escobedo para que fuese nombrado secretario de don Juan de Austria), protagonizado por Joaquim de Almeida, a la corte con ciertas propuestas. El vencedor de Lepanto tenía proyectos ambiciosos. Soñó primero en convertirse en Rey de Túnez, ahora en Rey de Inglaterra; pues desde Flandes, donde era gobernador, desembarcaría en Inglaterra, sacaría a María Estuardo de su cárcel y se casaría con ella… Además su acercamiento a los católicos franceses, con promesas de ayuda al duque de Guisa. Estos proyectos parece que eran bien vistos en Roma por el papa Gregorio XIII que los apoyaba. Pero Felipe II tenía otras perspectivas y no toleraba que nadie se entrometiera en la dirección de los problemas diplomáticos. El juego personal de don Juan de Austria molestaba al monarca.
Felipe II en los jardines de El Escorial.www.laconjuradeelescorial.com
El secretario personal, el santanderino Escobedo portaba una carta para Su Majestad en ella se reclamaba el tratamiento de infante para don Juan, así como armas, dinero y hombres para una expedición contra Inglaterra. En la corte, Escobedo reclamaba para sí la concesión de una encomienda en una orden militar castellana, al mismo tiempo que conseguía pruebas de los negocios ilícitos de Antonio Pérez y la Princesa de Éboli con los banqueros genoveses de la venta de cargos, especialmente eclesiásticos, sobornos admitidos, así como de sus posibles relaciones con los rebeldes de los Países Bajos. Frente a tales presiones Antonio Pérez utilizó ante el rey la correspondencia intervenida entre don Juan y su secretario, demostrando a Felipe II las intenciones sobre los Países Bajos y el trono inglés, e incluso añadiendo referencias sobre sus planes respecto al gobierno de España. Pérez consiguió que se considerase a Escobedo como instigador de tales planes y de intrigas y manejos con grupos flamencos y franceses, todo lo cual se presta muy bien a la acusación de atentado contra la seguridad del Estado y crimen de traición, resolviéndose, por lo tanto, que la única posibilidad que quedaba era eliminarle. Es muy complicado, o quizás imposible, sacar nada en limpio de aquel caso tenebroso, puesto que los interesados han procurado destruir los documentos de un episodio en el que Felipe II, don Juan de Austria, Antonio Pérez y Juan de Escobedo aparecen como protagonistas.
Juan de Escobedo (Joaquim de Almeida).www.laconjuradeelescorial.com
Parece más que probable que, al organizar el asesinato de Escobedo, Antonio Pérez cumpliese órdenes más o menos explícitas de Felipe II. La pregunta crucial es por qué autorizó el Rey la muerte de Escobedo. Actuó Felipe movido por la razón de Estado, ya que Escobedo representaba un peligro, o tenía motivos personales e íntimos para eliminar a Escobedo. El profesor Gregorio Marañón sugiere que la muerte del secretario se debió a los celos subconscientes de Felipe II hacia su hermanastro y los manejos de Antonio Pérez y de su alidada, la princesa de Éboli, con los flamencos. Pronto se habló del papel que pudo desempeñar en este turbio asunto la viuda del príncipe de Éboli, Ana de Mendoza.
Resulta infundada y absurda la leyenda de una relación amorosa entre Felipe II y la esposa del que fue su más íntimo colaborador. Más verosímil serían unos amoríos entre el secretario y la princesa. Escobedo se habría enterado y habría amenazado con denunciar al Rey a los dos amantes. Pero lo más probable, dada la documentación de la que disponemos, es pensar que entre Pérez y la princesa existieron unos vínculos fundados más que en supuestos amores en intereses materiales concretos como pueden ser manejos políticos y crematísticos de ambos con los flamencos o con otros grupos políticos. Escobedo, enterado de todo, podía denunciar a los cómplices, por eso era necesario que muriese asesinado. Pérez tuvo la habilidad de convencer a Felipe II de que Escobedo conspiraba y constituía un peligro para el Estado. Además, Diego de Chaves, confesor de Felipe, pudo manipular la moral hasta hacerla adoptar cualquier forma que conviniera a su amo.
La trama fundamental de este thriller de época podría resultar de lo más atractiva, puesto que se trata de la conspiración de un grupo de influyentes personalidades contra Juan de Escobedo, secretario de don Juan de Austria, hermanastro de Felipe II y a las posibles razones que rodearon su asesinato entre los diferentes personajes que poblaban la corte española en 1578. Juan de Escobedo, después de haber sufrido varios intentos frustrados de envenenamiento, finalmente en la noche del 31 de marzo, Lunes de Pascua de 1578, es emboscado por unos esbirros a sueldo en una calle de Madrid, dándole muerte.
La suerte de Antonio Pérez cambia radicalmente a partir del asesinato de Juan de Escobedo. Su Majestad tal vez no diese la orden de matar a Escobedo, pero debió de acceder a la sugerencia de su secretario y desde entonces se encontró en una situación muy delicada. Desde un principio, corre el rumor de que Antonio Pérez ha ordenado el asesinato. Resulta cada día más difícil amparar a Pérez y a su cómplice, la princesa de Éboli.
El monarca, al principio, se desentendió del crimen dejándolo en manos de los alcaldes de casa y corte. Pero paulatinamente empezó a recibir presiones de los familiares de Escobedo y de los enemigos de Pérez. Es precisamente al enemigo de Antonio Pérez, Mateo Vázquez de Leca, funcionario de la secretaría real, al que se le encarga en la película, de la investigación del crimen. Quizás Su Majestad empezó a ver el engaño del que había sido objeto por lo que decidió librarse de su antiguo secretario. Felipe mandó llamar al viejo cardenal Granvela, lo que significaba el final de la política pacifista y con ella la caída de Pérez.
La muerte de Escobedo. www.cineando.com
La cinta cuenta con un sinfín de entramados argumentales, según parece necesitado cada uno de su correcta conclusión, que hacen perder de vista el verdadero pilar argumental. Valgan como ejemplo de tales despropósitos los últimos minutos. Si durante toda la película se explica claramente quién está detrás de la conjura, cuando finalmente ésta se lleva a cabo uno podría pensar que se entra en los compases finales del film, pero nada más lejos de la realidad; a partir de ese instante comienza una investigación a lo “CSI” renacentista, con un Jordi Mollà en plan vengador justiciero, para descubrir justamente lo que el director y los demás guionistas se han encargado de explicar con pelos y señales hasta ese momento.
Antonio Pérez y Ana de Mendoza son detenidos la noche del 28 al 29 de julio de 1579, acusados de haber traicionado a su rey y de haber revelado secretos de Estado a los rebeldes flamencos y a otras personas. La escena de la detención de la princesa para ser conducida a Pinto resulta del todo fuera de lugar, carece de todo sentido el que la dama se desnudase delante de los representantes de la justicia y la grandeza de España, Rodrigo de Villena (Willian Miller) para vestir un traje para la ocasión acorde con su rango, en un alarde más de soberbia y orgullo de los que la vieja nobleza española estaba sobrada y de una alta dosis de frivolidad.
Esta escena tiene lugar en presencia de su fiel Bernardina Cavero, extraordinariamente interpretada por Concha Cuetos, no era ésta persona de elevados principios pero sabía cuál era su sitio y su deber. Ahora esta mujer astuta se acercaba a los cincuenta años y hacía una veintena que servía a la princesa. Su marido estaba empleado como escribiente en las fincas de Pastrana y ayudante del preceptor de los hijos de Ana. Además su hijo se estaba preparando para ser administrador de Pastrana, de modo que sus intereses corrían paralelos a los de Ana de Mendoza. Bernardina se sentía unida a su benefactora y satisfecha de su situación en la vida.
La Princesa de Éboli y Felipe II.www.laconjuradeelescorial.com
Contrasta con la figura de la princesa la de Juana Coello, papel protagonizado por Rosana Pastor; actuación espectacular que pone en valor la dama entregada, fiel y enamorada de su esposo Antonio Pérez, a pesar de haber sido vilipendiada y humillada por éste. Una hechura perfecta de abnegación de la que hizo gala esta mujer hasta el final de sus días.
No obstante el secretario Pérez sigue despachando con el Rey hasta que en 1584, se abren contra él dos procesos judiciales, el uno por cohecho, el otro para averiguar su responsabilidad en el asesinato de Escobedo. Pérez empieza a temer y, el 31 de enero de 1585, intenta huir sin éxito. Entonces decide preparar seriamente su defensa, poniendo a salvo documentos que puedan comprometer al Rey, destruyendo algunos de ellos, tal vez fabricando otros. El 19 de abril de 1590, Antonio Pérez aprovecha una visita de su mujer para cambiar de vestidos con ella y así disfrazado fugarse de la cárcel para solicitar la protección del justicia mayor de Aragón Juan Lanuza.
Doña Bernardina (Concha Cuetos).www.laconjuradeelescorial.com
A pesar de todo, lo que hace de este drama histórico una oportunidad perdida de hacer una buena película es la historia de amor entre Damiana (Blanca Jara) y el alguacil Espinosa (Jürgen Prochnow). Los guionistas han tratado de integrar e hilar en la película, de suerte que sirviese de trasfondo al resto de la narración, pero se trata de algo forzado, fuera de lugar y poco creíble. Una increíble y cómica historia de amor entre el personaje del aguacil, antiguo combatiente de los tercios españoles, y la joven morisca pobre. Las digresiones amorosas y espadachinas están incrustadas con calzador en un relato que pide a gritos un tempo más austero.
Otro de los aspectos que restan credibilidad a la película es que el original fuese rodado en inglés y que para la versión española los actores españoles tuviesen que doblarse. La animadversión hacia ellos no hace sino aumentar al escuchar sus cargantes voces o la tonalidad tan carente de sentido de sus frases.
Para finalizar, el elevado presupuesto de la producción hispano-italiana ha permitido que la película sea un cúmulo de virtudes técnicas, todas ellas enfocadas para lograr una cuidada ambientación de la España de finales del siglo XVI que incluye la reconstrucción de las escenas con un vestuario inspirado en los cuadros y literatura de la época, ostentosos vestidos, un destacable maquillaje, gracias a lo cual la película resulta vistosa, especialmente en escenas como las del baile de máscaras, y un elaborado trabajo de localizaciones y de dirección artística.
Personajes como Felipe II, Ana de Mendoza, Antonio Pérez, Escobedo, el duque de Alba, Mateo Vázquez,… se desenvuelven, y nosotros con ellos, durante los minutos de metraje por lugares iguales a los que había en el siglo XVI, en el Escorial, Madrid, la catedral de Toledo, el palacio de don Álvaro de Bazán en Viso del Marqués (Ciudad Real), los baños árabes de Jaén, el palacio de Jabalquinto, la plaza de Sta. María o la catedral de Baeza, la plaza Vázquez de Molina, el Parador o la capilla del Salvador de Úbeda. Pero a pesar de lo espectacular de los escenarios y la corrección de ambientes y dirección artística, no se llega a presentar con acierto la magnitud que en ese momento tenía el Imperio gobernado por Felipe II.
También aquí se comete una importante imprecisión que podría haber sido evitada, cuando al final se recurre a un plano aéreo del Escorial que para esa fecha aún no se había concluido su edificación.
En definitiva, una producción que podría haber sido un gran drama histórico y que debido al desconocimiento de los hechos ocurridos, el recurso a los tópicos, la introducción de historias innecesarias por absurdas, el gasto de metraje en resolver la conjura cuando se conocían los culpables… hacen de esta película una nueva oportunidad desaprovechada por el cine español.
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ISSN 1988-8848 |