LA VIDA DE LOS OTROS (Das Leben der Anderen)
(F. von Donnersmarck, 2006)

The Lives of Others (Das Leben der Anderen)
(F. von Donnersmarck, 2006)

Lcdo. Rafael Ángel Cid García
Historiador
Almería

Recibido el 21 de Febrero de 2011
Aceptado el 17 de Marzo de 2011

Resumen. Florian Henckel nos acerca a la realidad político-social de los últimos años de la RDA, representada en la figura, por un lado, de un implacable agente de la Stasi (el Ministerio para la Seguridad del Estado), y por otro, la de una pareja de artistas formada por un poeta y una actriz de teatro. Los protagonistas se verán superados por las imparables consecuencias del fanatismo, la conciencia, la injusticia, la humanidad, la tragedia o la libertad en un relato emotivo y desgarrador sobre los caminos de la vida misma en un lugar donde las ideas y los sueños alternativos fueron perseguidos y castigados hasta el extremo.
Palabras clave. República Democrática Alemana, Erich Honecker, Stasi, Sistemas Socialistas, Bertolt Brecht, Guerra Fría, Comunismo.

Abstract. Florian Henckel brings us closer to the political-social reality of the German Democratic Republic (GDR) final years. The period is presented, on one hand, through the personage of an implacable Stasi agent (Ministry for State Security), and, on the other hand, through the life of two artists: a poet and a stage actress. The main characters are surpassed by fanaticism, a state of injustice,  their own conscience and personal tragedies, the sense of humanity and the quest for freedom. The film is an emotive and heart-breaking statement of life in a place where alternative ideas and dreams were persecuted and punished to the bitter end.
Keywords. German Democratic Republic, Erich Honecker, Stasi, Socialist Systems, Bertolt Brecht, Cold War, Communism.

 

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Arte, Bayerischer Rundfunk, Creado film, Wiedemann & Berg Filmproduktion

Lenin: "No conozco nada mejor que la Appassionata. Podría escucharla todos los días. ¡Qué música asombrosa, sobrehumana! La música es mejor que cualquier ideología. Me hace sentir orgulloso, tal vez ingenuamente, el pensar que hay personas capaces de crear tales milagros. Pero no puedo escucharla con mucha frecuencia, afecta a mis nervios. Estimula el deseo de decir cosas tontas y dulces, de acariciar la cabeza a quienes, viviendo en este sucio infierno, son capaces de crear semejante belleza. Pero hoy nadie puede dar palmaditas en la cabeza, te pudieran arrancar la mano de un mordisco. Hay que golpearlos en la cabeza, golpearlos sin piedad, aunque, idealmente, estemos en contra de la violencia contra la gente. ¡Qué tarea tan terriblemente difícil! Si sigo escuchándola no acabaré la Revolución…"

En los últimos años, el cine alemán ha abierto el libro de los recuerdos y ha producido toda una serie de películas que retratan y analizan con fidelidad su historia más reciente. Ejemplos tan interesantes como El Hundimiento, de Oliver Hirschbiegel (2004) o Napola, del bávaro Dennis Gansel (2004), se atreven con el tema tabú de Hitler y la II Guerra Mundial en Alemania. La siguiente etapa histórica, la Guerra Fría, es representada con dos trabajos excepcionales que destacan por una enorme dosis de realismo y autocrítica. Es a finales de ese mundo bipolar, en la República Democrática Alemana bajo dominio soviético, donde se contextualizan las historias de Good Bye Lenin!, dirigida por Wolfgang Becker en 2003, o La vida de los otros, a cargo de Florian Henckel en 2006, en las que se hace una excelente revisión de la situación política, social y cultural de los momentos finales de la RDA. Finalmente, otra obra que merece la pena mencionar es La Ola, también dirigida por Dennis Gansel en 2008 y basada en la novela escrita por Morton Rhue en 1981, que, a su vez, se apoya en un estudio realizado en 1967 en California y conocido como Tercera Ola. El film reflexiona sobre las posibilidades de que un nuevo régimen dictatorial triunfara en la sociedad alemana actual.

Todas estas propuestas son buenos ejemplos de la conciencia y el carácter reflexivo de la actual escuela cinematográfica alemana, muy preocupada por representar y compartir la visión de su pasado más inmediato.

Una vez hecho este breve repaso filmográfico, es hora de abordar una de las obras anteriormente mencionadas: La vida de los otros, un drama histórico que llega al corazón y que elogia la enriquecedora relación entre cine e historia.

Ante todo, La vida de los otros es una oda a la libertad. La libertad en su máxima expresión, y en cualquiera de sus manifestaciones, ya sea libertad de pensamiento, libertad de expresión, libertad de ser como queramos ser. Cuando no se puede alzar la voz para opinar, juzgar e incluso criticar algo de lo que estamos en desacuerdo, cuando este momento llega, esa es la señal de que muchos de los valores que representan a una democracia han sido indignamente traicionados. Un Estado, un gobierno, cualquier grupo que tenga el deber y la responsabilidad de representar a toda una comunidad, está obligado a garantizar y defender unos derechos y principios básicos.

Las grandes ideas que originaron el socialismo y las buenas intenciones que impulsaron a Lenin o a Trotski a iniciar la Revolución de 1917, por desgracia, no fueron suficientes para impedir que ese sistema teóricamente casi perfecto se convirtiera en la práctica en algo abyecto, sobre todo al estar regido con puño de hierro (o de acero, como diría Winston Churchill) por déspotas y gobiernos dictatoriales, sistemas implacables, inflexibles e injustos. La RDA no fue una excepción, especialmente al convertirse en el apéndice del comunismo en Occidente, y cuya cercanía era su mayor peligro por riesgo de contagio mutuo. Berlín era una isla partida en dos tras el denominado Telón de Acero.

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El film de Florian Henckel nos muestra una historia ficticia, pero en su afán por contextualizar de manera fiel la realidad histórica de la RDA, consigue elaborar un marco excepcionalmente creíble. Los escenarios, la música, el vestuario e incluso la mentalidad que se logra recrear nos transportan a 1984, época en la que la oposición al régimen comunista empieza a ser algo más que un rumor. El ambiente de la película es oscuro y opresivo, sirviéndose de escenarios vacíos, deshumanizados, fríos y grises para representar el lado gubernamental, mientras que los escenarios de los autores tienen poco color y les falta luz, quizá por la falta de libertad, en un intento por identificar luz con libertad.

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De esta manera, hay tres personajes centrales. El primero es el capitán de la Stasi Gerd Wiesler, interpretado magistralmente por el actor de teatro Ulrich Mühe, desgraciadamente fallecido en 2007 no sin antes legar otra enorme actuación en la parodia alemana sobre los últimos momentos de Adolf Hitler en la película Mein Führer, (Dany Levi, 2007) y demostrando su compromiso con la revisión histórica que el cine alemán actual está llevando a cabo sobre su pasado reciente. Gerd Wiesler es un oficial con una vida muy solitaria, sin familia y a su edad lo único que tiene es su trabajo y su devoción al Partido. Pasa la mitad del día escuchando la vida de los otros y el resto intentando tener una vida propia. En principio, es muy fiel a sus convicciones.

En segundo lugar, pero no por ello menos importante, está el autor teatral Georg Dreyman, interpretado excelentemente por Sebastian Koch, que ya participara en la visión alemana de la Operación Valkyria dando vida al Coronel Von Stauffenberg (Jo Baier, 2004). Dreyman es un dramaturgo cuyas obras provocan el orgullo de sus compatriotas de la RDA y la admiración en Occidente. Es un idealista, fiel a la patria que lo ha visto crecer, y, aunque a veces no está del todo de acuerdo con algunas de sus realidades, cree firmemente en ella. No será hasta el suicidio de su amigo, el director de teatro Albert Jerska, cuando verdaderamente se replantee todo su sistema de creencias y valores tan aparentemente fuertes. A partir de ahí, decepcionado, se vuelve una persona crítica con el Estado que los gobierna y los controla.

Finalmente nos encontramos con Christa María Sieland, caracterizada por la bella Martina Gedeck y que representa la figura de una famosa actriz de teatro, novia de Dreyman, pero con una baja autoestima que la lleva a consumir ansiolíticos.

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Junto a ellos hay un autentico elenco de personajes secundarios pero con una enorme carga argumental y simbólica. Por un lado está el Ministro Bruno Hempf, antiguo miembro de la Stasi que anteriormente emprendió una dura purga en el mundo teatral contra los elementos subversivos. Es un personaje sin escrúpulos y que, a través de la investigación efectuada por el capitán Wiesler, espera poder acusar de cualquier cargo al poeta Dreyman, pues está enamorado de Christa María y quiere despejar el camino. En su tarea, es ayudado por el Teniente Coronel Anton Grubitz, superior del capitán Wiesler e intermediario de Hempf. Grubitz es menos fiel al régimen, aunque se sirve de este para su carrera profesional. Con sus servicios no busca actuar según su ideología, sino lograr beneficios y cargos políticos. Por otro, tenemos al grupo de los artistas o intelectuales, un pequeño número de personas comprometidas con la denuncia de la injusta realidad social de la RDA. Ese es el caso del director de teatro Albert Jerska, a quien da vida el actor Volkmar Kleinert. Jerska es un mito, muy crítico con el Sistema, sufre el ostracismo político y está apartado de los escenarios desde hace varios años por un manifiesto que firmó. Es un verdadero guía espiritual al que todos desean emular. Y otro personaje destacado es Paul Hauser, periodista abiertamente crítico con el Sistema y partidario de una necesaria transformación de los órganos de gobierno.

Históricamente, es la época del todopoderoso Erich Honecker, Secretario General del Partido de Unidad Socialista o SED (Sozialistisch Einheitspartei Deutchslands) de la Alemania del Este desde 1971. En octubre de 1976, Honecker desplaza del poder a Willi Stoph como presidente del Consejo de Estado, y pasa a controlar de esta manera el máximo órgano ejecutivo y legislativo del país, a lo que sumará la capacidad de declarar el estado de emergencia cuando lo crea oportuno. En otras palabras, Honecker concentra en sus manos la organización comunista, el poder ejecutivo y el control sobre las fuerzas armadas. No existe un Estado de Derecho, la libertad de asociación, reunión y expresión es ilegal y las elecciones democráticas son una utopía. Por tanto, la eliminación de la disidencia y de cualquier manifestación política, ideológica o cultural no afín al régimen es una necesidad y una obligación de Estado.

Sin embargo, de cara al exterior, la RDA goza de un aumento progresivo de reconocimiento internacional, ayudado en gran medida por las fluidas relaciones que mantiene con la República Federal Alemana, algo casi impensable unos pocos años antes. Pero este “aperturismo” desata en el Comité Central del Partido los miedos al contagio de las ideologías occidentales. Tal es el temor ante la entrada de estas ideas en la Alemania Oriental que se inicia la Abgrenzung, la política de separación total entre la cultura de la RDA y la RFA, es decir, una delimitación ideológica entre Este y Oeste. Es en dicho contexto donde la presión a la libertad de expresión o las manifestaciones culturales alternativas son tajantemente perseguidas y castigadas. El mundo intelectual sufre una persecución brutal, como en el caso de los protagonistas. Ellos son artistas, su arte es impredecible, y si dejara de serlo, ellos dejarían de ser artistas. Eso es lo que pretendía el Estado, encorsetar la cultura y el pensamiento de miles y miles de personas. Así la obediencia y fidelidad al Estado sería total.

La película comienza con un demoledor interrogatorio terriblemente escenificado en una prisión de la Stasi, por donde pasaron varios miles de sospechosos y presos culpados de ser infieles al régimen, enemigos del socialismo. El momento en el cual el instructor Wiesler explica a sus alumnos de la academia el detalle de la muestra de olor para los perros en caso de fuga de los sospechosos es escalofriante y tristemente cierto. Bajo presiones, se atemorizaba a los sospechosos con represalias sobre sus familias para que declararan.

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Cuando un régimen político consigue anular la personalidad y la voluntad de las personas, entonces su identidad cultural ha desaparecido. Pero en sistemas políticos represores siempre hay individuos que, ante la violación de su libertad, utilizan cualquier medio para denunciar la situación y reivindicar sus derechos. Entre ellos están los peyorativamente llamados intelectuales, los que siempre han sido vistos con desconfianza y recelo desde las altas instancias del poder. Intelectuales como Albert Jerska o Paul Hauser son las voces que desde un profundo pozo de injusticias gritan libertad, y aunque es difícil poder escucharlas, ahí están, desesperadas y deseando que alguien se asome a esa negra boca y tienda una cuerda. Ellos son normalmente la primera voz de denuncia, el primer paso del cambio hacia una realidad justa. Georg Dreyman tendrá que tomar el relevo ante el deber moral de denunciar toda esa injusticia que asola al mundo en el que vive. Es a partir de ese momento cuando se vuelve crítico y decididamente en contra del Estado. Consigue ver las miserias que antes eran ocultadas por la confianza en un régimen que ya no funciona: problemas políticos internos, crisis económica, convulsiones sociales y represión cultural.

En el teatro, donde se representa una obra de Dreyman protagonizada por Christa María, es cuando toma forma el Informe Lazlo, por el cual se va a organizar un seguimiento exhaustivo a la vida privada de Georg Dreyman. Es ahí donde se representa la animadversión y rechazo inicial de Wiesler a los artistas e intelectuales, aunque el Ministro Hempf, en un tono provocativo frente a Dreyman y Hauser, citando a Stalin, afirma: “El poeta es el ingeniero del alma”, reivindicando un Estado férreo, añadiendo más tarde que “el Partido necesita a los artistas, y los artistas necesitan al Partido”. Más tarde, el mismo Hempf representa la problemática que plantea el director y que será la pregunta clave de la película: “Dreyman, puede decir lo que quiera en sus obras, pero la gente no cambia”. La cuestión es: ¿la gente puede cambiar? Eso es lo que la película intentará descubrirnos.

Por tanto, el Partido-Estado controla la vida pública, y también la privada. La Stasi, el Ministerio para la Seguridad del Estado, había nacido años atrás para cumplir funciones de espionaje y de control de disidentes políticos. La razón y el objetivo de su existencia era saberlo todo. Para tal empresa se contaba con casi 100000 funcionarios y unos 200000 confidentes o colaboradores extraoficiales a finales de la RDA, ciudadanos comunes que cumplían así su compromiso con la patria. Pero no todos ellos lo hacían voluntariamente. Este sistema de vigilancia política totalitaria llevó a cabo un verdadero proceso de erosión de la vida privada de las personas.

La forma en que se organizaban los equipos de vigilancia y escucha de la Stasi era digna de la mejor agencia de espionaje. Era un trabajo profesional, como un ejército perfectamente adiestrado. La cooperación de los ciudadanos se compraba con intimidación, chantajes y regalos. La base de operaciones de Wiesler, con micrófonos, cámaras y control de aparatos eléctricos, se ubica en el desván del edificio, donde se registran todos los movimientos y conversaciones potencialmente peligrosos contra el gobierno comunista, en este caso, el grupo en el que se mueven Dreyman y Christa María, y también Albert Jerska y Paul Hauser.

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La trama continúa. Llegan los momentos en los que los personajes secundarios sacan a relucir el carácter rebelde de la época de la Abgrenzung, la represión cultural y el veto laboral a los artistas. La conversación entre Jerska y Dreyman es muy clara: “¿Qué es un director si no puede dirigir? Igual que un molinero sin trigo. No es nada”. También Hauser, ante la impotencia de la situación que viven los intelectuales, acusa a Dreyman: “Eres tan idealista que pareces un pez gordo del partido. ¿Quién ha hundido a Jerska? Soplones, traidores y conformistas”. La crítica es evidente. Sus consecuencias, también. A Hauser le será denegado el permiso para viajar a Occidente a participar en una serie de conferencias. Finalmente, en un último intento por involucrar a Dreyman, le reta: “Si no tomas partido es que no eres humano”. Ese es el primer golpe de efecto que recibe Dreyman de parte de sus colegas. Vemos aquí la clara intención de un grupo de intelectuales, preocupados por la decadente crisis que asola su patria, de denunciar la situación y de proponer cambios y alternativas. En la RDA, tras la desclasificación de los informes secretos de la Stasi, se dieron a conocer multitud de casos en los que escritores, artistas o pensadores fueron literalmente vetados por sus gobiernos, al igual que ocurriría en otros países con regímenes totalitarios, como lo fue España durante la Dictadura Franquista.

Es en este contexto donde el director hace un homenaje a la figura del autor Bertolt Brecht, cuyas poesías en forma de libro amarillo comparten de forma extraña los protagonistas. Brecht fue un director alemán exiliado durante la etapa nazi. Fue famoso por su novedosa concepción escénica, el teatro épico, y por una forma narrativa diferente en la cual pretendía hacer pensar y reflexionar al espectador. Liberado del teatro expresionista, experimentó con nuevas formas para demostrar que el cambio era además de posible, necesario. Marxista, en sus obras criticó al capitalismo y siempre estuvo muy preocupado por la justicia. Está clara de esta forma la influencia de Brecht en los protagonistas y en el deseo del cambio que el director repite a lo largo de la película. Este es su modo de hacer justicia a un intelectual comprometido. Además, la labor de documentación del director es digna de alabar. Es una película que va de frente, sin complejos. Hay imágenes, cuadros en la pared, periódicos y una infinidad de detalles muy conseguidos que refuerzan la excelente ambientación.

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Mientras tanto, es también Wiesler quien empieza a darse cuenta de la realidad que le rodea. El trabajo de seguimiento a Dreyman no es para proteger al Estado, como juró al ingresar en la Stasi: ser escudo y espada del Partido, sino para eliminar a un rival intelectual y amoroso del Ministro Hempf. El desengaño sigue aumentando tras comprobar, no sin cierto humor, que incluso su amigo y superior Grubitz se mofa abiertamente de la figura de Honecker, pues ya en 1984 la imagen del Secretario General estaba ya muy devaluada por la enorme crisis que sacudía a la RDA, en especial la alta deuda externa, el fracaso del crecimiento económico extensivo, la creciente división interna del Partido y una cada vez mayor oposición social al régimen. De esta manera, el capitán Wiesler, en un proceso lento pero irreversible, acepta decepcionado la falacia de un Sistema podrido por la corrupción y el clientelismo político, un sistema al que se había entregado ciegamente durante toda su vida y que ahora es traicionado incluso por sus máximos representantes. Su vida empieza a resquebrajarse. Para sentir todo aquello que su servicio al Partido le ha negado, requiere la compañía de prostitutas, algo común en las solitarias vidas de los oficiales de la Stasi. En la película, los silencios de Wiesler son muy reveladores de sus emociones.

Para Dreyman otro momento decisivo se produce al conocer el hecho de que su novia Christa María Sieland se encuentra en un laberinto sin salida a causa de la ansiedad provocada por su escasa estima como actriz, lo que la lleva a ser drogodependiente de unos fuertes fármacos ilegales, cosa que aprovecha el Ministro Bruno Hempf para chantajearla sexualmente. La actriz se hunde aún más en su interior. Pero el golpe mortal se lo asesta el suicidio de Albert Jerska. La tristeza y el dolor lo embargan, la rabia lo supera y lo inunda el deseo de hacerle justicia a su amigo por medio de las palabras. Una escena, un momento es esencial para entender el mensaje de la película. Tras conocer la muerte de Jerska, Dreyman acaricia el último regalo de su amigo: la partitura de la Appassionata de Beethoven, Sonata para un Buen Hombre. Brotan de su boca el recuerdo de las palabras que compartiera Lenin con su camarada Gorki: “Si sigo escuchándola no acabaré la Revolución…".

Al mismo tiempo, el primer plano que el director nos ofrece del actor Ulrich Mühe llorando bajo las poderosas notas de la Appassionata, la emoción ante tal belleza y armonía, es indescriptible. Dreyman sentencia: “¿Puede un hombre escuchar esta música, escucharla de verdad, y ser una mala persona?” El estático universo de Wiesler está a punto de desmoronarse.

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¿Hasta qué punto las preguntas de un niño son capaces de iluminar la conciencia de un hombre? En un ascensor, un niño pregunta a Wiesler si éste pertenece a la Stasi. La ingenuidad y la honestidad del niño hablan por sí mismas: “Mi padre dice que son hombres malos que meten en la cárcel a la gente”. Los primeros atisbos de humanidad aparecen en el inflexible capitán y le impiden tomar nota del nombre del padre. Simplemente con eso bastaría para haber destruido a esa familia para siempre, pero hay algo que se retuerce en la conciencia de Wiesler.

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Conversaciones como estas dan a la película una carga emocional enorme. Muestran la humanidad de algunas personas, la crueldad, la ingenuidad o la pasión. Y es que, efectivamente, debe ser complicado hacer una película con un trasfondo histórico tan característico, tan simbólico y tan convulso. No es fácil porque los protagonistas son gente anónima, común, personajes que no salen en los libros de historia, no son mediáticas figuras históricas. Dotarlos de sentido y significado es la gran tarea del director. La historia, por tanto, tiene que reflejarse en el escenario y, sobre todo, en los personajes, en su emotividad, su expresión, sus pensamientos y sus actos.

La imagen que transmite la película sobre la Alemania del Este viene a confirmar las palabras de Hans-Joachim Maaz, fundador de la Academia de Psicología Profunda de la República Democrática: “La RDA fue el símbolo de una vida amurallada y limitada. Muros, alambre de espino y orden de disparar constituían el marco exterior para que pudieran desfogarse en el interior del país un sistema de educación represivo, un aparato de seguridad intimidante y un sistema de condicionamiento banal, pero muy efectivo, con premios y castigos, para el sometimiento de un pueblo … “.

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En esta línea, gran parte del éxito de crítica y público que ha recibido la película de Florian Henckel viene de dichos diálogos, inquietudes y sentimientos de los protagonistas. ¿Se puede reflejar mejor la realidad de esa época? Hay una conversación entre Dreyman y Christa María muy clarificadora sobre el Sistema que los gobierna. Christa María contesta: “¿No lo necesito? ¿No necesito este sistema? Entonces tu tampoco lo necesitas, o aun menos que yo. Pero también te acuestas con ellos. ¿Por qué lo haces? Porque a ti también pueden destruirte, a pesar de tu talento y tu fe. Porque ellos deciden a quién se interpreta, quién actúa y quién puede dirigir. Tú no quieres acabar como Jerska, y yo tampoco. Y por eso salgo ahora”. Es una afirmación asoladora que no necesita interpretación, pues va más allá de los sentimientos.

Wiesler, en su descarrilado proceso de humanización, insta a Christa María a que se enfrente a su realidad, reforzando las palabras de Dreyman. Dice y con absoluta razón, pues la conoce bien, tanto exterior e interiormente: “Soy su público”. El doble sentido aquí es insuperable.

Por tanto, el gran atractivo de la película no es la época que recrea tan fielmente, sino las emociones de los protagonistas. La sensación de angustia de Christa María, la soledad y los desengaños de Wiesler, la frustración de Jerska, el despertar de Dreyman o la irascibilidad de Hauser. Momentos como la muestra del olor de los presos, ver llorar al capitán Wiesler mientras escucha la Appassionata, la conversación entre la pareja acerca de la “necesidad” del sistema y lo absurdo de éste al mismo tiempo, son momentos que representan por sí mismos el sentir de gran parte de una población que sufrió las iras y caprichos de un Estado implacable.

A partir de aquí se desata toda una vorágine de acontecimientos sin posibilidad de marcha atrás. Dreyman inicia un escrito tratando los casos de suicidio en la RDA, cuyas estadísticas dejaron de contabilizarse en 1977. El artículo busca analizar con nitidez las circunstancias sociales que llevan a este trágico final: “Si llamas para preguntar a cuánta gente en todo el país la desesperación llevó al suicidio, nuestro oráculo calla y probablemente anote tu nombre y apellidos para la Seguridad del Estado. Desde el Gobierno se habla de auto-asesinatos, pero no son más que muertes, la muerte de toda esperanza”. Dreyman, en su estado de perplejidad, resignado, define a la Stasi como “esos hombres grises que en nuestro país salvaguardan la seguridad y la felicidad”.

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Hay un detalle a destacar en una de las conversaciones entre Dreyman y el editor de una importante publicación occidental, Der Spiegel. Hablando de las implicaciones del artículo, el alemán del Oeste, una persona que dada su procedencia casi cualquier ciudadano del Este evitaría, afirma: “Muestren a toda Alemania el verdadero rostro de la RDA”. Queda así reflejado el sentimiento de muchos alemanes, de ambos lados de la frontera, la conciencia y futura esperanza de un pueblo alemán unido.

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Aquellas circunstancias sociales históricas a las que se refieren son el sometimiento de la población alemana oriental, un importante descontento agravado por un encarecimiento progresivo de los productos de primera necesidad o los problemas de abastecimiento de alimentos básicos. Además, en el film se manifiesta también el creciente conflicto del Estado con las organizaciones religiosas, como la Federación de las Iglesias Evangelistas, cuyo presidente, Werner Leich, en los acuerdos conocidos como Modus Vivendi, pedía a la autoridad del Estado crear una sociedad socialista de rostro humano. A medidas como estas siempre se negó Erich Honecker, quien se mostraba a favor de la Paz Armada, una militarización de la sociedad para reforzar la educación patriótica. En la película, incluso el Teniente Coronel Grubitz hace mención a prácticas tales como las medidas para esterilizar culturalmente a los artistas o medidas carcelarias para artistas subversivos, mediante las cuales, tras largas dosis de arresto e internamiento total, se pretendía desmoralizar a los intelectuales para que “dejen de hacer aquello que quiera que hagan los artistas”. No hay término medio en la Stasi, o éxito o fracaso.

Finalmente, el artículo es publicado por Der Spiegel y desata una ola de tensas relaciones internacionales entre las dos Alemanias. La credibilidad de la RDA se ve seriamente afectada. También provoca una auténtica caza de brujas en busca del autor del artículo. La escena del grafólogo es muy representativa del grado de conocimiento que llegaron a tener los oficiales de la Stasi sobre los sospechosos a los que vigilaban. En consecuencia, Christa María es apresada y la casa de Dreyman es registrada a fondo en busca de pruebas incriminatorias. Durante el interrogatorio a Christa María aparece otra de esas frases para el recuerdo: “Al menos sálvese usted. No se imagina cuánta gente hay encerrada por una heroicidad inútil”. Se constata de esta manera que ser confidente de la Stasi implicaba una serie de responsabilidades y privilegios. Esa fue la hipoteca de muchos informadores.

Hauser anima a Dreyman: “Lo que ha pasado no  tiene nada que ver con tu casa”. Pero Dreyman lo ve todo claro y responde: “Pero sí con el país”. Finalmente el culpable es desenmascarado. En la apoteosis final, vemos como Wiesler logra salvar a Dreyman, pero es demasiado tarde para Christa María, que, ante el dolor de su traición, pasa a engrosar esa interminable y anónima lista de suicidios sobre la que Dreyman escribiera para Der Spiegel.

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Es marzo de 1985, la Operación Lazlo ha terminado. Pero un nuevo acontecimiento removerá a toda la Europa del Socialismo Real. Gorbachov es nombrado Secretario General del PCUS e inicia un programa de cambios estructurales que afectarán a todo el bloque comunista: la Perestroika y la Glasnost. Honecker, reacio a los nuevos cambios, sería superado por la nueva realidad política impuesta desde Moscú y por la presión de los países occidentales.

Tras la caída del Muro y la Reunificación Alemana el Ministro Hempf afirma ante Dreyman: “¿De qué se puede escribir en la nueva Alemania? No hay nada en lo que creer, nada contra lo que rebelarse”. Esta es la perspectiva y opinión de un burócrata corrupto que no hizo nada por sus conciudadanos. Dreyman visita los archivos desclasificados de la Stasi, donde rememora aquellos momentos tan duros de su vida pasada, y entonces toma conciencia de lo que una persona anónima hizo por él, cuando, aún sabiendo todo lo que se proponía, decidió protegerlo y salvarlo del turbio destino que lo aguardaba.

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Wiesler prefirió un buen acto que limpiara todo aquello que hizo mal en nombre de su amado Sistema. Le costó todo lo que había conseguido durante su carrera, pero le dignificó de por vida.

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El homenaje de Florian Henckel es representar el movimiento común de la gente, la hazaña colectiva que significó la Revolución Pacífica y la caída del Muro. No hay constancia histórica de que ningún oficial de la Stasi ayudara de cualquier manera a un sospechoso, pero esta película está consagrada a todas las buenas personas, y a aquellas que son capaces de cambiar.

“Dedicada a  HGW XX/7. Con mi agradecimiento”

 

Bibliografía

BURKE, Peter, Visto y no visto. El uso de la imagen como documento histórico, Crítica, Barcelona, 2001.
FERRO, Marc, Historia contemporánea y cine, Ariel, Barcelona, 2000 (original de 1977).
GARCÍA FERNÁNDEZ, Emilio, Cine e Historia. Las imágenes de la historia reciente, Arco Libros, Madrid, 1998.
MARTÍN DE LA GUARDIA, Ricardo y PEREZ SÁNCHEZ, Guillermo, La Europa del Este, de 1945 a nuestros días, Síntesis, Madrid, 1995.
PATULA, Jan, Europa del Este: del estalinismo a la democracia, Siglo XXI, Madrid, 1993.
TAIBO, Carlos, Crisis y cambio en la Europa del Este, Alianza Editorial, Madrid, 1991.

Internet

-Entrevista a Florian Henckel, director de la película, en “La Brújula Digital”: http://www.labrujula.com.ni/noticia/384 (consulta en 2-01-2011)

 

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ISSN 1988-8848