ENTRE ISRAEL Y LA DIÁSPORA
EL ABRAZO PARTIDO (D. Burman, 2004)

Between Israel and the Diaspora. Lost Embrace (D. Burman, 2004)

Dr. José R. Ayaso

Historiador de Israel y del Pueblo Judío
Granada

Resumen. El abrazo partido, comedia dirigida por Daniel Burman con la colaboración del escritor Marcelo Birmajer en el guión, se desarrolla en una destartalada galería en el Once, un popular y multiétnico barrio de Buenos Aires donde vive y trabaja una numerosa comunidad judía. La familia Makaroff ejemplifica las luces y sombras de la vida judía en Argentina y las presiones a las que están sometidos los judíos: por un lado, la poderosa atracción que ejerce Israel y, por el otro, la constante tentación de seguir siendo unos judíos errantes.
Palabras clave. Judíos, Buenos Aires, el Once, identidad judía, sociedad multicultural, nación de emigrantes, Diáspora, Israel, Holocausto. Daniel Burman. Marcelo Birmajer.

Abstract. Lost Embrace, a comedy directed by Daniel Burman with the script writen by Burman and the writer Marcelo Birmajert, takes place in a shopping mall situated in “El Once”, a popular and multiethnic quarter in Buenos Aires where a large Jewish community lives and works. The Makaroffs are an example of the up- and-down situation of the Jewish Community in Argentina. Like other Diaspora groups, the Argentinean Jews are conditioned by two main identitarian constraints: the strong attraction that Israel exerts and the old temptation to live as the Wandering Jew.
Keywords. Jews, Buenos Aires, el Once, Jewish identity, Multicultural Society, Immigrant Nation, Diaspora, Israel, Shoah. Daniel Burman. Marcelo Birmajer.

 

Ariel Makaroff quiere obtener un pasaporte polaco que le permita emigrar a Europa, retomar los estudios de Arquitectura y empezar una nueva vida lejos de la galería comercial donde se encuentra el negocio familiar, “Creaciones Elías”. Sonia, su madre, se encarga del negocio desde que su padre se marchara a Israel a luchar en la guerra del Yom Kippur. Vende bombachas y otras prendas de ropa interior femenina. Nunca falta en el mostrador un lekach (pastel de miel) recién hecho para agasajar a clientes y vecinos de la galería. Yosef, su hermano, quien en opinión de Ariel debería haber estudiado para rabino, es un mayorista de productos de importación baratos que siempre está en la cuerda floja, acuciado por las deudas y las quejas de los comerciantes a los que provee. La abuela no quiere oír hablar de Polonia, de la que salió poco antes de la Segunda Guerra Mundial, librándose así del Holocausto. Por último, completa la foto familiar Elías, el padre ausente, cuya figura está oculta por silencios, medias verdades, anécdotas y leyendas. Ariel sólo conoce una incompleta versión de la marcha de Elías y del divorcio de sus padres, reelaborada por su madre a modo de drama romántico en el que Sonia y Elías viven la historia de amor y separación que Sofia Loren y Marcelo Mastroianni protagonizaron en Los Girasoles de Rusia (en España, Los Girasoles a secas). En cuanto a las leyendas, son bien conocidos en la galería el “milagro de Makaroff en el arreglo de la última de las treinta radios” y el “asunto del sandwich de pollo y la mayonesa en mal estado”. Es lo único que el joven Ariel tiene de Elías. Bien poco.

La película es un homenaje al Once, el barrio más cosmopolita de Buenos Aires. Ariel en primera persona nos presenta y describe a algunas de las personas que lo habitan mientras recorre calles y comercios. Burman lo sigue cámara en mano, con lo que la película tiene una planificación y puesta en escena fresca y dinámica, cercana al documental.
El guión está firmado por el mismo director, Daniel Burman, y el escritor Marcelo Birmajer.
Daniel Burman (Buenos Aires, 1973) es director de cine, productor y guionista. Es el más conocido de los cineastas judíos argentinos. Argentina ha sido pionera en la aparición, en los últimos años, de un cine judío latinoamericano, y Burman es responsable en buena parte de ese boom. Las temáticas de sus películas están relacionadas, por lo general, con su propia experiencia como judío. Colabora y suele trabajar con otros creadores y actores judíos argentinos, por lo que se puede decir que su cine es cien por cien judío en casi todos los niveles de la producción.
Como director, destaca la trilogía que ha dedicado a los problemas cotidianos y de identidad en la comunidad judía en Buenos Aires: familia y tradición judía, relaciones con los no judíos, sociedad de emigrantes y cultura dominante, matrimonios mixtos, Israel, antisemitismo, etc. Las tres películas son Esperando al Mesías (2000), El abrazo partido (2004) y Derecho de familia (2006). La más popular es la segunda de la serie, que tuvo una muy buena acogida por el público y la crítica. Esta trilogía fue precedida por un documental, Siete días en el Once (2001), en el que Burman retrataba a algunos de los vecinos de ese barrio tan popular. Otras obras suyas son Todas las azafatas van al cielo (2002) y El nido vacío (2008). Junto a su trabajo como director y guionista se debe también destacar su labor como productor junto con Diego Dubcovsky, con el que fundó la productora BD cine (Burman-Dubcovsky) en Buenos Aires y que, aparte de la producción de películas, también produce obras teatrales (como Las Llaves de abajo, del propio Burman, con Adriana Aizenberg). Burman-Dubcovsky y otras cuatro productoras independientes crearon la empresa CINE.AR S.A. cuyo objetivo es promocionar el cine argentino: su primera actuación ha sido un certamen para jóvenes guionistas. Recientemente Burman ha participado, con un taller de guión, en VivAmérica Festival de Ideas, organizado por la Casa de América en Madrid.
El escritor y periodista Marcelo Birmajer (Buenos Aires, 1966) es ante todo un orgulloso hijo del Once, donde todavía vive y trabaja. De su producción literaria la crítica destaca los cuentos, reunidos en las tres colecciones publicadas hasta el momento: Historias de hombres casados (1999), Nuevas historias de hombres casados (2001) y Últimas historias de hombres casados (2005). El protagonista de los cuentos, alter ego de Birmajer, es Javier Mossen quien, en palabras de Mihály Dés (2005), es “un joven y atormentado periodista judío argentino, marginal, conservador, erotómano y, por supuesto, casado”.
Sólo he leído la primera de las colecciones. Tengo que reconocer que, tras haber visto primero la película, los cuentos me han decepcionado bastante. Esperaba más de ellos. Me ha gustado especialmente el cuento titulado “A cajón cerrado”, donde recoge la historia de los Perlman, Pancho y Natalio. El primero es un amigo de la infancia de Javier Mossen. Ambos se vuelven a encontrar después de muchos años. Es de madrugada, Mossen está sentado en una cafetería intentando terminar de redactar un artículo, por lo que el encuentro le resulta molesto al principio. Después le viene a la memoria la imagen de “los dos en pantalones cortos, intentando comprender cómo era ser niños, niños judíos del barrio del Once en un país gentil”, y empieza a interesarse por lo que le cuenta su antiguo compañero de juegos. Pancho tiene ganas de hablar. Le cuenta que se divorció de su mujer cuando ésta abrazó la ultraortodoxia del rabino de Lubawitz, que se volvió a casar con una ecuatoriana mulata y que su ex-mujer, abducida por la secta de los Lubawitz, no le permite ver a sus hijos. Ésa es la realidad judía de Argentina, en la que unos optan por volver a las fuentes del shtetl* (aldea judía de Europa oriental) y otros por el mestizaje. La historia que da nombre al cuento no es la de Pancho sino la de su padre Natalio Perlman, a cuyo velatorio había asistido Mossen de niño. Como se había suicidado, el cuerpo estaba con el cajón cerrado y se había quemado con un cigarrillo uno de las puntas del manto con la Estrella de Davíd que lo cubría. En la cafetería Pancho le descubre que todo había sido un montaje para evitar que la familia, una respetable familia judía, sufriera en público las consecuencias del escandaloso comportamiento del cabeza de familia. Natalio, quien en realidad se había escapado con la shikse*, la mucama paraguaya, dio permiso a su mujer para que anunciara su suicidio y después desapareció. Algo similiar ocurre en la película con la historia del padre que se va a la guerra del Yom Kippur, lo que sirve a la familia para la explicar la ruptura del matrimonio Makaroff y esconder el adulterio de la madre.
En otros cuentos Birmajer nos recuerda que la situación de los judíos en Argentina deja mucho de ser idílica: por ejemplo, se mencionan las humillaciones que soportaron a veces los niños judíos en la escuela, los “rusitos”, como un profesor argentino que conocí recordaba que se les llamaba. Algunos de los antiguos compañeros de Javier Mossen se avergüenzan, ya de mayores, de no haber salido en su defensa.
Lamento no haber leído más. La desaparecida revista Lateral, editada por M. Dés, seleccionó el segundo libro de relatos como uno de los veinte mejores libros escritos en castellano en una década (Lateral, nº 100, abril 2003). Y, como el tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos y el amor (incluso el “amor no romántico” como es el que nos ocupa) no lo reflejamos como ayer, en el tercero y último de los libros, el personaje de los cuentos de Birmajer ha cambiado: en la frontera de los cuarenta es “más viejo, más prudente, menos dispuesto a arriesgarse”, confiesa su creador.
Javier Mossen es un personaje que no se hace simpático: periodista freelance, casado, adicto al sexo, adúltero impenitente, bebedor, un tipo bastante chulo, machista y homófobo. No es políticamente correcto. Es más bien un cerdo, como reconoce el mismo autor en una entrevista. En la reseña del New York Times (29 de junio de 2005) se calificaba a Mossen de “sexually voracious and sometimes repugnant journalist”. La crítica considera a Mossen alter ego de Birmajer, pero éste juega a la ambigüedad y hace guiños a la confusión entre uno y otro: nos viene a decir que efectivamente se parecen pero no son lo mismo. En cuanto a su relación con Javier Mossen, Birmajer declaraba a El País (11 de febrero de 2005) que quería tener una criatura a la que le pudiera pasar cualquier cosa sin que él saliera lastimado.
Birmajer, en suma, escribe de lo que le apetece. No cree que deba dar explicaciones a nadie, ni tampoco exigírselas a los otros: “Yo escribo historias de amor sórdido y sexual en el barrio de Once, escribo historias de política, amistad y muerte en el barrio de Once, historias de chicos que se enfrentan con desconcierto a sus propias tradiciones y de viudos que le exigen a Dios el regreso de sus esposas muertas. Y escribo todas esas historias porque me da la gana: no porque quiera preservar la memoria judía, ni para mantener el Once en el recuerdo. Las escribo porque son las que tengo ganas de escribir” (M. Birmajer 2004:60). El sexo y el humor son las únicas armas que le ayudan a soportar esta vida. Sexo y humor están en toda su obra literaria, en la que le han influido algunos escritores judíos, en especial Issac B. Singer, al que considera su maestro exclusivo, y Philip Roth, dos de cuyas obras (Operación Shylock y El teatro de Shabat) “le dieron permiso para jugar con el sexo”.
En mi opinión, es precisamente el humor, la ironía y la irreverencia con los que se enfrenta a su mundo y a la identidad judía lo que salva a sus cuentos. Humor que es, sin duda, su contribución principal al guión de la película.
Es difícil saber con absoluta certeza lo que la historia debe a los guionistas que lo firman. La película, en términos generales, está muy próxima a las otras dos que ha filmado Burman sin la colaboración de Birmajer. El protagonista, que se llama siempre Ariel en todas ellas, es también un alter ego, en este caso del director, que se nos presenta más ingenuo, menos bronco que el protagonista de los cuentos de Marcelo Birmajer. Aunque parece que el guión no nació de una estrecha colaboración, codo con codo, de ambos, y que Burman tuvo la idea original y la última palabra, es probable que, a la hora de perfilar al protagonista, Ariel-Burman y Mossen-Birmajer se hayan intercambiado parte de lo mejor de sus atributos, como hacían el doctor Frankestein (pronúnciese Fronkonstin) y el monstruo por él creado al final del Jovencito Frankenstein de Mel Brooks. El experimento ha sido un éxito. El guión de El abrazo partido es el mejor de los tres, el más rico en matices y situaciones, el que desprende más ironía. Birmajer ha introducido algunas de las anécdotas que aparecen en sus cuentos (la historia del niño perdido en la playa, las referencias a los Girasoles de Rusia, etc.) y los personajes y situaciones con los que está familiarizado en El Once (gentes que recuerdan el Holocausto, que partieron a luchar en la guerra del Yom Kippur, etc.).
Antes de pasar a comentar brevemente algunos aspectos que me resultan especialmente interesantes del mundo que retrata la película debo, al menos, mencionar a un actor que es habitual protagonista de las películas de Burman. Me refiero a Daniel Hendler (Montevideo, 1976) quien encarna a Ariel Makaroff y que, como el personaje, no ha terminado, ni terminará, sus estudios de Arquitectura. Hendler es actor de cine y televisión, y lo hemos visto en alguna película española, como la fallida Reinas (2005) de Manuel Gómez Pereira, donde tiene un pequeño papel secundario. Su participación en el cine español no ha sido tan exitosa y popular como la de otros actores argentinos, ya habituales en nuestras pantallas, desde Héctor Alterio a Ricardo Darín.

La Babel
En Babel, según el Antiguo Testamento, los hombres intentaron construir una torre con la que llegar al cielo. En Babel Dios castigó a la humanidad con la confusión de lenguas. Si en la historia de Noé, la diversidad de lenguas era vista como algo natural, resultado de la evolución y dispersión de los miembros de una misma familia por el mundo tras el Diluvio, en la historia de la Torre de Babel el hecho aparece como algo traumático e irracional, razón por la que Babel ha entrado en los diccionarios como sinónimo de “confusión y desorden”.
En la actualidad nuestras ciudades tienen mucho de Babel. El idealizado pasado de las Tres Culturas se queda corto. ¡Hoy en día en nuestras ciudades se reza en setenta lenguas! Babel es una realidad que no es necesariamente confusión y desorden. Es posible una lectura en positivo. En Babel todos somos emigrantes, extranjeros y nuestras peculiaridades se diluyen en la diversidad de la sociedad multicultural. Los judíos fueron perseguidos en el pasado porque eran los únicos diferentes. En una Babel tendrán un refugio seguro. Ellos y nosotros. Todos.
El Once es un barrio “no oficial” de Buenos Aires (el barrio oficial es Balvanera) que debe su nombre a la estación de ferrocarril “Once de Septiembre” que está en el centro del mismo. Es una Babel. Como resalta el diario Clarín, es el barrio más cosmopolita de Buenos Aires, y uno de los más populares, ya que es una zona de tiendas y comercios de bajo precio, de ofertas y gangas. La Babel es también el nombre de la mejor zapatería del Once. Durante todos los años que estuvo fuera Elías recibía en Israel los zapatos que le enviaba Eduardo, el tío de Ariel. Tan buenos son los zapatos de La Babel que le llegaban a durar diez años.
El Once es, además, un barrio tradicionalmente habitado por judíos. Hay varias sinagogas, colegios e instituciones judías. En los últimos años, sin embargo, ha cambiado su composición ya que coreanos y peruanos han ocupado el lugar dejado por los judíos que se han ido marchando.
En la película, la destartalada galería comercial simboliza la diversidad del Once. Los ruidosos y gesticulantes Saligami (“puede parecer que son violentos, porque siempre gritan, pero es una forma de relacionarse”). Los Kim, una pareja de coreanos que tienen una tienda de Feng Shui. Los falsos hermanos Levin. Mitelman que, bajo la tapadera de la agencia de viajes, esconde una financiera. El taciturno Osvaldo. Rita y Gerardo, “su papá”. Por la galería desfilan también otros personajes, como Ramón, el factótum de Yosef, y el Peruano, que lo es de Alfadi. Todos ellos admiten la autoridad del rabino Benderson a la hora de mediar en el conflicto entre el mayor de los Makaroff y Alfadi. El rabino debe presidir la carrera en la que participarán los dos peruanos representando a sus jefes y galerías respectivas, pero a última hora anuncia su pronta marcha a Miami, donde le han ofrecido un puesto de rabino muy bien remunerado en una urbanización o zona residencial habitada por hispanos. Esta marcha del rabino fue introducida en el guión durante el rodaje. Antes de filmar la carrera entre Ramón y el Peruano en la calle Tucumán, el actor que hacía de rabino anunció que iba a abandonar la producción porque le había salido un trabajo como cómico en un crucero. Al final el trabajo en el crucero no salió como esperaba. Esperemos que el rabino Benderson haya tenido mejor suerte en Miami.

¡Qué lindo era jugar con las chicas!
Ariel necesita los papeles de sus abuelos para conseguir el pasaporte polaco, pero tiene miedo de molestar a su abuela haciéndole recordar su pasado en Polonia. Cuando finalmente se decide a ir a su casa, la abuela le entrega los papeles sin poner objeciones. En lo único que insiste es en que, si no lo necesita, ella prefiere quedarse con su pasaporte, que finalmente quema en el lavadero.
Entre los papeles Ariel encuentra una foto antigua con cuatro chicas jóvenes. Son su abuela y las tres amigas que tenía en Polonia, con las que jugaba a las escondidas o a redactar cartas de amor a hombres inventados. A una de ellas, Zippi, no le dejaban jugar a este último juego porque era hija de religiosos. “¡Ah, qué lindo eran jugar con las chicas!”.
Europa es un lugar lleno de fantasmas para la mayoría de los judíos argentinos, que son de procedencia mayoritariamente askenazí. La gran emigración de los judíos de Europa oriental a América comenzó en el último tercio del siglo XIX, cuando se produjo el estallido de pogromos en la Rusia zarista, y se mantuvo con intensidad hasta la Segunda Guerra Mundial. Tenemos testimonios literarios de los que emigraron a Estados Unidos. El premio Nobel de Literatura Isaac Bashevis Singer fue uno de esos judíos. Es el caso también de Mendel Singer, el protagonista de Job, la novela de Joseph Roth. Junto a Estados Unidos, Argentina fue el otro gran lugar de acogida de los judíos orientales, dándose también la cruel paradoja de convertirse más tarde en refugio de algunos de los verdugos nazis, como Adolf Eichman.
¿Volver a Europa? ¿Volver a la Europa de los pogromos y del Holocausto? No, definitivamente no. La abuela no quiere volver, y en un innecesario acto de reafirmación quema el pasaporte.
Ésta es una película de judíos askenazíes. Los apellidos, la gastronomía, los bailes (rikudim en hebreo) que la madre ensaya con un grupo de baile en el Teatro Hebraica de Buenos Aires, la música, las canciones en yiddish, la sinagoga que aparece, todo nos habla de la cultura askenazi en Argentina, una cultura que ellos han conservado y enriquecido. Lo que decía un especialista en el mundo sefardí se puede aplicar a los judíos askenazíes en Argentina: abandonaron Polonia, Lituania, Rusia... pero conservaron su cultura; no por amor a sus países de origen sino por amor propio.
Hablar de sus amigas en Polonia a su nieto Ariel tiene un efecto catártico: la abuela empieza a cantar canciones, y ya no para. Precisamente, Rosita Londner, la actriz que interpreta a la abuela, es una conocida cantante y actriz de teatro judío en Argentina. Reizele (Rosita) Londner llegó a Argentina con unos meses de edad. Se casó con Henri Gerro, y ambos fueron dos puntales de la tradición musical judía askenazi en yiddish.

“Vosostros los paganos no celebráis el shabat”
Es lo que dice Alfadi cuando, en una confusión, Yosef Makaroff plantea celebrar la carrera en sábado y no en domingo.
La comunidad judía argentina de origen askenazí, especialmente la de Buenos Aires, no es especialmente religiosa. Aunque vemos fragmentos de la grabación doméstica de su ceremonia de circuncisión, Ariel no ha recibido una educación judía tradicional: no sabe lo que es la ketubá y el get, términos hebreos muy básicos: son el contrato matrimonial y el acta de divorcio. No sabe hebreo y le pide al rabino que le cambie la fecha del calendario judío del documento de divorcio de sus padres por “la fecha de acá, la de Buenos Aires”. La lectura del get tiene lugar en el interior del Gran Templo de la calle Paso, contruido en los años 30, la mayor sinagoga de Buenos Aires, una sinagoga askenazi adscrita al judaísmo conservador o masortí y ligada al Seminario Rabínico Latinoamericano. No sé si los exteriores que aparecen en la película, a los que dan las ventanas de la oficina de Joseph Makaroff, son los de esta gran sinagoga o pertenecen a otra.
Alfadi representa la otra oleada de emigración judía a Argentina, también antigua pero numéricamente inferior: la de los judíos que empezaron a llegar desde el Imperio Otomano y, después, de los países árabes, en especial del Magreb, tras la descolonización, el proceso de arabización de los nuevos Estados y el temor a las represalias por el conflicto en Israel-Palestina. Son judíos sefardíes y mizrajíes, por lo general más ortodoxos y más respetuosos de la halajá judía. Los judíos procedentes de los países árabes no tuvieron experiencia directa del antisemitismo moderno y del horror del Holocausto, como sí les ocurrió a los sefardíes de los Balcanes.
Ante las acusaciones de Alfadi, Joseph le cuenta la historia del rabino que se olvidó del shabat. Es un cuento típico del folklore jasídico polaco, como los que recogió y recreó Isaac Bashevis Singer en muchas de sus obras, llenos de magia y de seres fantásticos: genios, demonios, etc.
Los demonios robaron un día todos los calendarios y no se sabía cuándo iba a caer el sábado. Los rabinos no lograban ponerse de acuerdo en la forma de solucionar el problema: unos proponían que se decidiera el día en que se iba a celebrar el sábado por votación, otros que se echara a suerte y otros que cada semana se celebrara el día de descanso en un día distinto, porque así tendrían alguna probabilidad de celebrar el sábado en un día que fuera realmente shabat. La solución no la van a encontrar los sabios con sus discusiones académicas sino un niño, algo muy típico del pietismo jasídico. Él sabe cuándo es sábado: cuando el aire huele a dulce. Y así sucedió. A los dos días pudieron celebrar el shabat cuando se dieron cuenta que el aire olía a dulce. “Después vinieron los nazis y...”.
“Ya sé, ya sé”. Alfadi no parece muy impresionado por la historia del niño, el sábado y los demonios ladrones de calendarios.

Los girasoles de Rusia
Desde el último tercio del siglo pasado, el siglo XX cambalache del tango, se está produciendo una importante emigración de judíos argentinos.
Las dictaduras militares del cono sur americano se cebaron con la intelectualidad judía de izquierdas. Dentro de los aproximadamente treinta mil desaparecidos de la Argentina, secuestrados, torturados y asesinados por la dictadura militar entre 1976 y 1983, 1500 eran judíos, una cifra muy alta si tenemos en cuenta que los judíos sólo representaban el 1% de la población argentina. Los militares no perseguían a los judíos por judíos, pero “si el secuestrado era judío, el castigo era doble y la humillación específica” (M. Birmajer 2004:54). Muchos de ellos eran miembros de grupos de extrema izquierda, como Los Montoneros, abiertamente antisionistas.
De crueldad, dolor y memoria puede hablar mucho y muy bien el poeta Juan Gelman, premio Cervantes 2007, hijo de judíos ucranianos, quien perdió a sus dos hijos durante la represión. Tras muchas y muy arduas gestiones ante las autoridades argentinas y uruguayas, que hubieran preferido que todo se olvidara, ha podido encontrar a su nieta Andrea nacida en la prisión militar donde murió su madre.
Después de la dictadura militar han venido la crisis económica (Argentina es “un país que está en permanente crisis económica”, en palabras de Marcelo Birmajer) y el terrorismo de la moderna judeofobia yihadista. La comunidad judía de Argentina, la más importante de América Latina, ha sido muy castigada por el terrorismo islamista. Destaca el atentado que destruyó el edificio de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), en la calle Pasteur 633 del Once, el día 18 de julio de 1994. Hubo 85 muertos. La trama, con ramificaciones internacionales (en especial el papel de Irán y Hezbollá) pero también nacionales en la ejecución de dicho atentando durante la presidencia de Carlos Menem, todavía no ha sido aclarada de manera satisfactoria.
Así pues, todo invitaba a dejar el país.
La tentación de una vida mejor en la próspera Europa, a pesar de los fantasmas del pasado, ha sido muy fuerte. Buena parte de los comunidad judía de España en la actualidad son judíos latinoamericanos, especialmente argentinos, liberales, poco amantes de la vida comunitaria, que han chocado con el otro colectivo mayoritario, y todavía hegemónico en la Federación de Comunidades Judías de España (FCJE), los judíos de Marruecos, por lo general más ortodoxos y tradicionalistas.
Por otro lado, también está la opción de emigrar a Israel, hacer aliá (“subida” en hebreo, pues a Sión se sube). Israel y las organizaciones sionistas presionan a la Diáspora de muy diferentes maneras, y en los últimos años la Agencia Judía ha desarrollado programas especiales para fomentar la aliá en tres países en particular: Sudáfrica, Francia y Argentina. Israel ha sido, por tanto, el destino de buena parte de la emigración judía argentina, que ha descubierto lo bueno y lo malo de vivir en un Estado judío. “Nunca me acostumbraré a que no haya autobuses en shabat”, es una de las quejas que se suelen escuchar entre los nuevos emigrantes y que resume muy bien el peso de la tradición religiosa en un Estado que se pretende moderno.
El Estado de Israel es un Estado refugio. Es también un Estado santuario. Y, finalmente, un Estado judío que hay que ir construyendo rodeado de enemigos y dificultades. Los judíos hacen aliá por diversos motivos: bien para huir de la crisis económica (Argentina), de la inseguridad y criminalidad (Sudáfrica) o de brotes de antisemitismo entre la numerosa población musulmana (Francia); también, para pasar los últimos años de la vida y ser enterrados cerca de donde aparecerá el Mesías; por último, y no menos importante, por ideales del sionismo laico clásico, o por el idealismo fundamentalista que anima a los colonos del sionismo mesiánico.
Muchos judíos argentinos marcharon al otro extremo del mundo a luchar por Israel y no volvieron. Elías se marchó a la guerra y ya no volvió, lo que Ariel no termina de entender. Como en I Girasoli de Vitorio de Sica (1970), una película que aparece reiteradamente mencionada en la obra de Marcelo Birmajer. El joven, ante la insistencia de la madre, termina viendo la película.
Cuando uno se va a la guerra, y no vuelve, no hay que dar explicaciones. Israel aparece, en algunas historias de Birmajer, como el sitio donde poder desaparecer sin tener que dar explicaciones y poder así ocultar incómodas historias familiares. Por ejemplo, la marcha de Elías. Nadie pregunta por su inesperada marcha, pues se va a defender a Israel, cuando en realidad lo que hace es huir tras descubrir el adulterio de Sonia con Osvaldo (¡con Osvaldo!). Israel, un tío de Javier Mossen, el protagonista de los cuentos, se suicidó, pero en la familia se dijo que había muerto en la guerra de los Seís Días (1967). Es que los judíos no se suicidan, piensa Mossen, a menos que quieran ocultar otra historia más vergonzosa, como el adulterio de Natalio Perlman.
Israel y la Diáspora mantienen unas relaciones, a veces tensas, que sólo se normalizarán cuando se alcance la paz definitiva en Oriente Próximo. Sean sionistas o no, los judíos de la Diáspora tienen un vínculo especial con Israel, es inevitable, y aunque sus sentimientos hacia la empresa sionista sean ambivalentes, salen en su defensa cuando es necesario, como sucede en Operación Shylock de Philip Roth. El mismo Birmajer ha participado en un libro colectivo editado en España, En defensa de Israel (2004), donde hace suyo parte del discurso oficial israelí.

“No ser polaco”
Ariel decide quedarse en la Galería una vez que aparece el padre y se aclara la historia. Se queda en Argentina a pesar de la crisis económica, en el país más europeo de América Latina, lo que desde una perspectiva judía no sé si es bueno o malo, quizás ambas cosas. Rocío García titulaba su crónica desde el festival de Berlín “La inagotable metáfora del judío errante” (El País, 2 de abril de 2004). Yo creo que la película presenta una nueva figura, la del judío que decide dejar de vagabundear, que dice aquí me quedo, pues la Diáspora no es la “tierra de esclavitud” que fue en el pasado. Marcelo Birmajer ha tomado la misma decisión. Ha dejado a sus parientes a los pies del monte Sinaí y ha regresado a la pequeña calle Tucumán, a su barrio, el Once, a su país, Argentina. Un regreso sin pena porque sabe que el monte Sinaí es portátil (M. Birmajer 2004:51).
La realidad argentina, aunque su pasado y presente tengan sus zonas oscuras, como en el resto de América, incluidos los Estados Unidos, nos muestra que la Diáspora no fracasó totalmente, que aunque fue prácticamente barrida de Europa sobrevivió con fuerza y dinamismo en las sociedades de emigrantes del Nuevo Mundo. Ese modelo es el modelo de futuro, porque los viejos estados europeos cada vez se parecen más a sociedades de emigrantes.
La película se cierra con Ariel y su padre camino de La Babel. Los vemos de espaldas, caminando abrazados por la calle. Suena Di linke Hand, una canción compuesta por Henri Gerro interpretada por su esposa Rosita Londner, ahora ya vestida como dama de la canción judía argentina y no como la abuela de Ariel Makaroff.

NOTA
Los términos tomados del yiddish (judeo-alemán), la lengua tradicional de los judíos askenazíes de Europa oriental, están en cursiva y llevan un asterisco.

BIBLIOGRAFÍA
AA.VV., 1971, E.J., s.v. “Argentina”. Jerusalem, Keter. Vol. 3, cols. 408-433.
AVNI H., 1971, E.J., s.v. “Buenos Aires”. Jerusalem, Keter. Vol. 4, cols. 1461-1454.
AVNI H., Judíos en América. Cinco siglos de historia. Colección “América, crisol de pueblos”. Mapfre, Madrid, 1992.
BIRMAJER M., Historias de hombres casados, Alfaguara, Madrid, 2001.
BIRMAJER M., “Ser judío en el siglo XXI”, en AA.VV., En defensa de Israel, Libros Certeza, S.I., 2004, pp. 49-69.
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LOCKHART D. B., “Jewish Identity in Latin American Jewish Cinema” en EHRLICH M. Avrum (ed.), Encyclopedia of the Jewish Diaspora, ABC-CLIO ,Santa Barbara, CA, Vol. 2, 700-702.

FICHA TÉCNICA
EL ABRAZO PARTIDO. Dirección, Daniel Burman. Producción, Diego Dubcovsky y Daniel Burman. Guión, Daniel Burman y Marcelo Birmajer. Intérpretes: Daniel Hendler (Ariel Makaroff), Adriana Aizenberg (Sonia Makaroff), Jorge d’Elia (Elías Makaroff), Sergio Boris (Joseph Makaroff), Rosita Londner (abuela). DB cine srl., Argenti.
PALMARÉS
Festival de Berlín, 2004. Gran premio del jurado, oso de plata.
Festival de Berlín, 2004. Oso de plata al mejor actor. Daniel Hendler.

 

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ISSN 1988-8848