MARÍA MAGDALENA
(G. Davis, 2018)

Mary Magdalene (G. Davis, 2018)

Dra. Olga Ruiz Morell
Hebraísta
Universidad de Granada

Recibido el 4 de Junio de 2019
Aceptado el 20 de Septiembre de 2019

Resumen. El estudio consiste en una revisión del personaje de María Magdalena en la película del director Garth Davis protagonizada por Rooney Mara. La historia y el personaje que nos presentan el director y las guionistas es el de una mujer judía de su tiempo, la Palestina del siglo I, con sus circunstancias y sus frustraciones. Mediante un hermoso retrato visual, e inspirándose en las fuentes apócrifas, analizamos aquí el viaje que realiza la protagonista y algunos de los personajes que la acompañan, así como el paisaje y los sonidos que se convierten en parte de la historia. Nos enfrentamos a la representación de una mujer judía, cuyo inconformismo y convicción le permitirán encontrar su lugar en un mundo sacudido por la crisis social y religiosa.
Palabras clave. María Magdalena, Jesús, Judas Iscariote, Mujeres judías, Judaísmo clásico, Cine religioso, Cine histórico.

Abstract.This paper revisits the figure of Mary Magdalene in the film by Garth Davis, starring Rooney Mara. Her history and personality, as presented by the director and the scriptwriters, is that of a Jewish woman of her time i.e. first-century, Palestine. By means of a beautiful visual portrait based on apocryphal sources, it is to be analyzed the path taken by the protagonist and some other characters surrounding her, while the plot pays attention at the landscapes and sounds that also become part of the story. We are confronted with the representation of a Jewish woman, whose nonconformity and conviction will allow her to find her place in a world threatened by a social and religious crisis.
Keywords. Mary Magdalene, Jesus, Judas Iscariot, Jewish Women, Classic Judaism, Religious Cinema, History on Film.

 

Denostada por unos, infravalorada por otros, podríamos pensar que la propuesta cinematográfica de Garth Davis sobre María Magdalena, lejos del éxito de su anterior película (Lion, 2016), está condenada al olvido cinematográfico. Me resisto a ese olvido, aunque debemos admitir que se trata de una película más artesanal que industrial (si se me permite la metáfora). El director australiano logra construir un relato visual que envuelve -incluso involucra- al espectador o a la espectadora que se deje llevar por la fotografía, la música, los silencios y el guion (no necesariamente en ese orden). Davis nos brinda un relato intimista acerca de una mujer que, asfixiada por la familia, por los convencionalismos sociales y religiosos y por las tradiciones, logra descubrir su valor y su fortaleza, para finalmente dar sentido a su vida. Una historia difícil de construir sin caer en estereotipos o en mojigaterías, pero que en este caso Davis logra con cierta originalidad.

La sinopsis publicada en la web de Universal Pictures nos dice que “María Magdalena es el retrato más humano y real de una de las figuras espirituales más enigmáticas e incomprendidas de la historia. La película bíblica cuenta desde un punto de vista biográfico la historia de María Magdalena (Rooney Mara), una joven mujer que busca dar un nuevo sentido a su vida. A pesar de las jerarquías y reglas impuestas por su época, María Magdalena se atreve a desafiar a su familia y unirse a un nuevo movimiento social liderado por Jesús de Nazaret (Joaquin Phoenix), y no tarda en encontrar su sitio en este nuevo camino que les llevará hasta Jerusalén” (1).

Considero que ese camino en la película no lleva realmente hacia Jerusalén; se trata más bien de un viaje introspectivo de una mujer cuyo punto final es la conciencia de su lugar en el mundo.

Las imágenes de la Magdalena

La representación de María Magdalena en el cine ha estado siempre supeditada a la de un personaje secundario -en el mejor de los casos- y definida por los estereotipos asignados a esta mujer a través de las lecturas que se han hecho de los Evangelios y de las tradiciones posteriores. Esos estereotipos responden a los de una mujer pecadora, prostituta o adúltera (parece no haber más opciones de pecado entre mujeres), redimida por Jesús; o la de una mujer enamorada y/o seductora que sigue a un hombre llamado Jesús; incluso la mujer endemoniada a la que Jesús sana.

La primera aparición protagonista de María Magdalena en el cine fue la de Diana Karenne en la película muda Redenzione (Carmine Gallone, 1919). Conocida también como Maria di Magdala, su título original nos advierte de la imagen representada de la Magdalena. Desde entonces, las diversas imágenes de la discípula de Jesús de Nazaret plasman las tres facetas del personaje: la pecadora, la enamorada y la endemoniada. La María pecadora (inspirada erróneamente en Lucas 7,37-50) ha sido interpretada en múltiples ocasiones. De entre las más “recientes” contamos con la recreación de Joanna Dunham en La historia más grande jamás contada (George Stevens -entre otros-, 1965), la siempre espléndida Anne Bancroft, en Jesús de Nazaret (Zefirelli, 1977), la polifacética Debra Messsing en Jesús (Roger Young, 1999), o Monica Bellucci en La Pasión de Cristo (Mel Gibson, 2004). La mujer enamorada del Jesús más humano es la que interpreta Yvonne Elliman en el film Jesucristo superstar (Norman Jewison, 1973), o bien Barbara Hershey en La última tentación de Cristo (Martin Scorsese, 1988), de acuerdo al personaje de la novela de Nikos Kazantzakis. Mención aparte merece la representación de la mujer endemoniada (de acuerdo con Lucas 8,2 y Marcos 16,9) en la que se inspira la Magdalena de la cinta de animación El hombre que hacía milagros y a la que da voz Miranda Richardson (D.W. Hayes y S. Sokolov, 2000).


Diana Karenne en el papel de Maria Magdalena en Redenzione o Maria di Magdala (Carmine Gallone,1919) ©Medua Film

La Magdalena de Rooney Mara se distancia en gran medida de esas imágenes, aunque podemos intuir a la tercera, la endemoniada, a través de una revisión muy sutil. En líneas generales descubrimos aquí un personaje relativamente despojado de estereotipos en el que una nueva perspectiva, la de una mujer judía del siglo I que elige el discipulado y la labor pública dejando atrás las restricciones de su situación como hija o hermana, nos oferta una imagen un tanto refrescante por lo novedosa. La interpretación de Mara es espléndida. Nos presenta a una María distante, inquieta, frustrada, que se convierte en una mujer firme, tranquila y pausada. En ciertos momentos parece distante, con un rostro enigmático, casi inexpugnable. Pero enseguida aparece otro rostro, el de una mujer llena de misericordia, con una sonrisa abierta y sincera que deleita.

Una mujer del siglo I

La cinta, especialmente en sus momentos iniciales, retrata de una manera sencilla, pero espléndida, la vida de las mujeres del judaísmo del siglo I de la EC. Indudablemente nos encontramos en un periodo convulsivo del judaísmo palestino, una sociedad que se encamina a un colapso del que surgirán -y por necesidad se nutrirán- dos grandes movimientos: el cristianismo y el judaísmo clásico (llámesele rabínico). Cierto es que las circunstancias religiosas y sociales de cada grupo -ya fuera el Frente Judaico Popular como el Frente Popular de Judea u otros disidentes (La vida de Brian, 1979)- varían; pero en cualquiera de esas corrientes las mujeres, si bien compartían unos pocos ámbitos, vivían en espacios distintos a los de los hombres, tanto en lo privado como en lo público. Ya se diría en el Talmud de Babilonia que “las mujeres son un pueblo aparte” (Tratado Shabbat 62a). En ese sentido, la cinta nos presenta una población, la de Magdala, donde las mujeres permanecen dentro del hogar, cuidando y cuidándose, y salen de él, para trabajar y, cuando corresponde, para rezar. En cambio, los hombres parecen llevar una vida más ligera. “¡Qué suerte tener tanto tiempo libre!”, en palabras de la protagonista. Es en ese tiempo y espacio precisamente en el que vive María, una mujer de su época, pero insatisfecha y disconforme con su situación. Desde el comienzo de la cinta se nos dibuja a una mujer sensible y valiente, capaz de una compasión arrolladora. La primera escena nos advierte de su capacidad y singularidad. Posteriormente, a raíz del compromiso matrimonial -circunstancia por la que toda joven debe pasar- María se siente al límite de su capacidad de sumisión o aceptación; no se trata de un rechazo personal hacia su prometido, sino del rechazo hacia la situación. No lo quiere a él, pero tampoco quiere otro marido, simplemente persigue otra vida. No reivindica a las mujeres de su tiempo, sino a sí misma. Se trata de una lucha personal, de la necesidad de controlar su propia vida, de conocer y ocupar su lugar en el mundo, no el que se le haya asignado en un orden fosilizado. Por ello, desde el primer momento, María Magdalena, a pesar de su apariencia frágil, se mostrará fuerte y coherente. A partir de la combinación de una aparente fragilidad y ternura, junto a la fortaleza de carácter, Mara logra enriquecer el personaje.


©Universal Pictures International

Hombres y mujeres: dos mundos apartes

Esa sociedad dividida entre hombres y mujeres, dos grupos que conviven por separado, se representa en la sinagoga. Bajo un mismo techo, cada uno ocupa su lugar con su conjunto. Como mujer, María no puede estar en ese espacio religioso de carácter público cuando y como quiera, y mucho menos por una decisión individual y espontánea. Ese hecho y esa escena resumen su situación en la vida y ante la que se rebela. Por eso mismo es por lo que los demás, fieles al orden social imperante, la creen poseída por demonios.


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Pues precisamente esos dos mundos aparte, el de mujeres y hombres, serán los que den sentido a la posición de María junto a Jesús, como discípula. A través de ella, Jesús incorpora a las mujeres a su grupo. Hasta entonces, temían ser bautizadas por hombres o viajar en compañía de ellos, por lo que no podían seguir a Jesús. Junto a la transformación de la Magdalena, su incorporación al grupo de discípulos de Jesús y su papel como líder de mujeres y transmisora de su maestro es tema fundamental de la película; de hecho, se trata de uno de los grandes aciertos del guion.

Precisamente las guionistas, tanto la veterana Helen Edmundson, autora de textos originales y adaptaciones de clásicos de la literatura y del teatro, como Philippa Goslett, dedicada principalmente a historias de mujeres y biografías, no parecían pretender ahondar en el aspecto religioso de la historia, sino, por el contrario, recuperar un personaje histórico femenino marginalizado, darle su espacio y justificarlo. Para ello, buscan el lugar más apropiado y verosímil de María junto a Jesús. Jesús pregunta a María qué decir a las mujeres, la convierte en su interlocutora, de modo que hombres y mujeres permanecen en sus espacios, sin que en la mente de nadie esté romper esa estructura. Jesús pide a María que sea sus manos entre las mujeres. Otra propuesta hubiera resultado del todo anacrónica. Jesús bautiza a María, pero a partir de ahí, será ella la que se encargue de bautizar a las mujeres, de consolarlas, acompañarlas en la oración... A través de ella se logra la entrada de las mujeres en el grupo de Jesús. Será la primera entre ellas, ¿como Pedro era el primero entre los hombres?


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Las fuentes de inspiración y documentación

Aparte de alguna aportación original, obviamente el guion se nutre de los textos bíblicos. Si bien el marco general sigue el relato de los evangelios canónicos, las fuentes apócrifas aportan la originalidad del relato, especialmente de la corriente gnóstica, como son los evangelios de María, de Felipe, de Tomás o de Judas, así como el Diálogo del Salvador y la Sabiduría de Cristo (Pistis Sophia). Ella es equiparada al propio Pedro, al que finalmente supera en el afecto y apoyo de Jesús. Esa confrontación y rivalidad que leemos en esos apócrifos se plasman en la película. También percibiremos la complicidad entre María y Jesús, la reivindicación de Judas Iscariote, los escrúpulos ante la figura de Pedro, así como la verdadera naturaleza del Reino de Jesús de la tradición gnóstica.

Lo que podríamos suponer como invención de guionistas y director, responde en muchos casos a fuentes documentales antiguas “oficiosas”.

Los personajes en torno a María

De especial interés es revisar a algunos de los personajes a través de sus relaciones con María Magdalena. Los personajes, así como los actores y actrices que los interpretan, por lo general son acertados, tanto en lo que respecta al peso que se les concede en el relato, como en la representación que de ellos se ha elaborado.

El ámbito doméstico y familiar es retratado en la primera parte de la película. La ausencia de fuentes documentales permite mayor libertad en dicho retrato, que se dibuja de nuevo por separado, en dos ámbitos, el femenino y el masculino.

Mediante el padre y los hermanos se trazan perfiles masculinos ante la tradición, de una manera que se podría considerar atemporal y universal. Son hombres de una pequeña localidad galilea del siglo I, que bien podrían serlo de cualquier otra localidad y de cualquier tiempo. Frente a una joven insatisfecha y rebelde, se sitúa, en primer lugar, un hombre afectuoso, carente de la valentía que posee ella misma. Se trata del padre, Elías (Tchéky Karyo), quien, incapaz de respaldarla o rechazarla, se retira dejando la decisión en manos de otros. En segundo lugar, los hermanos más jóvenes, Aarón (Jules Sitruk) y José (Ryan Corr); el primero prácticamente invisible y el segundo un solidario y revisionista que no duda en respaldar una corriente de renovación, pero en lo público y en lo masculino. En el hogar y ante una hermana pierde toda su fortaleza luchadora, posiblemente hasta sus convicciones, y calla. Por último, interviene el hermano mayor que ejerce de tal, Daniel (Denis Ménochet). Un hombre seguro del orden establecido, del lugar que ocupa cada uno y cada una en la sociedad y en la familia. Toda mujer debe casarse y tener hijos, otra opción es un sinsentido, sería antinatural. Cuando ella se siente incapaz de someterse, él no duda en celebrar por su propia mano un exorcismo mediante el que expulsar al demonio que confunde a la joven, única explicación que justifica esa actitud. El padre y los hermanos menores serán testigos mudos, sufriendo por ella, pero cómplices en su silencio.

Entre las mujeres, además de María, y una madre ausente a la que se alude solo para encarnar el modelo matriarcal, se encuentran las esposas de los hermanos Raquel (Ariane Labed), Sara (Hadas Yaron) y Lía (Shira Haas). Destaca la primera de sus cuñadas, amiga y compañera. Es una mujer que asume y acepta convencida su posición en la sociedad patriarcal. Valora las cualidades de María, pero frente a la insatisfacción de esta, no comprende su actitud y la delata. Para ello recurre al control masculino representado por su marido, Daniel. Las escasas dudas que siente ante la motivación de su cuñada responden al cariño, pero son superadas de inmediato por su compromiso hacia el orden social y familiar. Por todo ello, María, acompañada de una numerosa familia, se encuentra sola en Magdala.

En el entorno público, fuera ya del ámbito familiar y de la propia Magdala, se diversifican los personajes, marcados ya por la tradición de los textos cristianos.

El Jesús de Garth Davis no sobresale en la escena, algo que puede sorprender precisamente por la elección de su intérprete, Joaquin Phoenix, un actor por lo general potente que, para bien o para mal, se hace notar. En este caso, a mi entender, el director y el actor logran transmitir una fuerza contenida mediante la que Jesús no se hace con el protagonismo en ningún momento. La heroína será siempre María, hasta el punto de que no viviremos ningún episodio sobre él si no lo presencia ella. El relato se verá solo a través de sus ojos, por lo que cuando María no lo ve, Jesús desaparece de la escena.


©Universal Pictures International

La llegada de Jesús a la vida de María no viene de la mano de la redención, como es lo habitual. Será decisivo el instante en el que él niega la presencia de ningún demonio. Él le ayuda a despejar sus dudas y descubrir su sitio en la vida. No hay perdón, sino instrucción, por lo que ella siempre se dirigirá a él ya como Rabí, “mi maestro” (como se menciona en Juan 20,16), y sus diálogos serán los propios de un maestro con su discípulo. La sutileza con la que se retrata la intimidad entre ambos, tanto en sus diálogos como cuando María le lava los pies, transmiten complicidad, sin caer en la frivolidad de la tensión sexual.

En cuanto a los discípulos, a los que se suma la propia Magdalena, destacan dos: Pedro (Chiwetel Ejiofor) y Judas (Tahar Rahim). Ambos mantienen un diálogo que nos adelanta la relación que cada uno mantendrá con la nueva discípula: Pedro se lamenta diciendo que “ella los dividirá”, mientras que Judas se congratula vaticinando que “ella le seguirá como nosotros”, a lo que un Pedro reacio responde que “la gente los juzgará”. En efecto, Pedro es el líder de los discípulos, la mano derecha del maestro, pero carece de la espiritualidad que sí aportarán María o el propio Judas. Es un estratega y un político, más cercano al Pablo manipulador, ideólogo de la Iglesia, que el tradicional Pedro, simple y espontáneo. Con la incorporación de María al grupo, como discípula destacada, él se siente desplazado, a lo que se suma el recelo por ser ella una mujer entre hombres. Será el más duro con ella; ve la singularidad de la joven, pero es capaz de pronunciar frases duras y recriminaciones contra ella. La rivalidad y los reproches de Pedro coincidirán con la tradición recogida en los textos gnósticos. No obstante, no se dibuja en absoluto como un personaje malvado, sino tremendamente humano, creyente y fiel a Jesús, hasta donde sus miedos y sus convicciones sociales se lo permiten.


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Una de las grandes bazas de la película es el personaje de Judas. Entre los discípulos, el más cercano a María, y precisamente a través de esa relación llegamos a conocerlo y comprenderlo mejor. No es en absoluto el traidor de los evangelios canónicos, sino el discípulo fiel y visionario de Jesús del evangelio apócrifo de Judas. Representa a un judaísmo rebelde y esperanzado en la llegada del fin de los tiempos. Cabe destacar que el mérito no es solo del guion, sino del propio intérprete; nos regala un gran personaje.

Los sonidos y las imágenes

Un breve apunte sobre alguno de los elementos audiovisuales más significativos de la película. Para construir el relato de María, Garth Davis emplea imágenes y sonidos que representan y apoyan brillantemente la narración. Las piedras, los caminos escarpados, los riachuelos, el lago… La naturaleza cobra protagonismo, hasta el punto de que en las aldeas (Magdala y Caná) no se ve más que alguna cueva o pequeños edificios (entre los que destaca únicamente la sinagoga, fundamental en dos episodios de la historia de María). Jerusalén se limita a aparecer a modo de maqueta, vista desde la distancia, detallando solo uno de los patios del Templo y el cenáculo. Los páramos aportan a la película el espacio perfecto de desolación, pero también de vida. En él la protagonista lleva a cabo su viaje físico y espiritual. Al paisaje se une una banda sonora en la que una música sutil se une a los sonidos de la naturaleza para llenar los silencios.


©Universal Pictures International

Pero el escenario más destacable a mi entender, es el agua. Hasta tal punto está presente el agua en la película, que cuando Jesús invita a escuchar en el silencio ese algo que les llama, lo que realmente se oye es el sonido del lago (Mar de Galilea). No obstante, este elemento es especialmente significativo para la protagonista. Está unida a ella como una metáfora de su propio ser. El metraje comienza y finaliza con el agua como espacio en el que María logra siempre encontrarse a sí misma. En la ingravidez que le da el líquido, se desprende de las cargas mundanas y conecta con su propia conciencia, hasta alcanzar un sentido espiritual de tipo místico. “Adoraba estar ahí abajo, como si no necesitara ni mi cuerpo ni la tierra”. Será el medio con el que se trata de rectificar su rebeldía -a modo de un inesperado exorcismo-, para más adelante transmitirle su libertad personal -mediante el bautismo-. En las mismas aguas, en la misma orilla, sufre y se complace; casi muere y casi renace.

* * *

Se trata de una película amable, a pesar de la dureza de ciertas escenas; arriesgada, aunque sin grandes provocaciones; lírica, si bien le falte algo de inspiración. Su ritmo lento podría describirse más bien como pausado o sutil, y en cualquier caso como parte fundamental de la película: es el modo en el que el director involucra a espectadores en el ritmo y emoción del relato.

Notas

(1) https://www.universalpictures.es/micro/mary-magdalene [12-05-2019].

 

Bibliografía

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ISSN 1988-8848