MIDNIGHT IN PARIS (W. Allen, 2011)
PARÍS ERA UNA FIESTA

Midnight in Paris (W. Allen, 2011)
A Moveable Feast

Lcdo. Nortan Palacio
Filólogo
Madrid

Recibido el 13 de Septiembre de 2011
Aceptado el 25 de Septiembre de 2011

Resumen. El artículo intenta desvelar las claves de la última película de Woody Allen estrenada en España Midnight in Paris, mediante el descubrimiento de los elementos recurrentes en la filmografía del viejo Allen, siendo los más importantes: una gran ciudad como fondo de la historia, un personaje neurótico con ansias de transcender mediante la literatura, la crítica a la sociedad burguesa americana y la antítesis entre las dos costas de los Estados Unidos, los inmensos referentes culturales del director y la recurrencia de éste a sus viejos ensayos, cuentos u obras de teatro para rehacerlos en nuevas, pero no por eso menos interesantes, historias. Así mismo pone de manifiesto el gran homenaje que Allen hace a unos artistas que poblaban París en los años veinte bajo el auspicio de Gertrude Stein como la madre de todos y la genialidad de Ernest Hemingway (papá Hemingway) de quien bebe mucho Allen para esta historia de su novela póstuma París era una fiesta (Hemingway 1964) y la que le da el subtítulo a este artículo.
Palabras clave. Woody Allen, Gertrude Stein, Hemingway, Literatura.

Abstract. The text attempts to reveal the keys of the latest Woody Allen film premiered in Spain, Midnight in Paris, through the analysis of this director recurring elements. Among others there is often a great city as scenario for the narrative, a neurotic personage eager to improve itself through literature, a critic of US middle class, the contrast between West and Pacific coasts, specific cultural references that identify the director, the use of his own essays, short stories or pieces of theater. The movie is a tribute not only to some artists who lived in Paris during the 1920’s and the Gertrude Stein’s group but also to the genius of Ernest Hemingway, author of the novel A Moveable Feast published in 1964.
Keywords. Paris, Woody Allen, Gertrude Stein, Hemingway, Literature.

 


Cuando se estrenó Midnight in Paris (2011), de Woody Allen, en España, una de las cuestiones que más se escuchaba en cualquier conversación sobre la película era que no debían desvelarse algunos de los asuntos que el argumento trataba, puesto que se echaría a perder la película para quien la fuera a ver después; aunque siempre he pensado que, si esto fuera importante, nadie debería desvelar el final de Romeo y Julieta ni el de Otello a alguien que nunca hubiere leído o visto estas maravillas de Shakespeare. Sin embargo, (casi) todo el mundo conoce estos finales y no por eso dejan de ser obras maestras; por lo tanto, no creo que si en este artículo se desvela algo de lo que en esta película sucede, eche a perder un ápice de esta gran obra de Allen.

No digo “gran obra” con ironía, sino porque es lo que considero que ha hecho el maestro neoyorquino con éste, su último estreno, porque ha conseguido lo que con otras películas no había logrado: reconciliarse con muchos de los seguidores de las primeras películas llenas de gags, algunos inconexos; deleitar a su logia, los que siempre le han seguido aunque haya alumbrado filmes como Scoop (2006), o Conocerás al hombre de tus sueños (2009), bastante alejados de sus obras maestras; acallar a algunos que creen que en sus filmes sólo se habla de parejas en conflictos, hombrecillos nerviosos o psicoanalistas listos; y, sobre todo, acercar su cine a aquellos que antes no entendían a este viejo filósofo, de hecho, ya es considerada la película más vista de Allen de todas las estrenadas en España.

Con sencillez, sin ningún elemento novedoso, muchos creen que se ha renovado, aunque los que lo conocemos, de siempre, de su cine, su teatro, su literatura, sus ensayos, de su música… sabemos que no es así, simplemente se ha recreado en lo que todos conocemos de él, como viejos amigos.

Tenemos una gran ciudad (no es Nueva York, ya lo sabemos, pero ya antes había estado ahí con su musical, ya había venido más veces a Europa, últimamente con gran asiduidad: Londres, Barcelona, Oviedo, Roma y también  París -no sólo con Todos dicen I love you (1996) sino también, antes, con ¿Qué tal, Pussycat? (1965), la que fue su primera película como guionista y actor-), retratada como a él le gusta retratar las ciudades que ama: nos muestra lo mismo que vemos cuando estamos en ellas, pero diferente, visto a través de sus gafas de pasta. Tenemos una música que ama y que no necesitamos ni siquiera mencionar; tenemos la voz en off de un hombrecillo neurótico: Gil, necesitado de un psicoanalista, personaje que nunca parece estar a gusto con  el momento que le ha tocado vivir y añora la “edad de oro”; tenemos las complicadas relaciones de pareja, la burla a la sociedad burguesa norteamericana; tenemos mujeres hermosas (por dentro y por fuera compárese a Kathy Bates con Marion Cotillard,  Rachel  Mc Adams o la Primera Dama de Francia), las tensiones entre las dos costas de los Estados Unidos representadas por Nueva York y Los Ángeles y, finalmente, tenemos, “sobre expresado”, el bagaje cultural que maneja Woody Allen con toda la carga de ironía con que siempre mira a sus clásicos. No falta ni siquiera el pedante, sabihondo que podría retratar un contrapunto de sí mismo, pero que, al expresar sus conocimientos de manera academicista, nos cae rematadamente mal. Finalmente, tenemos una historia que ha retrotraído de otras historias escritas por él, en sus comienzos, como escritor en la revista The New Yorker en los años 70.

Las siguientes líneas intentan analizar algunos de los elementos más importantes que Woody Allen utiliza en la película y, que aunque parezcan novedosos no son más que recurrentes elementos de su vieja, pero estupenda, obra y vida.

La ciudad

París, retratada como él quiere, véase el poster de la película; el fondo como un cuadro de uno de sus admirados: Vincent Van Gogh; el amor que siente por París se aprecia claramente; siempre dice que si no viviera en Nueva york viviría en París y que disfruta mucho presentándola tal y como él la percibe. París es una ciudad que todos tenemos en la retina (yo estoy en ella mientras escribo este artículo) y, aunque a todos nos parece maravillosa, no la encuentro tan estupenda como cuando la veo en esta película, es como cuando tenemos en el recuerdo algún paisaje antiguo y al volver a verlo preferimos seguir recordándolo como lo imaginábamos, menos mal que ahí están las películas de Allen para hacer que nuestra imagen se vuelva eterna. Esto mismo nos pasa con la Nueva York retratada por Allen.


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Allen tenía ganas de rendirle homenaje a algunas ciudades que, como antes dije, ama; ya lo hizo con Londres, Barcelona y en su último trabajo, aun no estrenado, con Roma. En París se atreve con la ciudad actual y, además, recrea la de los años veinte y la de la “Belle Époque”. Pero sobre todo rinde homenaje a ese París de los 20 con Gertrude Stein y Alice Toklas, con Picasso, Dalí, Buñuel, Scott y Zelda Fitzgerald, el torero Belmonte, y su admirado Hemingway, recreándola casi como la describe éste último en su novela, París era una fiesta (Hemingway 1960). Así, la medianoche parisina de Gil-Allen siempre está de fiesta. Este París de los veinte reunió en sus calles y sobre todo en casa de Gertrude Stein a una cantidad de genios como pocas veces se ha dado en un mismo espacio y tiempo, había franceses, ingleses, irlandeses pero, sobre todo, españoles y americanos como los propios hermanos de la  Stein; de hecho, en estos días París rinde homenaje y a estos mecenas con una exposición en el Gran Palais (L´aventure des Stein). Woody Allen que conoce a todos estos personajes los ha ido, “deconstruyendo” a través de cuentos o ensayos, sobre todo en el titulado: Para acabar con los libros de recuerdos. Memorias de los años veinte; publicado en la revista The New Yorker y recogido en el volumen Como acabar de una vez por todas con la cultura (Tusquets, Fábula, 1974), de donde brota el germen de esta película.  Todo ese amor, ese respeto que siente por estos artistas, lo refleja Allen en el personaje de Gil, un personaje que al volver a París después de muchos años, sufre unas ensoñaciones que lo colocan en una situación desestabilizada como a casi todos los personajes de Allen, donde la ciudad recibe un tratamiento tan subjetivo como el Nueva York de Manhattan (1979), Broadway Danny Rose (1984), Días de radio (1986), etc., por nombrar sólo algunas de sus películas “con ciudad al fondo”.

El personaje

Gil es, como casi siempre en las películas de Allen, al menos desde Annie Hall (1977), un personaje basado en él mismo, repetido en sus películas hasta la saciedad: guionista de películas en un Hollywood que no le gusta y que, en realidad, lo que desea es escribir un libro emulando a los genios literarios admirados por él; Hemingway (papá Hemingway como Allen lo llama) Scott Fitzgerald, etc. Este personaje se debate entre la satisfacción de los deseos propios, la atormentadora incógnita de las mujeres y la capacidad que éstas tienen para salvarle o destruirle como el Alvy Singer de Annie Hall (1977), o entre la percepción de lo real y lo imaginario como el Sandy Bates de Recuerdos (1980).

Owen Wilson es el actor escogido para interpretar Gil (nótese que los nombres de los personajes ya nos dan una idea del hombrecillo ordinario que tiene éxito profesional en una profesión que, aunque cercana a la que aspira, no le gusta; Alvy, Sandy, Isaac, Dany o Gil pero que con las mujeres parece irle peor) Wilson se parece a Woody más que ningún otro actor que lo haya interpretado como su “alter ego” aun cuando éste en realidad no pretende interpretarlo así, pero es el que más se le acerca; sin tics (recuérdese a Kennek Branagh en Celebrity (1998), o a Hugh Grant en Granujas de medio pelo (2000) etc.) ni gestos nerviosos.  A pesar de lo que Allen dice de él: “al pensar en Wilson en un principio creía que Owen sería encantador y divertido, pero mi miedo era que no daba la imagen de alguien del este (de USA)” o cosas como “tiene una vis cómica maravillosa, un instinto cómico que es muy distinto al mío pero maravilloso en su estilo, es un rubio texano, el típico héroe del hombre de a pie…”; sin embargo, cuando en algunas escenas de la película lo vemos andando algo desconcertado por las calles de París, parece que estuviéramos viendo al Allen de Manhattan (1979), cuando nos decía que Nueva York era para él: “una metáfora de la decadencia de la cultura contemporánea”. Quizá el mismo Allen ha olvidado que una de sus biografías (autorizada y quizá la mejor construida, escrita por Graham Mc Cann) se titula: Woody Allen. El genio de a pie (Mc Cann Espasa Calpe 1990).


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Lo que más le preocupaba a Allen era que la imagen de chico californiano de Wilson no se adaptara al personaje y por eso dice que cuando se dio cuenta de que Gil podría ser de la costa oeste lo haría más rico, reescribió el personaje pero sin dejar de plantear la idea de los polos: negativo, la costa oeste, representada por Hollywood; y positivo, la costa este con su Nueva York amado (aunque aquí lo cambie por París, no olvidemos que en varias ocasiones ha dicho que Nueva York es la ciudad más europea de los Estados Unidos).

“Perdónenme si tiendo a sentimentalizar el pasado” nos dice Allen en off al principio de Días de radio (1986), mientras se nos muestra un Nueva York empapado por la lluvia triste y gris, se puede decir que en Midnight in Paris el comienzo es calcado puesto que es casi lo mismo que nos cuenta Gil al principio de esta película, también con su voz en off, pero la lluvia, ahora, cae sobre la ciudad de la luz. Con esto vemos que en realidad el personaje es otra vez el “alter ego”de Allen, por muy californiano que sea.

Referencias culturales de Woody Allen

Después que terminó los estudios secundarios con calificaciones más bien mediocres se matriculó en la Universidad de Nueva York para estudiar filmografía pero prefería perderse las clases para pasar las tardes en el cine por lo que fue expulsado de ésta en el primer semestre, como el Alvy de Manhattan ((1979), o el Harry de Deconstructing Harry (1997), y (para evitar que “su madre no se encerrara en el baño y se tomara una sobredosis de fichas de dominó”, como nos cuenta Alvy Singer que hace su madre en Manhattan (1979) después de este episodio) se matriculó en las clases nocturnas gratuitas del City College, sin embargo, también tuvo un paso breve por allí. Es decir que no terminó ninguna carrera, humanística, cinematográfica, ni científica; no obstante esa, casi, necesidad que tienen los judíos por el saber también la tiene él encarnado en el pájaro azul de la ansiedad, como dice en uno de sus monólogos (Mc Cann 1990, 61).

Al abandonar sus estudios, empezó a trabajar en la NBC en el Programa para el Desarrollo de Escritores en la Colgate Comedy Hour y se pudo dar el lujo de contratar a un tutor para que le diese clases a domicilio. Sin embargo, los ejecutivos de la cadena lo obligaron a trabajar en Hollywood  y tuvo que dejar al tutor, pero leía vorazmente  para “ponerse al día sobre todo pensador importante que pudiera encontrar: Freud, Kafka, Schopenhauer, Kierkegaard, Ibsen, Shaw, etc. (…) y, al mismo tiempo, empezó a analizar el comportamiento humano analizándose a sí mismo” nos dice Mc Caan en su biografía (Mc Caan 1990, 39). A pesar de todo, no se adaptaba a la costa oeste a pesar de estar ganando mucho dinero. “Al casarse con Harlene Rosen (una estudiante del Hunter College), Allen aprovechó la ocasión para volver al Este, alquiló un piso en Manhattan y su mujer le ayudó a desarrollar sus conocimientos de arte y filosofía” (Mc Caan 1990, 36).

Como vemos, Allen es autodidacta. Por eso, rechaza el lenguaje academicista, y también por eso sus conocimientos, al igual que sus sesiones de psicoanálisis y sus obsesiones son utilizados para crear personajes, historias y  películas perdiéndoles el respeto pero con mucho respeto, si es que se puede acuñar esta frase, a sus queridos genios; léase, si no, la mencionada: Como acabar de una vez por todas con la cultura (Tusquets, Fábula, 1974) o Sin plumas (Tusquets, Fábula, 1975). Muchos de sus protagonistas son escritores de guiones para cine o televisión que quieren dedicarse a la literatura, muchos son escritores que en su juventud han sido expulsados de prestigiosas universidades, conocen a los genios que les han precedido pero no se dejan deslumbrar por ellos sino que los diseccionan, los “deconstruyen”, como dije, o conviven con ellos para finalmente reconstruirlos.

Esto es lo que pasa en Midnight in Paris, Gil revive el París de los años 20 acompañado de toda una pléyade de figuras relevantes no sólo de literatura, sino del cine, la pintura e incluso del toreo. Allen conoce a estos personajes tanto, que se puede dar el lujo de imaginarlos en situaciones paródicas e incluso desternillantes, como la anécdota de un cuadro de Picasso recién pintado en el salón de la casa de Gertrude Stein y el mismo cuadro en el 2010 en un museo parisino, la explicación que se da sobre la génesis del cuadro en ambos casos es verdaderamente antitética, y nos da pie a reírnos del personaje pedante.

Todo esto lo hace Allen sin ser pretencioso, es justamente lo que no nos dice y que podemos adivinar en algunas escenas, lo que nos da cuenta del saber de este pequeño gran filósofo. Por ejemplo, en ningún momento  intenta explicar quién es cada personaje (como nuestros profesores universitarios) sino que utiliza algunas anécdotas muy conocidas de ellos para caracterizarlos, sin explicarnos nada más; como en el caso del gusto de Hemingway por el boxeo o los safaris en África, la eterna dificultad en descifrar la muerte, el amor, la competición por las mujeres entre varios de los artistas de la época en París, la egolatría de Dalí, etc., llegando al culmen en escenas donde hace guiños a los que conocen la tradición artística del momento, por ejemplo en la figura de Alice Toklas, la novia de Gertrude Stein, reconocible siempre en segundo plano en el apartamento, pero sin llegar a mencionarla nunca; la disposición de los cuadros del atelier de la Stein en la Rue des fleurs 6 de París, con el imponente Retrato de Gertrude Stein (1906) de Picasso en la retina de todos pero, si se puede decir, en tercer plano, incluso por detrás de la Toklas; o la salida, en una de las secuencias, de Gil de la librería Shakespeare and Company, también punto de encuentro en los veinte, de los escritores de habla inglesa en París y regentado por otra mujer importante en el arte de aquel momento: Sylvia Beach, muy mencionada por Hemingway en su París era una fiesta. Allen nos deja adivinar algunas cosas a los que nos consideramos conocedores para así sentirnos en comunión; esto es, como cuando los teóricos de la literatura reconocen los “horizontes de expectativas” al examinar una poesía desde la “hermenéutica” y sienten que llegan a interpretar el alma del poeta. Esta última reflexión me da pie para recordar a ese personaje del pedante, profesor de arte, aquí magistralmente interpretado por Michael Sheen y que es, además del objeto de las sátiras “allenianas”, el desencadenante del fin de la película.

Allen como referente de él mismo

Decir que Woody Allen se toma como referencia a sí mismo al final de este artículo es casi como llover sobre mojado pero no quiero dejar pasar la ocasión para, casi a manera de conclusión, hablar de algunas de las técnicas que Allen reutiliza en casi todas sus películas.

La sorpresa verbal con la que desinfla las presunciones, colocando palabras o frases en contextos inapropiados, sírvanos de ejemplo el chiste sobre James Joyce que intenta hacer Gil al principio de la película y que no hace ninguna gracia a sus contertulios. Es una técnica muy utilizada en sus primeros ensayos donde pone a los personajes a parodiar a los escritores, filósofos, etc., como cuando dice que conoció a Freud en una panadería y, cuando todos creemos que se lo presentaron mientras compraba el pan, nos deja constancia de que Freud era el dependiente de dicho negocio, o como cuando dice que si Dostoyevski pudiera cantar sonaría igual que Ray Charles, o en Para acabar con las biografías (Allen 1974, 43) que nos cuenta que el Conde de Sandwich (a la postre inventor del sándwich) recibía en su residencia de campo en 1769 la visita de los hombres más ilustres del siglo: “Haydn, Kant, Rousseau y Ben Franklin, se detenían en su casa, algunos disfrutando de sus admirables creaciones, otros con pedidos para llevar” (Allen 1974, 47). En Midnight in Paris, además de en el mencionado chiste sobre Joyce, lo percibimos en la escena de Dalí, interpretado deliciosamente por el “oscarizado” Adrian Brody, o cuando el personaje de Gil le da una idea a Buñuel para una de sus películas y este no entiende lo que le quiere decir el rubio americano, ni que en realidad esta idea se convertiría en una de las más importantes películas del director aragonés.

La técnica que utilizaba en sus primeras películas para engarzar un gag con otro, la notamos también en algunas escenas de esta última, sobre todo en la fiesta de los surrealistas, o en las retrospecciones a la “Belle Époque” y a la época de Luis XV en Versalles.

La recurrencia en los temas ya la hemos hecho notoria al hablar del germen de esta película en el artículo Memorias de los años veinte (Allen 1974,99),pero lo ha hecho muchas más veces, como en Poderosa Afrodita, cuyo origen es su obra teatral de los 70: Dios, aparecida en el volumen Sin plumas (Allen 1976, 109 y ss), o Sombras y Nieblas que proviene de otra creación dramática: Muerte, en el mismo volumen (Allen 1976, 44 y ss), algunas escenas de varias películas, como el juego de cartas que sostiene Harry con la Muerte en Desconstructing Harry (1997), y también re-utilizado en Scoop (2007), procedente de Para acabar con Ingmar Bergman, El séptimo sello (Allen 1974,  49 y ss), y así una larga lista.

Y finalmente la similitud que Allen encuentra entre la curiosidad sexual y la intelectual; reflejada en lo que siente Gil por Adriana, ese personaje al que encarna magistralmente Marion Cotillard y a la que Gil, después de saber que es amante de Picasso pero que antes lo ha sido de Modigliani y de otros artistas reconocidos en el París de entonces, le dice: “Usted ha convertido, casi, en obra maestra el concepto de groupi”.

Por lo tanto, estamos ante una gran obra que nace de unos referentes, totalmente recursivos, elementos que lo hacen reconocible como la “firma” de un gran artista; y, seguro que no porque yo aquí desvelé algunos de los elementos de la película, alguien dejará de disfrutar al ver esta deliciosa Midnight in Paris.

 

Bibliografía

Allen, Woody. Como Acabar de una vez por todas con la cultura. Barcelona, Tusquets, Fábula, (1974).
Allen, Woody. Sin Plumas. Barcelona Tusquets, Fábula, (1976).
Allen Woody, Todo lo que usted quiso siempre saber sobre el sexo pero no se atrevió a preguntar, Annie Hall, Manhattan. Barcelona, Círculo de Lectores (1997).
Hemingway, Ernest. París era una fiesta. Barcelona Seix Barral (2001).
Mc Cann Graham. Woody Allen El genio de a pie. Madrid Espasa Calpe (1990).
Le Journal del Grand Palais. Nº 436. L´Aventure des Stein. París (Octubre 2011-enero2012).

 

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ISSN 1988-8848