LA DELGADA LÍNEA
ENTRE EL DOCUMENTAL Y LA FICCIÓN:
THE EXODUS DECODED (S. Jacobovici, 2006)

A Thin Line between Documentary and Fiction:
The Exodus Decoded (S. Jacobovici, 2006)

Lcdo. Gonzalo Castillo Maldonado
Profesor de Historia
Valencia

Recibido el 18 de Mayo de 2021
Aceptado el 28 de Junio de 2021

 

 

Resumen. En estas páginas se analiza el documental The Exodus Decoded (Simcha Jacobovici, 2006). Sin duda esta obra fílmica se beneficia de su consideración como documental y ha alcanzado cierta relevancia y popularidad. Sin embargo, tras un análisis crítico de sus contenidos e incidir en las intenciones que pudiera albergar, se advierte la necesidad de repensar, o al menos reflexionar, sobre el concepto-género mismo de documental en la era digital.

Palabras clave. Documental, Simcha Javobovici, Hebreos, Éxodo, Moisés.

Abstract. The Exodus Decoded, the documentary by Simcha Jacobovici (2006) is analyzed along the following lines. The broad impact of Jacobivici's film work was incremented by the fact of being considered as a non-fictional motion picture. However, after a critical analysis of its content and initial aims, it is important to consider and think about the meaning of the documentary genre in the present digital era..

Keywords. Documentary, Simcha Javobovici, Hebrews, Exodus, Moses.

 

El documental, en tanto que representación fílmica de la realidad, presente o pasada, cuenta con un merecido prestigio. Aunque género de no-ficción, ciertamente en él siempre existe un alto componente de subjetividad. Sin embargo, en la actualidad, en la era digital, bajo la apariencia de documental no son pocos los productos fílmicos destinados al gran público que carecen del más mínimo rigor y pretensiones de objetividad exigibles al género.

Tal es el caso de las producciones del cineasta James Cameron para Discovery Channel Canada, dirigidas, guionizadas y protagonizadas por el canadiense (¿investigador arqueológico, descubridor, aventurero, freelance o, simplemente, show-man?) Simcha Jacobovici. Así, Atlantis Rising (2016). Distribuido por National Geographic España bajo el título El resurgir de la Atlántida, ha tenido una innegable repercusión en el público de nuestro país por ubicar posibles emplazamientos del supuesto continente perdido en el sur de la Península.

Pero en esta ocasión me ocupo de The Exodus Decoded, de 2006, editado en España ese mismo año con el título de El Éxodo descodificado. Escrito, dirigido y conducido por Simcha Jacobovici, cuenta como productor ejecutivo con James Cameron. No se cuestiona aquí su condición formal de documental, pese a que se aleje de los orígenes del género mediante la profusión de imágenes generadas por ordenador y efectos digitales. En este sentido, Paul Ward propone el término digi-docs para definir aquellos documentales que, por su propia temática, optan por el recurso a estas técnicas.

Más discutible es su condición de documental desde la óptica conceptual, tal y como se deduce de un análisis histórico. Sería prolijo desmontar una por una las técnicas (o tretas) de que se valen sus autores, como el uso recurrente a científicos procedentes de las disciplinas naturales y de la tecnología moderna para “ilustrar” y “aclarar” las fuentes documentales, una utilización más que laxa e inadmisible de la cronología, lecturas epigráficas que sólo pueden calificarse de fantásticas, si no irrisorias, la formulación de hipótesis basadas sobre otras hipótesis más que discutibles, argumentaciones circulares y, en fin, presentar como “hallazgos trascendentales” lo ya conocido. No obstante, sin ánimo de exhaustividad, conviene comentar algunos de los sorprendentes apriorismos y afirmaciones que en él se concatenan (a modo de sucesivas “pruebas”, según expresión del propio documental) y que a la postre, como si se tratasen de un laberinto, a mi parecer, enredan al espectador hasta conseguir su crédito


Máquina del tiempo. © Discovery Channel

Según el documental, hicsos y hebreos son lo mismo. Esta es una aseveración que, por la terminología empleada, puede inducir al equívoco, y que en todo caso no es asumida por la totalidad de la historiografía. Los hicsos (aamu) son asiáticos, tal vez procedentes del norte Sirio-Palestino. Dejando aparte algún documento literario de Ier Periodo Intermedio sobre la presencia de extranjeros sin precisar, en textos del Reino Medio se alude a “trabajadores asiáticos” y a comienzos de la XIII Dinastía se documenta en Tell el Daba (Avaris) la existencia una comunidad de procedencia asiática (con una disposición de casas al modo sirio). Es la única prueba arqueológica de la presencia de asiáticos en esta época. Sin embargo, las cronologías propuestas para estos momentos iniciales de Tell el Daba por su excavador, M. Bietak, no están exentas de polémica. Sí sabemos con certeza que los hicsos protagonizaron una penetración en el norte de Egipto durante el IIº Periodo Intermedio, y que al poco reinan sobre Egipto desde Avaris, con las dinastías XIV y XV (1730-1530 a. C). Sus dominios se extendieron hasta Cusae (puesto fronterizo a 40 Kilómetros al sur de Hermópolis). Pero sobre todo conocemos que sufren un fenómeno de aculturación, de modo que adoptan, entre otros elementos culturales, la religión egipcia: la epigrafía de Avaris documenta el culto tributado a Steh como dios local (es posible que se produjese un sincretismo con el dios sirio Baal Zephon). Así, por ejemplo, Nehesy es titulado por la epigrafía “Amado de Seth, señor de Avaris, hijo primogénito del rey”.


Yacimiento de la ciudad de Avaris. © Discovery Channel

Por su parte, los hebreos (ibrim), también asiáticos, se localizan en el sur del Pasillo Sirio-Palestino. Según el relato bíblico migran a Egipto, siendo históricamente verosímil para al menos una parte de ellos. Es posible que los hicsos permitieran el establecimiento de clanes preisraelitas y otros semitas, alcanzando algunos un cierto estatus en la administración (algo personificado en la figura bíblica de José). Tras un tiempo, siempre a decir del relato bíblico, son esclavizados. Si es así, el comienzo de su servidumbre pudo coincidir con la expulsión de los hicsos (en mi opinión mejor que con el éxodo hebreo, tal como pretende este documental, aunque el relato bíblico del éxodo también pudiera ser un lejano recuerdo de esta expulsión hicsa). Asimismo, durante los primeros siglos del Imperio Nuevo los faraones intensificaron su influencia en el Pasillo Sirio-Palestino, siendo igualmente posible que condujeran a Egipto como esclavos a poblaciones asentadas en tierras de Canaán. El recuerdo de esta esclavitud pudiera explicar la narración bíblica, redactada a gran distancia temporal de los tiempos supuestamente retratados, en el siglo VI a.C. Sea de una manera u otra, al contrario de lo que ocurre con los hicsos, es indiscutible la falta de integración étnica y cultural de los futuros hebreos con la población egipcia, de lo que son sus mejores manifestaciones su servidumbre y el yahvismo alumbrado en el éxodo o retorno a tierras de Canaán.

Una de las “pruebas” aportadas por este documental es el espectacular hallazgo de una inscripción parietal alfabética datada en ca. 1500 a.C., que se entiende como hebrea y prueba de la esclavitud de este pueblo. Los antiguos atribuían a los fenicios (phoínikes) el mérito de haber inventado la escritura alfabética. Como es habitual, la realidad histórica es más compleja. Utilizaban solo las consonantes, de modo que era una escritura silábica simplificada. Cada uno de los 22 signos indicaba una consonante seguida de una vocal (no escrita). La “forma” de estos signos se debe a la ciudad de Biblos, en torno al siglo XIV a.C. Sin embargo, puesto que en Ugarit se han hallado textos cuneiformes y escritura consonántica que se datan entre los siglos XV-XIV a.C., parece que fue esta ciudad la inventora del sistema consonántico, aplicándolo a un complejo gráfico de tipo cuneiforme. En cualquier caso, nada que se encuentre relacionado con los hebreos. Dar crédito al “hallazgo”, un epígrafe alfabético del año 1500 a.C. atribuido a los hebreos, sería alterar la autoría e incluso la cronología de la escritura de este tipo. Además, en el documental se afirma que en el mencionado epígrafe hay una rogativa al dios bíblico. Pero los más primitivos hebreos (se hace difícil usar esta denominación usada por el documental en tales cronologías, pues sería mejor hablar de clanes preisraelitas) eran politeístas, de lo que hay pruebas fehacientes en la propia Biblia. Sólo con Moisés, o en los tiempos atribuidos a tal personaje, se impuso la monolatría: “No tendrás otros dioses rivales míos” (Ex 20, 3).


Inscripción parietal. © Discovery Channel

El documental reserva un papel principal a la erupción de Santorini, catástrofe recurrente en la obra fílmica de Simcha Jacobovici, acaso por constituir un “gran espectáculo cinematográfico”. Actualmente la explosión volcánica de Santoniri (antigua isla de Thera) se fecha por criterios vulcanológicos y dendrológicos en el último tercio del siglo XVII a.C., y no en ca. 1500 a.C. según afirma el documental. Sus autores ligan esta erupción con los fenómenos sobrenaturales descritos en el texto bíblico, las célebres plagas con que Yahve castiga Egipto, a su decir habidas durante el reinado de Ahmosis (1552-1525 a.C.). Incluso si se admite la data de la explosión para Santorini-Thera ca. 1500, y dando crédito a la novena plaga, la oscuridad que reinaría sobre Egipto, Ahmosis no podría ser el faraón innominado del Libro del Éxodo, tal como quiere el documental, salvo que se fuerce la cronología.


Isla de Santorini. © Discovery Channel

Ciertamente no faltan egiptólogos –pese a presentarse éstos en general renuentes a entrar en la temática- que ubican el éxodo durante el reinado de Ahmosis u otro faraón de la XVIII Dinastía (1550-1295 a.C.). Por el contrario, la mayoría de los biblistas sitúan el éxodo ca. 1250 a.C., durante la XIX Dinastía y en concreto en el reinado de Ramsés II (1279-1213 a.C.), es decir, a gran distancia temporal de la mencionada erupción. Tal estimación se basa en Ex 1, 11, donde se dice que los israelitas trabajaban en la construcción de las ciudades granero de Pi-Tom y Ramsés (aunque admiten que la primera, la griega Heroónpolis, no se documenta hasta muy tardíamente, en Época Saíta, por lo que el relato bíblico pudiera ser una proyección posterior), y en una carta del propio Ramsés II (Papiro Leiden 348), donde se ordena que se distribuyan raciones a los habiru que estaban acarreando piedras para Ramsés Miamum.

Tal vez debamos entender que el relato bíblico no hace sino codificar, y simplificar, toda una serie de diversos movimientos poblacionales (hicsos, cananeos, habiru seminómadas que escapaban del control del sistema palacial, etc.) de la segunda mitad del II Milenio a.C., de los que se tenía un recuerdo más o menos difuso en el momento de redacción de la narración. Desde esta perspectiva, difícilmente se puede otorgar una cronología concreta a la “fuga” de Egipto, si es que tal cosa existió. El pueblo hebreo fue el fruto de una compleja etnogénesis a fines de este periodo o, mejor, a principios del I Milenio a.C., en la que pudieron participar gentes procedentes de la península de El Sinaí.

También salen a relucir en este documental las pinturas murales de Acrotiri, el llamado Tesoro de Atreo y las losas sepulcrales del Círculo de Tumbas de Schliemman en Micenas, a su decir relacionado todo ello con la cultura egipcia y los seguidores de Moisés. No creo que merezca la pena detenerse en tales asertos, que pueden calificarse –desde una buena disposición- de erróneas o fantásticas. Solo cabe precisar algunos aspectos. Acrotiri, en la parte meridional de la antigua isla de Thera, parece ser una colonia cretense. En relación con sus pinturas, dedicadas a la vida cotidiana y a la representación de la naturaleza, son realistas, muy alejadas del arte egipcio. Su cerámica también remite a las culturas cicládica y cretense. Respecto el “Círculo de tumbas A” o “Círculo de Schliemman”, es obra del siglo XVI a.C., en tanto que el “Tesoro de Atreo” ha sido datado ca. 1330 a.C. Ambos son propios de la cultura micénica. En consecuencia, poca relación con Egipto y ninguna con los hebreos supuestamente conducidos por Moisés.


Círculo funerario de Micenas. © Discovery Channel

En fin, como ejemplo de “aportación” a la investigación de este documental destaca la identificación precisa del Monte Sinaí, donde, de dar crédito al relato bíblico, Moisés recibe las Tablas de la Ley. El nombre de Sinaí (no falta quien entiende que un derivado de Sin, el dios lunar) es el dado por algunas tradiciones (yahvista y sacerdotal) a este monte, si bien parece más bien encajar con el denominador de una región (Ex 19, 1-3). En todo caso, las conclusiones de la crítica histórica textual son más modestas que las de Simcha Jacobovici y su documental. Según Ex 18, 5, Moisés recibe la visita de su suegro, el madianita Jetró. Los hebreos se hallaban entonces acampados junto al “Monte de Dios”. Siguiendo a Ex 3, 1, este monte es en el que Moisés tuvo su primer encuentro con Yahvé. Previamente, en Ex 2, 11-22, se ha relatado la huida de Moisés a Madián, donde es acogido en hospitalidad (lo que ha servido para estimar el yahvismo es de origen madianita). La buena acogida de Moisés (o de los clanes hebreos) por Madián es algo verosímil, pues sabemos de la feroz hostilidad posterior entre israelitas y madianitas (Nm 31 y Jue 6-8) y, en consecuencia, no tiene sentido que la narración bíblica otorgue gratuitamente un papel positivo a Madián. Pero poco más se puede decir al respecto. De acuerdo con I Re 11, 18, Madián debe situarse geográficamente al sur del Néguev y al norte del desierto de Farán.


¿Monte Sinaí? © Discovery Channel

Pero, sin duda alguna, lo que más salta a la vista a lo largo de este documental es una lectura literal de la Biblia y en concreto de su Libro del Éxodo (“legitimado” con el concurso de la geología y de la arqueología), el segundo de la Torá judía, del Pentateuco en terminología cristiana. En mi opinión, es el principal problema, por lo que merece un comentario más extenso.

El “sentido histórico” es algo consustancial al Occidente moderno, de modo que la historiografía es una “actividad natural” encaminada al conocimiento y comprensión de la propia existencia. En este sentido, somos herederos de la historiografía hebrea y greco-romana. Por el contrario, otros pueblos de la Antigüedad, egipcios y orientales, sin duda generaron una gran diversidad de documentos históricos (anales, listas reales, etc…), pero no produjeron historiografía como tal, pues no se ocuparon de comprender su historia. Reflexionaron sobre determinados detalles concretos de su pasado más inmediato, pero no fueron capaces de abarcar grandes períodos de tiempo. En definitiva, sólo hebreos, griegos y romanos escribieron historia.

No obstante, en el caso de los hebreos, su historiografía es muy peculiar. Generaron lo que podemos llamar una “historiografía teológica”, pues entienden que la historia de su pueblo es la de sus relaciones con Dios: mal avenidas unas veces, óptimas otras. Cuando el pueblo se muestra fiel a la Alianza, será premiado por la divinidad. Por el contrario, cuando se aleja, olvida o incumple la Alianza, los israelitas son castigados. Hay que considerar que los hombres de la Antigüedad, y los hebreos no son una excepción, estaban profundamente convencidos de que toda su vida estaba rodeada de potencias divinas, sometida a la actuación de fuerzas inmateriales e inescrutables. En consecuencia, había que cumplir con la divinidad para ganarse su benevolencia, o de lo contrario afrontar ser víctima de sus maleficios. Por lo que respecta a los hebreos, su Dios siempre está presente en sus vicisitudes históricas, siempre está ahí y determina su suerte.

Fruto de esta concepción, los hebreos generaron una literatura, en particular historiográfica, única y muy singular. Además, esto ocurre después de su instalación definitiva en las tierras de Canaán y su conformación estatal, lo que complica aún más el asunto. ¿Hasta qué punto son válidos desde el punto de vista histórico los libros del Antiguo Testamento que tratan la conformación del pueblo hebreo anterior a su establecimiento en la tierra prometida y la formación de la monarquía israelita?

Hay que considerar que es muy difícil separar historia bíblica (o sagrada) de historia profana. Incluso la cronología anterior a la monarquía davídica, la época protohistórica del pueblo hebreo, tiene mucho de conjetural. Por lo que respecta a la estancia en Egipto y el retorno a Palestina narrado en la Biblia, tradicionalmente suele asignarse una cronología que abarca desde el establecimiento y su posterior opresión o esclavización en el País del Nilo (ca. 1700 a.C.), hasta la salida de Egipto liderada por Moisés (ca. 1250 a.C.) y su establecimiento en Canaán con Josué (caída de Jericó, ca. 1200 a.C.).

Interesa en especial el libro del Éxodo, el segundo de la Torá. Es el libro de la liberación, de los primeros pasos (dolorosos) por el desierto, del establecimiento de la Sagrada Alianza y de la fabricación de los instrumentos para el culto a Yahvé. La génesis de este libro es compleja, pues proviene de diversas tradiciones. Esto explica su exposición y la presencia de repeticiones y contradicciones, no faltando quien ve en él una creación fruto de la inventiva de un autor del siglo VI a.C. Relacionado con todo ello está la difícil cuestión el crédito histórico otorgado.

¿Quiso su autor narrar historia y, si es así, con su texto se puede reconstruir un proceso histórico o al menos rastrear huellas de acontecimientos de esta naturaleza? El propio Libro de Éxodo no ayuda mucho en este sentido. Por ejemplo, ¿cómo se llamaba el faraón con el que ocurre el éxodo del pueblo hebreo?, ¿por qué este silencio? La conformación con la arqueología tampoco aclara gran cosa. Hay evidencias de movimientos poblacionales y de cambios culturales en la Palestina del 1200 a.C. (en la transición del Bronce al Hierro), pero no parecen concordar con la narración bíblica. No obstante, el texto sí demuestra un conocimiento de Egipto y del desierto (por ejemplo, en el relato de la estancia de Moisés en Madián), lo que nos habla de una cierta experiencia histórica acumulada.

Egipto ocupa un papel fundamental en la historia sagrada, constituyendo el modelo de imperio pagano: la dominación de Egipto vale para decir la de Asiria, Babilonia, Macedonia o Roma. En consecuencia, la liberación de Egipto queda como un cliché de cualquier otra liberación. Pero Egipto, en el texto bíblico, aparece bajo diversas modalidades: unas veces es benéfico (Gn 12, 42 y ss.); otras opresivo (Ex 1-11), de modo que la opción de retorno a Egipto no es una salvación (Dt 28, 68), sino castigo (Os 9, 3-6). Y, sin embargo, un día Egipto se convertirá y será “mi pueblo” (Is 19, 16-25).

Por lo que respecta a la liberación, el tema épico central del Libro del Éxodo, según la narración el Señor se pone del lado de un pueblo de esclavos en calidad de rescatador y defensor, y ejerce de justiciero con los egipcios. Ante la petición de Moisés de abandonar Egipto, el faraón se resiste por razones de estado, y es entonces cuando se produce la confrontación: en 10 turnos el Señor descarga sus golpes. Los dos primeros quedan indecisos; al tercero, el Señor se impone; al séptimo, el faraón reconoce su culpa; y, al décimo, los hebreos son empujados a salir de Egipto. En todos estos episodios el Señor actúa por medio de Moisés, el libertador humano (con una historia personal, Ex 2, 1-10, que pertenece al mundo del folklore y que está presente, por ejemplo, en la literatura acádica y en concreto en la leyenda del rey Sargón de Acad). El último escenario de la narración es de tipo cósmico: un desierto hostil y un viento que cumple con la ordenes divinas, consumándose la derrota del prepotente ejército egipcio y la salvación de los inermes hebreos. En adelante, el Señor será en el ideario de los hebreos quien los sacó de la esclavitud de Egipto.

Los conflictos entre los clanes hebreos y las autoridades egipcias son el punto de partida del éxodo. Según el relato bíblico, el origen del enfrentamiento está claro: la imposición de un trabajo en condiciones insoportables (Ex 1, 11-14; 2, 23; 3, 7). Como ya se ha comentado, en Ex 1, 11 los hebreos son obligados a trabajar en la construcción de las ciudades de Pi-Tom (Heroónpolis) y Ramsés (ciudad sin duda fundada por Ramsés II). El dato es verosímil, pues no es la primera vez que el Estado egipcio reclutaba de forma más o menos forzada a tribus que merodeaban por el Delta. Naturalmente, tales condiciones serían difíciles de soportar para clanes de pastores semi-nómadas.

A partir de aquí, en el texto del Libro del Éxodo se encuentran mezcladas dos tradiciones. Según Ex 5, 1, Moisés demanda al faraón que su pueblo pueda salir al desierto a fin de celebrar allí una festividad. Posiblemente se alude a un sacrificio pascual de primavera, algo propio de los clanes pre-israelitas. De ser así, habría dos motivos para el éxodo: junto a la opresión, razones de tipo religioso. Obviamente, los egipcios no pueden prescindir alegremente de esta mano de obra esclava o semi-esclava, por lo que les persiguen (Ex 14, 5-8), de modo que los fugados estaban “muertos de miedo” (Ex 14, 10). La otra tradición dibuja el éxodo no como una huida, sino como una expulsión en masa decretada por el faraón (Ex 6, 1), lo que no tiene sentido desde el punto de vista de histórico: si el faraón necesita mano de obra, no puede decretar su expulsión. Como ya se ha comentado, esta tradición puede tener un origen en la propia expulsión de los hicsos, semitas asiáticos que dominaron Egipto en el siglo XVII a.C.

Quizás factores externos facilitasen la salida hebrea, pero lo cierto es que la narración del Éxodo es netamente legendaria, de modo que, con paso del tiempo, el relato primitivo de algunos datos históricos se fue ampliando y adquiriendo tintes míticos. Por ejemplo, es factible que algún destacamento fronterizo se opusiese a los hebreos, pero es impensable que un faraón corriese tras ellos tal y como dice la Biblia (Ex 14, 5-31). Por lo que se refiere al asunto de las famosas plagas y otros azotes divinos (Ex 7, 14 – Ex 11, 10), nada se puede decir: es un relato característico de la narrativa popular y legendaria, tal vez inspirado en fenómenos naturales, o acaso redactado con intenciones religiosas y apologéticas.

Así las cosas, ¿cuánto de verdad histórica hay en esta narración? Aparte de posturas hipercríticas, es posible relacionar el éxodo con las migraciones de pueblos habidas en los siglos XIII-XII a.C. En el Mediterráneo Oriental, sabemos de hambrunas en el mundo hitita, de la desaparición de los centros micénicos y de una importante migración de los llamados “Pueblos del Mar”, entre ellos los peleset, los filisteos bíblicos, que participaron en la batalla de Qadesh (1274 a.C.) entre el rey hitita Muwatalish y el faraón Ramsés II. Este faraón, Ramses II, tuvo una importante actividad constructiva (documentada en las paredes de Abu Simbel y en el llamado santuario ramésida de la necrópolis de Tebas), para lo que empleó mano de obra esclava de habiru. La historiografía, basándose en criterios filológicos, discute si el término que designa a este grupo social, los habiru, puede asimilarse a ibrim, es decir, a los hebreos. Tal vez debemos entender que se trata más de una categoría socio-económica que étnica, englobando a los preisraelitas junto con otras poblaciones asiáticas. Por otro lado, algunos de estos Pueblos del Mar, junto con aliados libios, atacaron el Delta del Nilo en tiempos del sucesor de Ramsés II, el faraón Merenptah (1213-1203 a.C.). Según la documentación (templo de Amón y la llamada Estela de Israel) este faraón logró matar a un gran número de los atacantes y expulsar al resto. Precisamente la Estela de Israel, de la Victoria o de Merenptah, es la primera referencia a Israel en la documentación egipcia, y allí aparece no como una ciudad o un país, sino como una tribu.

No quiero demorar más el juicio que, a mi parecer, merece este documental. Estamos ante un sub-producto histórico: una farsa a medio camino entre el espectáculo y el periodismo amarillo, todo ello bajo la apariencia de un documental y una labor de rigurosa investigación histórica. Baste con decir que su autor parte de un desconocimiento absoluto de lo que es la propia disciplina histórica. Comienza afirmando que, por vez primera, se han reunido al efecto “expertos que raramente, si es que alguna vez lo hacen, hablan entre sí”. Pues bien, la historia como disciplina científica precisamente exige y se conforma mediante la comunicación y confrontación de los distintos historiadores y sus producciones historiográficas. A esto se añade que, según declaraciones de algunos de estos mismos expertos, que de forma más o menos ingenua y gratuita participaron en la realización de este documental, sus palabras fueron debidamente “editadas” para hacerles decir lo que no dijeron, y por supuesto no pensaban. Es el caso de los arqueólogos y egiptólogos Donald B. Redford, de la Universidad Pública de Pensylvania, o de Mandred Bietak, de la Universidad de Harvard.

¿Simple espectáculo y pasatiempo lúdico? Si fuese únicamente esto, si se entiende así, no tiene mayor importancia. El problema es que el medio, el formato fílmico utilizado y el despliegue de medios tecnológicos, todo ello, cuenta con un indiscutible crédito social en la actualidad.

Pero más importante es la intención que, a mi parecer, subyace en este documental (o al menos las consecuencias que pueden tener en su público): presentar una investigación pseudo-científica que avale, de forma nada inocente, el texto bíblico en su literalidad.


Arca de la Alianza. © Discovery Channel

Al respecto, para los “entusiastas” de una lectura literal de la Biblia, procedentes de sectores neo-conservadores (fundamentalmente en medios cristianos) y legitimadores del derecho etnicista sobre la tierra (en medios judaicos), creo que no estaría de más recordar que, siguiendo el propio texto bíblico al que tanto defienden, cuando los hebreos están en pleno desierto y los exploradores enviados a la tierra prometida regresan a informar, en definitiva cuando son libres, pretenden liquidar su relación con Dios y volver a Egipto:

“Entonces toda la comunidad empezó a dar gritos, y el pueblo lloró toda la noche. Los israelitas protestaban contra Moisés y Aarón, y toda la comunidad les decía: ¡Ojalá hubiésemos muerto en Egipto o en este desierto, ojalá muriéramos! ¿Por qué nos ha traído el Señor a esta tierra, para que caigamos a espada y nuestras mujeres e hijos caigan cautivos? ¿No es mejor volvernos a Egipto?” (Nm 14, 1-3)

Finalmente, a luz de lo expresado hasta aquí y a modo de conclusión, creo que estamos ante un subproducto propio del mundo de la posmodernidad, o de la banalización de la posmodernidad. Y en este reino de la pos-verdad, por lo que se refiere al mundo de las imágenes, tal vez sea conveniente repensar el género-concepto mismo de documental.

 

Bibliografía

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ISSN 1988-8848