FRANCISCO DE MIRANDA
Y EL CINE HISTÓRICO
Francisco de Miranda and historical film
Dra. María Dolores Fuentes Bajo
Historiadora
Cádiz
Recibido el 19 de Febrero de 2016
Aceptado el 17 de Marzo de 20165
Resumen. Esta investigación se propone ofrecer una serie de reflexiones sobre el cine que se realiza en la República Bolivariana de Venezuela, en especial, el de temática histórica.
Palabras clave. Cine venezolano, “Historia Patria”, Diego Rísquez, Luís Alberto Lamata.
Abstract. The text aims to offer a series of comments about the Bolivarian Republic of Venezuela Cinema. The discussion is focused particularly on the production of historical films.
Keywords. Venezuelan Cinema, “Historia Patria”, Diego Rísquez, Luis Alberto Lamata.
1.-Venezuela y sus héroes
La Historia, para ser más precisos, un determinado periodo de ella, ha tenido desde siempre una especial significación en este país. Para Venezuela, como para otras muchas repúblicas latinoamericanas, la gesta emancipadora y sus caudillos ocupan lugar de primerísimo orden en la memoria colectiva. Se trata de un género con unas características bien definidas que recibe la denominación de “Historia Patria”.
Para estudiar sus orígenes debemos retroceder a finales del siglo XIX. En el caso concreto de Venezuela, se fragua durante la presidencia de Antonio Guzmán Blanco (1870-1888), periodo en el que toman forma definitiva símbolos patrios como el himno nacional “Gloria al bravo pueblo” y, lo que es más importante, es cuando empieza a rendirse un auténtico culto a los héroes que protagonizaron la ruptura con la monarquía hispánica y el surgimiento del estado-nación, como Francisco de Miranda, apodado el Precursor, y Simón Bolívar, entre otros (Carrera Damas 1975: 11; Carrera Damas 1983: 107-145; Aguirre Brito 1983: 6-22; Mora 2002: 101-113).
Bajo el mandato de Guzmán Blanco se acondiciona, incluso, un antiguo templo colonial para convertirlo en última morada de los Próceres. Nos estamos refiriendo al Panteón Nacional, antes parroquia de Altagracia. En esta misma línea, se coloca en el corazón de la antigua plaza mayor de la capital una estatua ecuestre de El Libertador, obra del escultor Adamo Tadolini, pasando a denominarse a partir de entonces Plaza Bolívar (1). Las palabras del presidente Antonio Guzmán Blanco, en uno de sus discursos, fueron bastante elocuentes, en este sentido, pues llegó a afirmar con rotundidad y absoluto convencimiento que, después de Jesucristo, el personaje más importante de la Historia de la Humanidad había sido, obviamente, Simón Bolívar (Salvador González 2009: II 317).
Las auténticas razones de esta visceral admiración del presidente por El Libertador no son fáciles de sintetizar en pocas palabras. Cabe pensar que guardan relación con la necesidad del propio Guzmán Blanco de legitimar y justificar el régimen autoritario implantado por él.
No sería ésta la única vez que la Historia Patria venezolana es utilizada por los políticos de turno. Si nos detenemos, por ejemplo, en el momento presente, determinadas realidades del país parecen estar en la misma línea. Llama la atención el hecho de que esa Historia Patria de la que venimos hablando esté más presente que nunca, a pesar del tiempo transcurrido. Lo prueba la nueva denominación del estado que ya no es Venezuela sin más, sino República Bolivariana de Venezuela. Acuñado el nombre por el Chavismo, pretende aludir a la marca indeleble que Simón Bolívar dejó en el pueblo venezolano.
El régimen orquestado por Hugo Chávez y continuado por Nicolás Maduro ha ido más allá, calificando todas sus realizaciones de “bolivarianas”, al considerar el término de su exclusiva propiedad.
Tampoco en este caso, la admiración por el pasado es obra del azar. Es más, se detecta una utilización de forma bastante evidente de la historia por parte del régimen chavista. Hay, en este sentido, una intencionalidad clara de reinventar, de reescribir el pasado heroico de Venezuela, poniéndolo al servicio, claro está, de la Revolución Bolivariana (Langue 2011: 26-45).
Pero hay otro punto que interesa para el tema que nos afecta, dejando a un lado cualquier juicio de valor sobre el controvertido chavismo (Got 2006; Maihold 2007; Marcano-Barrera Tyszka 2006; Caballero 2000; Kaplan 2001; Langue 2002), que está lejos de ser nuestro objetivo. Pretendemos dirigir nuestro análisis al cine y al papel que juega como divulgador de esa “nueva” Historia Patria y, en último término, de la Revolución Bolivariana.
La importancia de los símbolos patrios se aprecia en las más diversas manifestaciones.
Sirva de ejemplo, esta fotografía de los componentes de la Orquesta Sinfónica Simón Bolivar
ataviados con la bandera nacional,©www.entodonoticias.com.
2.- ¿Cine e Historia?
El cine realizado en Venezuela ha experimentado cambios sustanciales en los últimos años; en ello ha incidido, sin duda, el espaldarazo recibido por las propias autoridades gubernamentales (2). En el año 2006, por poner un ejemplo, nació una productora de cine financiada directamente por las propias arcas del estado; se la conoce por “Fundación Villa del Cine” y su sede está a las afueras de Caracas.
Pero ha habido otras muchas realizaciones dirigidas a potenciar y estimular el cine nacional. En la actualidad, proliferan los festivales y hay políticas especialmente destinadas a llevar el cine a aquellas capas de la población más desfavorecidas, mediante salas de exhibición itinerantes que llegan hasta los mismos “ranchitos” (3) y cuyos largometrajes son proyectados de manera gratuita (4).
No obstante, las críticas apuntan a que el gobierno está interesado sólo en promocionar un tipo concreto y específico de cine, aquél que justifica la Revolución Bolivariana, al tiempo que divulga sus logros. Lo cierto es que se ha llegado a decir por parte de la propaganda chavista que el séptimo arte tiene que cumplir una serie de metas: su objetivo no debe ser tanto entretener al pueblo como instruirlo en los valores bolivarianos (Fuentes Bajo 2015: 137-144).
Y es en este punto donde volvemos a tratar de “nuestra” historia de héroes y libertadores, pues un buen número de películas estrenadas en el país en los últimos años aborda esta temática. Se trata de un tipo de cine al que de forma bastante elocuente se cataloga de “cine patriótico” (Fuentes Bajo 2014).
Entre las películas recientes que recrean ese periodo histórico destacaríamos seis largometrajes realizados entre 2000 y 2013: “Manuela Sáenz, la libertadora de El Libertador” (Diego Rísquez, 2000), “Francisco de Miranda” (Rísquez, 2006), “Miranda regresa” (Luis Alberto Lamata, 2007), “Taita Boves” (Lamata, 2010), “Bolívar, el hombre de las dificultades” (Lamata, 2013) y, en último lugar, “Libertador” (Alberto Arvelo, 2013).
Precisamente, es nuestro propósito analizar dos de estas películas, señalando el contexto en que fueron realizadas y los objetivos marcados por sus respectivos directores. La primera de ellas, “Francisco de Miranda” es una obra con el inconfundible sello del artista plástico y cineasta Diego Rísquez (5), mientras que “Miranda regresa”, estrenada solo con un año de diferencia, es un largometraje distinto. También su director, Luís Alberto Lamata, tiene una concepción del cine diferente y, desde el punto de vista de su posicionamiento ante la vida, es claramente más pragmático, lo que se refleja en su obra (6).
Pero serán cuestiones en las que abundaremos después; interesa, para concluir este punto, reiterar que este cine, salvo contadas excepciones, está al servicio del régimen y que ofrece al espectador una lectura bastante especial de este periodo de la historia.
3.-Ejemplos de cine patriótico
Como paso previo a nuestro comentario, unas breves consideraciones sobre los directores de las películas.
De Diego Rísquez (Juan Griego, isla Margarita, 1949), el realizador de “Francisco de Miranda”, destacaríamos su faceta de creador en el sentido más amplio de la palabra: fotógrafo, pintor, actor teatral y, por supuesto, cineasta. Su formación académica no fue sistemática, realizando estudios que nunca concluyó en distintas Facultades. Fue bohemio y se rodeó de personas semejantes a él, lo que no siempre fue comprendido. En ello pudieron influir sus frecuentes viajes y estancias en el extranjero.
Todo lo apuntado dejó huella en su producción fílmica. En sus años de juventud realizó un cine de vanguardia, experimental, que llegó a ser premiado en el Festival de Cannes, aunque en Venezuela los reconocimientos llegarían más tarde. Un ejemplo de esta etapa sería uno de sus cortometrajes, el titulado “A propósito de Simón Bolívar”, que llegó a ser censurado; a su lado deberíamos citar su “Trilogía Americana”, donde ensaya nuevas formas de expresión, al margen de argumentos convencionales y diálogos hablados.
Como realizador de “cine patriótico”, en el contexto del Chavismo, Rísquez ha rodado dos películas interesantes: “Manuela Sáenz”, del año 2000, y la que es objeto de nuestro estudio, “Francisco de Miranda”, de seis años más tarde.
Con “Manuela Sáenz, la libertadora de El Libertador” Diego Rísquez hace su entrada en un cine de formato más tradicional. Es una cinta, desde el punto de vista estético, extraordinariamente cuidada, nota característica de toda la filmografía de Rísquez, con un argumento sólido y una excelente interpretación de los actores. Todo ello hizo que fuera un éxito de taquilla, en su momento.
Políticamente, Rísquez no destaca por su militancia en nada o, al menos, es lo que puede deducirse de sus declaraciones en distintos medios (7).
De otro lado estaría Luís Alberto Lamata. Nacido en Caracas y diez años más joven que Rísquez, dirigió en 2007 “Miranda regresa”. Presenta una trayectoria diferente: no es tan versátil como el anterior director y su vida, sospechamos, no fue bohemia en ningún momento.
Graduado en Historia por la Universidad Central de Venezuela, tuvo claro desde sus comienzos que la cámara era su instrumento de trabajo, si bien razones de peso le obligaron a compaginar la realización de películas con otro tipo de productos fílmicos de distinta, por no decir, menor categoría. Desde el inicio de su vida profesional, ante la imposibilidad de vivir exclusivamente del cine, realizó para las distintas televisoras venezolanas un tipo de programas de enorme acogida en el país: la llamada “telenovela cultural”. No requerían estos espacios dramáticos enormes dosis de creatividad pero proporcionaban unos ingresos sustanciosos. El nombre de Lamata es muy conocido por este tipo de producciones. Dirigió en los años 80 la primera de sus telenovelas, mientras que la última es de apenas hace un año.
Desde el punto de vista del cine histórico al que nos estamos refiriendo, ha llevado a las pantallas a los grandes líderes de las guerras de emancipación, como Francisco de Miranda (“Miranda regresa”, 2007), Simón Bolívar (“Bolívar, el hombre de las dificultades”, 2013) o el polémico antihéroe José Tomás Boves (“Taita Boves”, 2010) (Fuentes Bajo 2012: 181-193).
Nuestro director no se mantuvo indiferente tras la llegada del Chavismo al poder. De nuevo, el Lamata realista salió a la luz. Desde sus comienzos ha venido colaborando con la productora estatal Villa del Cine, aceptando rodar por encargo algunas películas. El largometraje “Miranda regresa” fue, de hecho, la primera producción de la Villa, que no reparó en gastos (según algunas fuentes denunciaron, en su momento). Se estrenó en 2006 y cuatro años más tarde, en 2010, se llevó a la televisión como serie.
Fue su primera realización, como se ha mencionado, y quizás la más emblemática. A pesar de haber transcurrido nueve años desde su estreno, mantiene toda su actualidad para los círculos gubernamentales. Puede servir de ejemplo lo ocurrido el pasado mes de julio y que ha sido difundido en internet. El día 14 de ese mes, con motivo de cumplirse el segundo centenario de la muerte de Francisco de Miranda, el presidente Nicolás Maduro anunció en un discurso difundido a la nación que esa noche todas las cadenas de radio y televisión transmitirían la película “Miranda regresa”, como un respetuoso homenaje de todo el pueblo venezolano a este personaje, en un día de tan triste memoria. Esta disposición de Maduro motivó, como es de suponer, protestas porque era una forma de violentar la libertad de la ciudadanía que de forma obligada debían asistir a la proyección de la cinta, si se decidía a conectar su aparato de televisión. Aunque más perjudicados fueron los radioyentes. Obedientes a la orden presidencial, las emisoras de radio transmitieron la película de Lamata, pero evidentemente solo el audio (8).
Dejando, momentáneamente, este largometraje, lo cierto es que otras producciones de Lamata han transcendido más allá de lo estrictamente cinematográfico. Viene al caso recordar otra obra suya, “Bolívar, el hombre de las dificultades”, de 2013, cuyos actores recibieron las máximas condecoraciones que puede otorgar la nación como expresión de reconocimiento por haber recreado en el cine esa historia heroica, tan sentida por todo el pueblo de Venezuela. Para Roque Valero, actor que daba vida a Simón Bolívar, supuso el inicio de una carrera política que le ha llevado hasta la mismísima Asamblea Nacional, en calidad de diputado (9).
Esta colaboración de Lamata con la productora estatal ha tenido para nuestro director consecuencias de diverso tipo. De un lado, obviamente, le ha servido para promocionarse, en tanto en cuanto su cine ha llegado a todos los lugares del país. Ni que decir tiene que ha sido, además, una lucrativa inversión económica para él.
De otro lado, sin embargo, la etiqueta de “chavista” le ha granjeado enemigos entre los opositores al gobierno que infravaloran sus películas, no por ellas mismas, sino por la alianza manifiesta de Lamata con los políticos en el poder.
En nuestra opinión, la opción de Luís Alberto Lamata es simplemente la de un superviviente (10). En otro lugar destacábamos del cineasta su carácter pragmático. Decidió simultanear la dirección de telenovelas con la de largometrajes porque era la forma de financiarlos. Por la misma razón, cabe pensar que cuando los chavistas llegaron al poder, no vio otra salida que adaptarse a la realidad que le había tocado vivir. En ese contexto, decidió trabajar para la Villa del Cine, pues con las ganancias que proporcionaban sus encargos, podía estar en condiciones de rodar largometrajes más personales y arriesgados, que no serían candidatos a conseguir financiación por los cauces oficiales (Fuentes Bajo 2012).
4.- Francisco de Miranda y el cine venezolano
Una vez analizada, a grandes rasgos, la trayectoria personal y profesional de los directores, continuemos con la lectura que hacen de la figura de Francisco de Miranda, deteniéndonos en sus objetivos al llevarlo al cine.
En ambos casos, Rísquez y Lamata persiguen una meta ambiciosa: recrear en la pantalla todos los acontecimientos de la vida de Francisco de Miranda; cuestión bastante difícil porque Miranda vivió 66 años (de 1750 a 1816), una existencia demasiado dilatada en el tiempo. Por otra parte, la vida de El Precursor encierra demasiadas vivencias -valga la redundancia-, siendo difícil condensarlas en las dos horas que tiene un largometraje convencional (11). De esta forma, fue un político, un intelectual, un hombre de ciencia, un profundo amante de la vida, un militar… y podríamos seguir enumerando facetas de este ilustre personaje (Picón Salas 1946; Nectario María 1984; Egea 1987; Parra Pérez 1925; Díaz-Trechuelo 1999; Hernández González 2006; Lucena Giraldo 1989; Grases 1957).
Los dos directores se valen de una serie de recursos para abordar esa larga existencia. Diego Rísquez, acertadamente, cuenta con dos actores para encarnar al personaje. Leandro Arvelo interpreta al Miranda joven que reside con su familia en Caracas, mientras que Luís Fernández hace el papel de Francisco de Miranda adulto, de ese hombre viajero y revolucionario que tiene poco que ver con el anterior. Por medio del maquillaje, se logra con relativo éxito crear la ilusión del paso del tiempo hasta alcanzar la madurez.
Francisco de Miranda (Rísquez, 2006), ©Producciones Guakamaya.
Luís Alberto Lamata, en cambio, piensa en un solo actor, Jorge Reyes, que apenas aparece caracterizado a lo largo de la película, salvo en lo que afecta, quizá, al color del pelo. Eso a veces da lugar a secuencias no del todo acertadas, como las que inician el largometraje; aparece en ellas Jorge Reyes dando vida a un Miranda veinteañero, lo que es poco creíble para el espectador, dado que este actor en el momento del rodaje tenía 36 años.
Vayamos a otra cuestión que no tiene que ver ya con la idoneidad o no de la elección de los actores protagonistas y sí con esa voluntad de ambos cineastas de contar todo lo que se conoce y está documentado sobre Miranda. Ante la imposibilidad material de abordar de manera exhaustiva su biografía, se ofrece en ambos casos una selección de escenas, casi yuxtapuestas, que pretenden condensar lo más significativo de nuestro prócer.
Miranda regresa (Luis Alberto Lamata, 2007), ©Villa del Cine.
Evidentemente, cada uno de los directores tendrá unos criterios distintos a la hora de definir estas escenas, su duración y contenido. Para Rísquez hay muchas facetas de interés encerradas en Miranda, no exclusivamente aquellas que se refieren a Miranda como héroe. De esta forma, la película de Diego Rísquez pretende captar la compleja personalidad de Francisco de Miranda. De un lado, nos presentará su lado más humano e íntimo, mientras que, de otro, abordará su compromiso político y su férrea voluntad de llevar la independencia a Venezuela (Fuentes Bajo 2015).
En la película de Luís Alberto Lamata, sin embargo, sólo interesa representar al Prócer, al Héroe, con mayúsculas. De ahí tal vez los recursos de que se vale el director o, mejor, la ausencia de ellos. No interesa la adecuada caracterización de los personajes, pasa a un segundo plano la credibilidad de los diálogos, no repara en la discutible actuación de los artistas (12).
Lamata plantea una película que tiene mucho de documental didáctico para ser proyectado en las escuelas y salas de exhibición itinerantes de los barrios (como así ha sido). Frente a esta cinta que quiere ser un canto al revolucionario, la obra de Rísquez es una película de autor, rompedora y poco ortodoxa, como ha sido el sello de toda la producción de este director.
En la obra de Diego Rísquez hay mucho de su visión crítica del mundo, de su inteligente sentido del humor. Por su parte, en el “Miranda regresa” de Lamata predomina, con razón, esa visión oficial y acartonada del héroe, pues es una película de la Villa del Cine que, incluso, ha dado ya el guión escrito a Luís Alberto Lamata.
En su “Francisco de Miranda” Rísquez nos propone, escuetamente, su punto de vista. La película de Lamata, en cambio, pretende metas más complejas. Está entre sus miras reescribir una nueva Historia Patria, en este caso con Francisco de Miranda de protagonista. La película es, sin duda, muy interesante en tanto en cuanto presenta una versión “bolivariana” del Precursor, así como de su proyecto político.
5.- Últimas reflexiones sobre los héroes y el cine en Venezuela
Se han analizado las notas distintivas de un género histórico muy interesante, la Historia Patria. Se han señalado los rasgos peculiares que asume en Venezuela y como su vigencia es indiscutible en el contexto de la Revolución Bolivariana. La reescritura de la Historia Patria es necesaria en las actuales circunstancias políticas y el cine, como se ha comprobado, puede ser un instrumento, una vía de divulgación del nuevo ideario.
Como ejemplo de lo dicho, se han comparado dos largometrajes que tienen de protagonista a Francisco de Miranda, el Precursor. Se trata de obras muy interesantes y, hasta cierto punto, complementarias, sobre todo porque, de alguna manera, representan dos formas de hacer cine.
El Miranda de Rísquez, es fiel reflejo de su director: creativo, heterodoxo, único…Por su parte, Lamata se limita a cumplir los designios marcados por la productora estatal, pero el resultado es enormemente valioso para el estudioso, porque continuamente está aludiendo a los problemas y realidades de la Venezuela actual.
Notas
(1) www.monedasdevenezuela.net/articulos/el-bolivar-cumplio-135-anos-como-moneda-oficial-de-venezuela. Guzmán Blanco estableció, igualmente, el Bolívar como unidad monetaria en 1879. En el anverso se representa una efigie de Simón Bolívar, mientras en el reverso tiene grabado el escudo de la república de Venezuela.
(2) www.programaibermedia.com/nuestras-cronicas/los-logros-del-cine-venezolano-primera-parte
(3) Reciben este nombre viviendas de autoconstrucción, ubicadas por lo general en zonas de extrema marginalidad.
(4) En estas políticas relativas al Séptimo Arte fue clave el modelo cubano. Véase www.laizquierdadiario.com/Cuba-cine-y-revolucion
(5) www.filmaffinity.com/es/film437779.html
Ficha técnica de “Francisco de Miranda” (Diego Rísquez, 2006)
Duración: 90 minutos
Guion: Leonardo Padron
Producción: Pedro Mezquita-Liz Mago
Fotografía: Cesary Jaworsky
Música: Eduardo Marturet
Intérpretes: Luis Fernández, Leandro Arvelo, Mimí Lazo, Jean Carlos Simancas (6) www.filmaffinity.com/es/film732926.html
Ficha técnica de “Miranda regresa” (Luís Alberto Lamata, 2007)
Duración 149 minutos
Guión: Henry Herrera y Angélica Vaulla
Producción: Coproducción Venezuela- Cuba; Fundación Villa del Cine
Fotografía: Vitelbo Vázquez
Música: Francisco Cabrujas
Intérpretes: Jorge Reyes, Luís Abreu, Mimí Lazo, Alberto Alifa
(7) Performancelogia.blogspot.com.es/2007/04/biografa-de-diego-risquez-analisse.html
(8) www.noticias24.com/venezuela/noticia/320165/gobierno-transmitio-en-cadena-nacional-la-pelicula-miranda-regresa
(9) www.eluniversal.com/noticias/politica/asamblea-nacional-juramento-roque-valero-como-diputado_11001
(10) www.el-nacional.com/escenas/Villa-Cine-burbuja-miedo-tocar_0_226177500.html
(11) La película de Rísquez tiene 90 minutos, mientras que la de Lamata es más larga, 149 minutos.
(12) Elcinescopio.blogspot.com.es/2007/10/regres-miranda.html
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