NERÓN DE LOS TEXTOS CLÁSICOS
A LOS MEDIOS AUDIOVISUALES

Nero: From Classical Texts to Audiovisual Media

Grad. Felipe Campos Salvador
Historiador
Universidad de Granada

Recibido el 6 de Marzo de 2024
Aceptado el 18 de Abril de 2024

Resumen.Nerón Claudio César Augusto Germánico fue el quinto y último emperador romano perteneciente a la familia de los Césares. Las fuentes clásicas dan testimonio de un gobernante tiránico y despótico cuyas excentricidades taparon unos comienzos esperanzadores para sumir Roma en el terror y el fuego. Esta es, al menos, la imagen que se tiene hoy en día del último Julio-Claudio, popularizada además por su representación en medios audiovisuales que han enfatizado estos episodios para construir la idea de Nerón como un pirómano y un loco. Mediante el análisis de estos productos audiovisuales se tratará de determinar hasta qué punto es fidedigna la representación de Nerón en estos productos y si es apropiado utilizar este tipo de medios para construir una investigación histórica.
Palabras clave. Quo Vadis?, Alto Imperio romano, Yo Claudio, Cine, Televisión, Nerón, Dinastía Julio-Claudia.

Abstract.Nero Claudius Caesar Augustus Germanicus was the fifth and last Roman emperor belonging to the Caesar family. Classical sources testify to a tyrannical and despotic ruler whose eccentricities overshadowed hopeful beginnings to plunge Rome into terror and fire. This is, at least, the image we have today of the last Julio-Claudian, further popularized by his portrayal in audiovisual media that have emphasized these episodes to construct the idea of Nero as a pyromaniac and a madman. Through the analysis of these audiovisual products, an attempt will be made to determine the extent to which the representation of Nero in these products is accurate and whether it is appropriate to use this type of media to build historical research.
Keywords. Quo Vadis?, Early Roman Empire, I, Claudius, Film, Television, Nero, Julio-Claudian Dynasty.

 

 

Introducción

Nerón Claudio César Augusto Germánico (1) (37-68), fue el quinto emperador romano de la familia Julio-Claudia tras heredar el principado de su tío abuelo Claudio, manteniéndose en el poder desde el año 54 hasta su muerte (Champlin, 2006). Su llegada a la más alta dignidad imperial no se vio libre de complicaciones, siendo, según las fuentes, obra de las maquinaciones e intrigas de su madre, Agripina la Menor. Esta, exiliada por su hermano (2) primero, enfrentada a la esposa de su tío Claudio después (3) y, finalmente, casada con el propio Claudio, consiguió apartar de la línea sucesoria a Británico (4) y casar a Nerón con Octavia (5) (Griffin, 1987). Una vez logrados sus objetivos, Claudio moriría en extrañas circunstancias, muy probablemente por un veneno suministrado por la misma Agripina tras haber designado a Nerón como su sucesor.


Busto de Nerón en los Museos Capitolinos
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Antes de comenzar es preciso comprender que cuando se analiza tanto el cine como las fuentes clásicas se parte de la base de que no se está viendo al personaje representado como el sujeto que fue, sino como un autor ha querido hacerlo ver (Winckler, 2009). De esta forma, cuando se comenten sucesos del periodo de gobierno de Nerón que al lector le parezcan inverosímiles o innecesarios de mencionar porque la historiografía contemporánea los considera falsos; el mismo lector debe entender que no se pretende decir que este personaje hizo eso, sino mostrar a través de la exposición de esos episodios qué imagen tenían los autores de ese emperador en cuestión para advertir el origen de la percepción que se tiene del personaje hoy en día (Rosenstone, 2014).

Esta aclaración resulta de vital importancia para la correcta comprensión de las líneas que siguen por el eterno debate entre realizadores de productos audiovisuales de temática histórica y los historiadores a causa de los errores conceptuales históricos, fruto de que las necesidades narrativas de los primeros comprometen la información aportada por los segundos (Rosenstone, 1995). El gran riesgo que presenta esto es que puede hacer que el error histórico en este tipo de películas y series de televisión sea interpretado como hecho histórico por el espectador medio. En principio no debería haber dificultades para que una película contase un hecho histórico tal cual fue y, sin embargo es casi irrealizable a efectos prácticos porque la escasa información histórica debe convivir con los elementos básicos del arte de contar historias narradas en el tiempo que dura una película comercial (6); y porque la forma en que se transmite un determinado discurso puede provocar que su interpretación difiera en función de quién lo escucha (Rosenstone, 1995). Así, mientras que una película permite una mayor inmersión por sus elementos visuales, sonoros y emocionales, puede estar alterando con mayor o menor intención la percepción del pasado.

Por consiguiente, para concluir las consideraciones preliminares, el presente artículo no busca en ningún momento transmitir la idea de que Nerón fue tal y como los autores clásicos escribieron, ni como es representado en los medios que serán comentados a continuación. La intención última de las líneas aquí redactadas es ofrecer una imagen de cómo es descrito Nerón en ambos ámbitos, el de las fuentes clásicas y el audiovisual, y tratar de analizar la evolución de su figura, si ha cambiado, y las diferencias y similitudes que presenta. Las fuentes elegidas serán parte de la producción escrita de Tácito y Dion Casio por su excelsa labor historiográfica; extractos de la vida escrita por Suetonio y de las obras de Eutropio y Aurelio Víctor por su estatus de biógrafos; y breves fragmentos de Séneca por el interés que despierta como preceptor del joven Nerón. Del mismo modo, los medios audiovisuales elegidos, Quo Vadis (M. LeRoy, 1951) y Yo Claudio (H. Wise, 1976), lo son por representar dos etapas diferentes de la vida del quinto emperador romano y por su aceptación y popularidad entre el gran público. En ambos casos, el material será analizado como un texto histórico debido a que, como expone Winckler, las películas pueden ser interpretadas como textos en la medida en que todo estudiante de literatura tiene como misión la interpretación del contenido y la forma de los textos que trabaja, tareas perfectamente extrapolables a un estudiante de cine (Winckler, 2009).

Retomando el hilo del personaje aquí tratado, mucho se ha hablado del Nerón emperador tanto por autores de la actualidad como por los clásicos. Quienes han escrito acerca del tema en nuestro tiempo coinciden en que su principado fue positivo teniendo todo en cuenta (Champlin, 2006), aunque no obvian ciertos acontecimientos ocurridos durante el mismo que sirvieron para condenar su figura durante la posteridad, a saber el gran incendio de Roma (7) y la consecuente persecución de los cristianos. Sin embargo, como se verá a continuación, el juicio de los clásicos sobre este personaje resulta mucho menos benigno, mostrando tanto al hombre cercano al pueblo que disfrutaba de la música y de participar en los juegos como, en mayor medida, a un monstruo violento (Griffin, 1987).

Nerón en los textos clásicos

Los hechos que han llegado hasta nuestros días y que han construido la narrativa que conocemos hoy muestran a un emperador maltratado por los relatos de aquel entonces por su cercanía al pueblo y que, en último término, encontraría la muerte suicidándose tras verse privado de apoyos en el Senado y con el ejército en su contra. Por todo ello, cabe preguntarse hasta qué punto fue Nerón denostado por los autores clásicos y cómo de grande fue la hipérbole de ignominia que se construyó en torno a su figura.

En lo referente a su familia, más concretamente a su abuelo (8) y a su padre (9), es el biógrafo e historiador Gayo Suetonio Tranquilo la mejor fuente de la que puede sacarse información. Del primero dice que fue el albacea del testamento de Augusto, y cuyo rasgo de personalidad más destacado fue su carácter arrogante, desenfrenado y fiero (Suetonio, Nerón, 4. 1). Del segundo, por su parte, escribe que exhibió una conducta detestable durante la totalidad de su vida, esgrimiendo como pruebas que fuese acusado de lesa majestad, sus adulterios y la práctica de incesto con su hermana Lépida (Suetonio, Nerón, 5. 1). Las palabras de Suetonio dejan ver por tanto que en su familia parecía haber algún elemento que corrompía a sus individuos, vaticinando así lo que estaba por venir. El mismo autor lo confirma poco después, declarando que cuando su padre fue felicitado por el nacimiento de Nerón este contestó que “nada había podido nacer de Agripina y de él que no fuera detestable y para desgracia pública” (Suetonio, Nerón, 6. 1)”.

Nerón, como se ha dicho con anterioridad, heredaría el imperio a los 16 años tras la muerte de Claudio, la cual no se hizo público hasta que Agripina pudo asegurar que sería el único heredero del imperio (Suetonio, Nerón, 45. 1). Cuando su nombramiento como emperador se hizo oficial consentiría en recibir todos los honores que le fueron ofrecidos a excepción del de Padre de la Patria por su juventud, gesto que fue comprendido entonces como un ejemplo de moderación y prudencia (Suetonio, Nerón, 8. 1).

Antes de continuar procede aclarar que existe consenso general entre los clásicos de comprender los primeros cinco años del principado de Nerón como una suerte de edad de oro para Roma. Así lo afirma Aurelio Víctor cuando expresa que este primer lustro estuvo compuesto por unos años “tan gloriosos, especialmente en el engrandecimiento de la ciudad, que con razón Trajano decía con frecuencia que todos los emperadores estaban muy lejos de los primeros cinco años de Nerón” (Aurelio Víctor, Libro de los Césares, 1. 5. 2). Séneca (10), su preceptor y sujeto muy crítico con su predecesor Claudio (11), escribía sobre la sucesión imperial “que reine el mejor en la sede vacía” (Séneca el Joven, Apocolocintosis, 3. 2); y en relación a lo que Nerón era y sería para Roma consideraba que “cual Lucifer disipando los astros que huyendo se van, cual Héspero se alza ya cuando los astros regresan, cual, cuando la Aurora bermeja, disueltas ya las tinieblas, el día ha traído, el Sol radiante contempla la tierra y más allá del recinto al pronto lanza su carro, tal César se yergue, tal Roma a Nerón ha de contemplar ya” (Séneca el Joven, Apocolocintosis, 4. 1).

Cornelio Tácito se distingue de la tendencia de elogiar los comienzos de Nerón mostrando sus reservas desde el principio, criticando las aptitudes oratorias del quinto Julio-Claudio en los siguientes términos:
“El dictador César rivalizaba con los mejores oradores; asimismo Augusto tuvo una elocuencia pronta y fluida y digna de un príncipe; Tiberio era hábil también en el arte de sopesar las palabras, y además tanto se mostraba capaz de dar fuerza a su contenido como de resultar deliberadamente ambiguo; incluso la perturbación mental de Gayo César no destruyó su viveza oratoria, ni tampoco en Claudio, cuando pronunciaba un discurso preparado, se echaba en falta la elegancia. En cambio, Nerón, desde el primer momento, ya en los años de la niñez, torció la vivacidad de su espíritu hacia otras actividades” (Tácito, Anales, 13. 3. 2).

Así pues, y como se ha visto con Suetonio antes, podría interpretarse que Tácito pretende prevenir de lo que espera al pueblo de Roma con estas palabras, no dejándose engañar por unos principios prometedores. Es más, tan pronto como en sus primeros años ya se habla acerca de sus crímenes, Tácito cuenta que el primer asesinato del nuevo principado fue el de Junio Silano, procónsul de Asia, por una intriga de Agripina, quien fraguó previamente la muerte de su hermano Lucio Silano y temía la venganza de Junio (Tácito, Anales, 13. 1. 1) Los pasos de Silano serían seguidos por Narciso, liberto del difunto Claudio, cuya mala relación con Agripina era notoria, y fue ejecutado a pesar incluso del juicio de Nerón, quien aún disimulaba sus vicios (Tácito, Anales, 13. 1. 3). Dion Casio dice acerca de los primeros años de Nerón que fue un tiempo en el que prefirió darse a la ociosidad por su falta de interés en el ejercicio del gobierno (Dion Casio, Historia Romana, 61. 4. 1). Delegaría, pues, la gestión de los asuntos públicos y privados en la figura de su madre, persona a la que valoraba tanto que llegó a utilizar como contraseña con el tribuno de su guardia “la mejor de las madres” (Suetonio, Nerón, 9. 1).

También por aquel entonces eran muy influyentes en su círculo el ya mencionado Séneca, y Sexto Afranio Burro, prefecto de la guardia pretoriana, quienes por su prudencia son tenidos por Dion Casio como los artífices de las mieles de los primeros años del principado de Nerón (Dion Casio, Historia Romana, 61. 3. 3). En definitiva, la opinión de Dion Casio es que esos primeros años de Nerón fueron buenos porque se mantuvo alejado del gobierno y delegó en gente capacitada para ejercerlo con moderación y diligencia, pero todo acabaría cuando el joven emperador comenzó a dejar de esconder sus vicios y a despreciar los consejos que estas personas le ofrecían en favor de las opiniones de aduladores y oportunistas (Dion Casio, Historia Romana, 61. 4. 5).

El primer asesinato que se le atribuye a él directamente (12) es el de Británico, hijo de Claudio, cuñado y hermano adoptivo suyo, a quien envenenó mientras cenaban para eliminarlo como rival político (Suetonio, Nerón, 33. 3). Ya en este momento solo prestaba oídos a sus aduladores y a su liberta Acte (13), desoyendo todo cuanto su madre y sus consejeros tenían que decirle, época en que, según Tácito, Agripina vociferaba que “tenía como rival a una liberta y como nuera a una sirvienta” (Tácito, Anales, 13. 13. 1). Según Dion Casio, el asesinato de Británico supuso que Séneca y Burro abandonasen su intención de llevar a cabo un buen gobierno y se contentasen con dirigir a Nerón con moderación y salvar sus vidas (Dion Casio, Historia Romana, 61. 7. 5). Agripina, ya sin el favor de Nerón por unirse a la causa de Británico y tramar el derrocamiento de su hijo (Tácito, Anales, 13. 14. 2), encontraría la muerte cuando el propio Nerón la mandó asesinar tras tres intentos de envenenamiento infructuosos (Suetonio, Nerón, 34. 2).

Finalmente, para eliminar todo recordatorio de su familia, se divorció y mandó matar a Octavia para casarse con su concubina Popea Sabina (Dion Casio, Historia Romana, 62. 13. 1). A esta segunda esposa, escribe Suetonio, le profesó más amor que a ninguna y aun así la mató con sus propias manos debido a que estando embarazada comenzó a reprocharle un día en que llegó tarde tras una carrera de carros (Suetonio, Nerón, 35. 3).

Una vez superada esta primera etapa del principado de Nerón es cuando comienza a verse la tendencia de los autores de referirse a él como un segundo Calígula. Dion Casio narra que una vez desarrolló el deseo de imitarlo llegó a superarlo con creces (Dion Casio, Historia Romana, 62. 5. 1). Del mismo modo, Eutropio utilizará esta analogía en su breve balance del reinado de Nerón, describiéndolo como “muy semejante a su tío Calígula” (Eutropio, Breviario, 7. 14. 1). En un tono muy similar es acusado por Suetonio de “corromper a jóvenes libres de nacimiento y mantener comercio carnal con mujeres casadas” (Suetonio, Nerón, 28. 1). En la misma labor de asimilación entre las figuras de Nerón y Calígula escribe Suetonio que Nerón entendía que el único placer extraíble de las fortunas era el derroche de las mismas, dando preferencia junto a él a quienes le ayudaban en su tarea de gastar dinero y elogiando a su tío materno por haber tardado tan poco en dilapidar las riquezas que dejó Tiberio (Suetonio, Nerón, 30. 1).

Para borrar de la memoria cualquier recuerdo de un tiempo mejor durante su principado, Burro y Séneca también verían fin a sus días. El primero sería envenenado (Tácito, Anales, 14. 51. 1) y el segundo obligado a suicidarse (Tácito, Anales, 15. 60, 2), existiendo consenso entre los autores de que en ambos casos se encontraba detrás la mano de Nerón. Como anécdota que refleja excelentemente este carácter de segundo Calígula que se le atribuye a Nerón, cuenta Suetonio que en una ocasión vio pasar un cometa que consideró como mal augurio y, recibiendo el consejo de los astrólogos de que los gobernantes antiguos evitaban las consecuencias de este funesto presagio sacrificando a algún ciudadano ilustre, Nerón optó por matar a los miembros de la más alta nobleza (Suetonio, Nerón, 36. 1).

Antes de finalizar resulta imperativo referirse al relato elaborado por estos historiadores sobre el episodio más célebre ocurrido durante el principado de Nerón: el gran incendio de Roma. Tácito aclara que no se tiene constancia de si este fue obra del azar o del propio Nerón porque depende de la opinión del historiador que cuente los hechos (Tácito, Anales, 15. 38. 1). El mismo autor escribe en su obra que Nerón se encontraba en Antium y que cuando descubrió lo sucedido viajó a Roma para ayudar con el desastre y prestar ayuda a los damnificados (Tácito, Anales, 15. 39. 1). A pesar de todo, se extendió entre la gente el rumor de que Nerón fue el culpable del incendio y este decidió culpar de ello a los cristianos, decretando que fuesen crucificados y quemados vivos (Tácito, Anales, 15. 44. 3). Suetonio y Dion Casio por su parte sí que lo responsabilizan de los sucesos, escribiendo que Nerón fue testigo del incendio desde la terraza de su palacio y mostrando alegría por la belleza de las llamas tomó su atuendo de actor, su cítara y cantó La toma de Ilión (Suetonio, Nerón, 38. 2) o La ruina de Troya (Dion Casio, Historia Romana, 61. 18. 1).

Por todos sus excesos Nerón acabaría siendo declarado como enemigo público por el senado (14), institución que ya habría designado como nuevo emperador a Servio Sulpicio Galba. Nerón huiría a la finca de uno de sus libertos para tratar de recobrar el ánimo (Suetonio, Nerón, 48. 1), y una vez allí decidió suicidarse, pero su incapacidad de hacerlo él mismo supuso que fuese apuñalado por Epafrodito, su secretario (Suetonio, Nerón, 49. 4). Cuenta Dion Casio que sus últimas palabras antes de morir fueron “¡Por Júpiter, qué artista muere conmigo!” (Dion Casio, Historia Romana, 63. 29. 2). Suetonio escribe que su muerte fue celebrada por los romanos hasta el punto de que salieron a la calle vistiendo el gorro frigio que utilizaban los esclavos para cubrir su cabeza cuando obtenían la libertad (Suetonio, Nerón, 57. 1). Sin embargo, siendo él joven, reconoce que una vez muerto Nerón gozó de popularidad entre ciertos sectores de la sociedad romana hasta el punto de llegar a manifestar alegría y apoyo cuando surgieron impostores que afirmaban ser Nerón, volviendo a hacer así acto de presencia la complejidad de Nerón por las simpatías que era capaz de despertar (Suetonio, Nerón, 57. 2). Tácito, por su parte, aclara que este panorama no era tan simple, y si bien reconoce que la alegría entre los senadores tras la muerte de Nerón fue innegable, “las clases bajas, acostumbradas al circo y al teatro, así como la escoria de los esclavos o los que, tras despilfarrar sus bienes, se alimentaban de la infamia de Nerón, se mostraban tristes o ávidos de rumores” (Tácito, Historias, 1. 4. 1). En otras palabras, Nerón gozaba de mala imagen entre las clases más altas, pero debido a los numerosos espectáculos que ofrecía y a su fama de derrochador contaba con la aceptación del pueblo.

Para terminar así el recorrido por los textos clásicos, ofreceré a modo de resumen las palabras que Eutropio y Aurelio Víctor dedican a este emperador por la brevedad con que ambos autores despachan sus biografías. Eutropio comenta que “se prostituyó con tanta desvergüenza que bailó y cantó en la escena vestido como un tocador de cítara o un actor trágico. Cometió muchos parricidios, matando a su hermano, a su mujer y a su madre. Incendió la ciudad de Roma para poder contemplar este espectáculo tal como en otro tiempo había ardido Troya cuando fue tomada” (Eutropio, Breviario, 7. 14. 3). Aurelio Víctor, y sirviendo como conclusión del apartado, dice después de esos primeros cinco años tan buenos antes citados “pasó el resto de su vida con tal deshonra que es lamentable y vergonzoso recordar que hubo una persona así y más todavía que gobernó el mundo” (Aurelio Víctor, Libro de los Césares, 1. 5. 4).

Nerón en medios audiovisuales

Respecto a los medios audiovisuales, el último Julio-Claudio en coronarse emperador romano es un personaje que presenta un alto nivel de complejidad. Nerón en las fuentes clásicas es presentado grosso modo como un segundo Calígula y, como en el caso de este, no se tiene constancia real de hasta qué punto perpetró realmente los crímenes que le son atribuidos. Nerón es otro emperador descrito casi unánimemente de forma negativa porque, al igual que su antecesor, era considerado indigno de ejercer el principado, aunque por razones distintas (15). Su principado fue, según las fuentes al menos, terrible para Roma, y él aparece como un hombre vil, malvado y caprichoso dispuesto a quemar una ciudad porque sí. Por todo esto, resultará curioso ver si las representaciones contemporáneas lo entienden también como a una réplica de tío, o si juzgarán al último descendiente de la familia de los césares como un buen cierre para su dinastía.

Nerón en Quo Vadis ilustra los últimos años de su principado y su papel, si bien es constante durante toda la película, es secundario en lo que a la historia narrada se refiere. Nerón actúa durante el filme como la fuerza que provoca los acontecimientos que componen la narrativa, por lo que no tiene un arco ni experimenta demasiadas variaciones de una escena a otra. La primera acción llevada a cabo por Nerón es impedir que la decimocuarta legión entre a Roma para poder celebrar el triunfo de la misma en Britania al día siguiente. El legado Marco Vinicio, protagonista de la narración, no comprende el porqué de esta orden y decide ir directamente a preguntar a Nerón los motivos que le guían.


Poster de Quo Vadis (1951)
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Así tiene lugar la primera escena en la que aparece físicamente el emperador, tratándose de un banquete en el que interpreta una de sus canciones en compañía de su mentor Séneca, su amigo Petronio y su mujer Popea Sabina. Si bien su canto es elogiado por todos los presentes, Petronio lo criticará una vez se encuentre lejos de él para no herir su orgullo. En un principio, Nerón muestra un sumo descontento por la desobediencia del legado ante su orden de esperar, pero Petronio logra convencerle de que lo que ha guiado tan torpe acción es la impaciencia de Vinicio (16) por adorar al emperador, razonamiento que llevará a Nerón a ceder a recibir al legado, excusándose al mismo tiempo porque su excesiva modestia le hizo olvidar lo importante que es para todos.

La siguiente aparición de Nerón ocurre durante la celebración del triunfo de la legión, exhibiendo hastío por lo tedioso que le resulta el espectáculo, deseando poder matar a todos los ciudadanos de Roma para poder disfrutar de una merecida paz. De nuevo, es Petronio quien consigue aplacar estos sentimientos al recordarle que su papel es como el del sol por lo necesario que resulta para el pueblo de Roma, afirmación que Nerón admite una vez sale a su balcón y recibe vítores del pueblo. A continuación, en el banquete celebrado para continuar con las festividades por el triunfo, Nerón obsequia a Vinicio la tutela de la mujer de la que el legado se ha encaprichado.

El emperador vuelve a cantar por petición de su mujer, pero solo una vez debido a que su dolor de garganta le obliga a actuar con la responsabilidad pertinente para preservar su don divino. En el mismo banquete se muestra interesado por la mujer cuya tutela ha regalado a Vinicio, pero Petronio consigue disuadirle de ello porque no está a la altura del emperador; y una vez ha terminado de cantar señala los defectos de su interpretación por ser impropia de un dios, a lo que Nerón responde que lo único mejor que tener un talento como el que él posee es tener un amigo que actúe como un juez justo como Petronio.

En la crítica a su interpretación en el banquete Petronio argumentaba que resulta imposible componer versos sobre la vivacidad del fuego si no había creado uno semejante, lo que hace a Nerón pensar, y su siguiente aparición será ante la maqueta de un proyecto de ciudad ubicada donde Roma, pero de nombre Nerópolis, lo que hace que el espectador pueda comenzar a adivinar lo que ocurrirá en breves instantes.


Nerón y la maqueta de Nerópolis
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A continuación, ocurrirá el gran incendio de Roma, del que Nerón es responsable por ordenárselo a Tigelino (17) y, una vez ocurre, comienza a cantar mientras toca la lira de la misma forma en que tanto Suetonio como Dion Casio escribieron. Cuando la plebe trata de asaltar el palacio decide, a instancias de su mujer, culpar a los cristianos contra la recomendación de un Petronio que declara para sí que Nerón sin duda ha escrito su nombre en la Historia. Ante la sospecha de haber perdido el favor de Nerón, Petronio toma la decisión de suicidarse, pero no sin antes redactar un mensaje al emperador donde critica su falta de talento para la música y acusarle de ser el mayor criminal que ha existido contra las artes. Una vez recibe la noticia de la muerte de Petronio, Nerón primero muestra enfado por la blasfemia que es el acto de matarse sin antes solicitar su permiso, luego emoción al saber que le escribió un mensaje antes de morir, porque eso significaba que el último pensamiento de su difunto amigo fue para él y, una vez leído, manda quemar la totalidad de sus obras y represaliar a su familia y esclavos. Una vez ha tenido lugar el encarcelamiento de todos los cristianos, los condena a morir en la arena devorados por fieras, hasta el momento en que el pueblo lo acusa de quemar Roma y de asesinar a inocentes. Escondido en su palacio lamenta la muerte de todos sus seres queridos y asesina a Popea, para poco después suicidarse con la ayuda de Acte.


Nerón con la cítara
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Esta representación, trata de desviarse de la crueldad y los asesinatos para aportar una imagen cómica y, en cierto sentido, absurda del personaje. Las escenas en las que interpreta sus canciones frente a un público sirven para realzar lo ridículo del personaje sin talento que es elogiado por la gente porque la verdad podría traer consigo consecuencias funestas. Por ello, cuando Petronio le critica argumentando que puede hacerlo mejor, Nerón se muestra conforme y trata de alcanzar niveles más altos en su canto, y todo lo que ello conllevó. La única excepción a esta norma es la escena del incendio de Roma debido a que en esta ocasión concreta el número no pretende ser cómico, sino dar a entender al espectador la crueldad, el egoísmo y la estupidez de un Nerón que exhibe una total indiferencia respecto al dolor ajeno por considerarlo imprescindible para mejorar su arte.

El Nerón aquí retratado encaja con la categoría descriptiva antes mencionada de segundo Calígula, porque casi todo lo que hace puede parecerse a algo que el tercer Julio-Claudio hizo antes. Por ejemplo, cuando exclama que la plebe es repugnante y que la odia tanto como a Roma durante la celebración del triunfo de Vinicio. Asimismo, cuando examina los restos mortales de los cristianos muestra perplejidad ante la visión de que mueran sonriendo, sentenciando esta actitud como incomprensible y terrorífica. Sin embargo, no es exactamente igual, puesto que mientras que Calígula aparece como un loco y un depravado, Nerón muestra un notable talón de Aquiles en su vanidad, puesto que puede ser aplacado si se apela a su magnificencia y grandeza. Ejemplo de esto son todas sus escenas con Petronio, donde este siempre subraya su naturaleza divina para disuadir a Nerón de llevar a cabo sus caprichos. La escena del triunfo puede que sea también la más indicativa de esto último, pues cuando Nerón expresa su deseo de asesinar a todos los romanos, Petronio le recuerda que un artista siempre precisa de un público, y que por muy difícil e ingrata que sea la labor que Nerón realiza, él es el único hombre capaz de protagonizar semejante epopeya.

Puede que la escena que mejor resume lo que es Nerón en esta representación audiovisual sea cuando recibe la noticia de la muerte de Petronio. Primero expresa sorpresa, seguida de una reacción furibunda por no haber sido consultado al respecto, llegando incluso a calificar la muerte de Petronio como traición y blasfemia. Cuando recibe el mensaje escrito se conmueve por pensar que el último pensamiento de su amigo fue para él y ordena a Tigelino que le traiga su vaso de lágrimas, donde vierte dos de ellas y pide que sean selladas como el recuerdo del emperador por su amigo y más veraz juez. Tras esto, aún emocionado, lee el mensaje de Petronio, cambiando poco a poco el gesto, hasta que lo lanza lejos y, en un ataque de ira superior al primero, grita de forma descontrolada que se mate a los esclavos y familiares del difunto, que se destruya su casa y que se quemen sus libros para que la Historia nunca sepa que Petronio existió.

Llama la atención, para finalizar, que los asesinatos cometidos directa o indirectamente por Nerón pueden clasificarse en dos categorías distintas: los que comete por su arte y los que comete por miedo. En el primer grupo se encuentran los asesinatos de Octavia y Agripina (18), junto con todos los que mueren debido al incendio; y en el segundo están las muertes de los cristianos y la de Popea Sabina. El primer grupo es justificado por el propio Nerón, expresando que la única forma de alcanzar el máximo de sus capacidades es ser capaz de lo mejor y de lo peor, que nunca jamás limitando sus acciones a la vulgaridad. El segundo no tiene justificación por parte del personaje, pues la muerte de los cristianos no es sino una forma de evitar afrontar la ira del pueblo, mientras que el segundo es una reacción impulsiva tomada tras culpar a su esposa de perder el favor de la plebe.


Cabecera de I Claudius
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Nerón en Yo Claudio es el emperador que disfruta de un menor tiempo en pantalla. Su aparición tiene lugar en el último capítulo de la historia y, a pesar de esto, presenta suficientes elementos como para poder hablar de una representación digna de ser comentada. Su primera escena es junto a su madre, Agripina, ante el cadáver de Claudio comprobando que ha fallecido. Ante esta noticia empieza celebra que por fin es emperador, pero Agripina le corrige argumentando que aún no es seguro y que es preciso encontrar el testamento de Claudio para conseguir certezas al respecto de la sucesión. Mientras buscan se encuentran con una parte de la historia que Claudio estaba escribiendo, concretamente con el fragmento que narra desde la muerte de Mesalina, ante lo que Nerón exclama impaciente y entusiasmado si aparece él en ella.


Imagen de Nerón joven
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Las siguientes apariciones de Nerón son en flashbacks y flashforwards entre él en la historia de Claudio y él cuando Claudio ya ha muerto. Dentro de la historia de Claudio se le muestra tocando su lira en medio de una cena y manteniendo una discusión con Británico en la que Claudio interviene en su favor y en contra de su hijo. Se ve como mantiene buena relación con Octavia, factor que hará que Agripina proponga al emperador el matrimonio entre ambos. A continuación, se verá a Nerón expresando su malcontento por la relación amorosa de su madre con uno de los consejeros de Claudio, finalizando con una insinuación muy poco sutil de una relación incestuosa entre ambos. Su última escena ocurre cuando él y su madre finalizan su lectura de la historia de Claudio y deciden quemarla, momento en el que Nerón sujeta una vela ante sí y antes de destruir la historia expresa su admiración por la belleza del fuego.

Poco aparece Nerón en Yo Claudio comparado con el resto de emperadores de su familia y no por ello faltan cosas que señalar. Esta representación de Nerón contiene todos los defectos del resto de sus familiares que llegaron a ostentar el cargo de emperador: es víctima de manipulaciones en su toma de decisiones como Augusto y Claudio, se está gobernado por su madre como Tiberio al principio y, como Calígula, muestra tendencias a dejarse llevar por sus caprichos y vicios al mismo tiempo que no muestra un especial interés por gobernar. Además, si se ha prestado atención, se habrá entendido que la referencia hecha en Yo Claudio a Nerón reconociendo la belleza del fuego se debe al posterior incendio de la ciudad de Roma.

Sin embargo, y a pesar de todo cuanto ya se ha dicho, la presente representación que tiene momentos en que muestra algunos destellos bondadosos. Por ejemplo, cuando se encuentra ante el cadáver de Claudio expresa algo de lástima por él y pregunta a Agripina si siente lo mismo, a lo que ella responde con una negativa tajante y Nerón cambia rápido de idea. También, cuando discute con Británico intenta apaciguar la situación mientras su madre trata de empeorarla, y termina yendo con Octavia a tratar de calmar a Británico. A pesar de todo, la mejor forma de definir la representación de Nerón en Yo Claudio es con las palabras de Claudio mientras habla con Británico, diciendo que Nerón es un monstruo como lo fue Calígula y que dejándole a él el imperio provocaría la rebelión de los ciudadanos y la vuelta a la República.

Conclusiones

Una vez analizadas las apariciones e interpretaciones hechas sobre Nerón, así como los fragmentos de los autores clásicos puede verse que la concepción que se tiene del personaje es eminentemente negativa. El último representante de la familia de los césares es siempre descrito como un hombre caprichoso que no sabía cómo gobernar y prefería el ocio antes que afrontar sus responsabilidades. Los textos hablan de un segundo Calígula, mientras que los medios audiovisuales comentados aquí presentan a una suerte de niño grande y caprichoso dominado por su madre, en el caso de Yo Claudio, o por sus caprichos e instintos en el caso de Quo Vadis. Así pues, lo que queda es la imagen de un hombre incapaz de gobernar al imperio o a sí mismo, sirviendo como ejemplo de un mal gobernante cuya forma de actuar debe ser censurada para no repetirse de nuevo.

Algo importante a tener en cuenta a la hora de comentar las presentes representaciones de Nerón en Yo Claudio y Quo Vadis,es que son en momentos distintos de su vida y, por ello, puede verse hasta qué punto pueden ser interpretadas como una continuación fidedigna de la trayectoria vital del último emperador de la familia de los césares. Nerón durante el espacio cronológico en que se sitúa la narrativa de Yo Claudio no es emperador aún, y la breve aparición de él como personaje se enfoca en su vida en la casa de Claudio y su relación con su familia, si bien, como se dijo anteriormente, se encuentran ciertas referencias a futuros acontecimientos de su principado y a las características que comparte con su tío Calígula. En Quo Vadis sí se muestra al Nerón emperador que ha desarrollado las cualidades que fueron mencionadas en el repaso de la trama de Yo Claudio, siendo las más importantes su sensibilidad de cara a la crítica, su carácter voluble, su amor por el fuego o la facilidad para ser manipulado.

Del mismo modo que Claudio advertía que Nerón poseía la misma condición que Calígula durante su conversación con Británico en Yo Claudio, en Quo Vadis esta semejanza resulta incuestionable por su comportamiento histriónico y excéntrico, su megalomanía y su irritabilidad ante cualquier contrariedad. Es por ello que puede concluirse que la breve aparición de Nerón en Yo Claudio buscase inspiración en Quo Vadis. En lo referente a la fidelidad mostrada respecto a lo que expresan las fuentes clásicas, ambos productos representan de forma fidedigna la etapa de la vida de Nerón que utilizan en sus respectivas historias: del joven sensible e inestable dominado por su madre en Yo Claudio al adulto intento de cantante y megalómano de Quo Vadis.

Resulta importante recordar, a modo de conclusión, que todo cuanto se ha dicho no supone la afirmación de que todo lo que se cuenta de Nerón en los medios aquí trabajados sea cierto; porque no hay que olvidar que quienes escribían acerca de Nerón durante la Antigüedad fueron hombres que tenían sus propios intereses y que la visión que hoy tenemos de él es heredera de esos relatos. Sin embargo, sería negligente por parte de quien escribe estas líneas negar que el grado de precisión exhibido en la plasmación de la imagen de Nerón en la gran y pequeña pantalla es digno de mención y que muy probablemente el concepto contemporáneo más extendido sobre la figura de Nerón esté originado en la serie Yo Claudio y, en mayor medida, en la película Quo Vadis.


Imagen de Nerón tomada de un cartel de Quo Vadis
https://www.imdb.com/

 

Notas

(1) Lucio Domicio Enobarbo de nacimiento.

(2) El emperador Calígula.

(3) La emperatriz Valeria Mesalina.

(4) Hijo de Claudio.

(5) Hija de Claudio también.

(6) Entre 90 y 150 minutos aproximadamente.

(7) Aunque la teoría de que la autoría del mismo correspondió a Nerón se encuentra superada a día de hoy.

(8) Lucio Domicio Enobarbo.

(9) Cneo Domicio Enobarbo.

(10) Lucio Anneo Séneca, también llamado Séneca el Joven.

(11) Escribió sobre él que fue “aquel que había hecho cierto el proverbio: «lo mejor es nacer o rey o tonto» (Séneca el Joven, Apocolocintosis, 1. 1.)”.

(12) No a una intriga de su madre.

(13) Introducida en el círculo de Nerón por Séneca para eliminar la influencia de Agripina (Tácito, Anales, 14. 2. 1.).

(14) Escribe Eutropio que “después de ser considerado abominable en el orbe romano por estos crímenes, al mismo tiempo fue abandonado por todos y declarado enemigo por el senado (Eutropio, Breviario, 7. 15, 1.)”.

(15) En el caso de Claudio, por sus defectos físicos, y en el de Nerón por sus inquietudes artísticas.

(16) Quien además es sobrino de Petronio (LeRoy, 1951).

(17) Prefecto de la guardia pretoriana.

(18) Mencionados, pero no vistos en la película.


Fuentes

Dion Casio, Historia Romana Epítomes de los Libros LXI a LXX, Murcia, 2014 (trad. A. D. Duarte Sánchez)
https://www.academia.edu/23705418/DI%C3%93N_CASIO_Historia_Romana_Ep%C3%ADtomes_de_los_Libros_LXI_a_LXX

Séneca el Joven, Apocolocintosis, en Diálogos. Consolaciones a Marcia, a su madre Helvia y a Polibo. Apocolocintosis, Gredos, Madrid, 1996, (trad. J. Mariné Isidro, 159-225).

Suetonio, Vida de los doce Césares II, Gredos, Madrid, 1992 (trad. R. M. Agudo Cubas).

Tácito, Anales. Libros XI-XVI, Gredos, Madrid, 1980 (trad. J. L. Moralejo).

Tácito, Historias. Libros I-II, Gredos, Madrid, 2012 (trad. A. Ramírez de Verger).

Bibliografía

Champlin, E., Nerón, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2006.

Griffin, M., Nero: The End of a Dynasty, Routledge, Londres, 1987.

Rosenstone, R., El Pasado en Imágenes. El Desafío del Cine a nuestra Idea de la Historia, Ariel Historia, Madrid, 1997.

Rosenstone, R., La Historia en el Cine. El Cine sobre la Historia, Rialp, Madrid, 2014.

Winckler, M., Cinema and Classical Texts, Cambridge University Press, Cambridge, 2009.

 

Filmografía

Quo Vadis (Quo Vadis), M. LeRoy, 1951.

I, Claudius (Yo, Claudio), H. Wise, 1976.

 

 


 

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ISSN 1988-8848