| SIMEÓN EL ESTILITA EN EL “SIMÓN DEL DESIERTO” DE LUIS BUÑUEL
 
 Simeon the Stylite in “Simon of the Desert” of Luis Buñuel
		     
		     Dr. Francisco Salvador VenturaHistoriador del Cine
 Granada
 
   Recibido el 19 de Julio de 2017Aceptado el 7 de Septiembre de 2017
   Resumen.             Luis Buñuel ha sido uno de los directores más particulares en la Historia del Cine y en la lista de sus películas figura también una de las más originales, “Simón del desierto”. Muchas son las razones que permiten considerarla así entre las que destaca con claridad que su protagonista sea (o esté inspirado en) Simeón el Estilita, un santo eremita sirio del siglo V. Este personaje se caracteriza por permanecer sobre una columna realizando penitencia durante muchos años, dando un ejemplo que tuvo numerosos seguidores. Como se puede sospechar, el tratamiento buñueliano del personaje es muy erudito, pero no académico, y está lleno de elementos surrealistas y humorísticos.Palabras clave. Simeón el Estilita, Luis Buñuel, Surrealismo, Estilitas, Anacoretas, Cristianismo en Oriente, Siria Antigua, Antigüedad Tardía
 Abstract.  Luis Buñuel is one of the most peculiar directors in the History of Cinema and his filmography includes one of the
most original films ever made: “Simon of the Desert”. A very special film, first of all due to its protagonist, Simeon the Stylite,
a Syriac ascetic saint that lived during the 5th century. This personage is characterized by his special way of penitence that led
him to remain on top of a column for many years, giving an example of sacrifice and full dedication to God to a great number
of followers. Despite his erudite approach, Buñuel presents the protagonist in a not academic way and adds to his figure many
surrealistic and humoristic elements.Keywords.Simeon the Stylite, Luis Buñuel, Surrealism, Stylites, Anchorites, Christianity in the East, Ancient Syria, Late Antiquity.
   Por lo demás, en aquellos tiempos, un  asceta subido en una columna no era extravagante, y ni siquiera excepcional. Se  dieron muchos casos semejantes, desde el siglo V hasta el XIV, sobre todo en el  oriente de Europa. Ucrania, Egipto, Siria, Turquía, tuvieron a estos llamados  “estilitas”. Algunos eran incluso mujeres. Uno de ellos estuvo en su columna  cuarenta y dos años, y a otro, en un invierno terrible de Siria, lo cubrió por  tres días la escarcha: parecía una figura de hielo y se le daba por muerto;  “revivió” cuando lo bajaron y arroparon. Tipos extraordinarios.Luis Buñuel  (Pérez y De la Colina, 137)
 La relación de los grandes directores de la Historia del  Cine incluye, sin duda, al director español Luis Buñuel. Dos componentes  dejaron un sello indeleble durante la etapa de su juventud y se convierten en  elementos imprescindibles para aproximarse a su figura. Los años de estancia en  la tan celebrada Residencia de Estudiantes de Madrid le brindaron la  posibilidad de conocer a un amplio elenco de intelectuales españoles y  extranjeros, además de convivir con jóvenes promesas de la creación, que, en  poco tiempo, se encargaron de cumplir sobradamente con las expectativas  depositadas en ellos. Fundamental resultó igualmente su periodo en París entre  los años veinte y treinta, durante el que frecuentó los círculos vanguardistas  y realizó la película considerada el manifiesto fílmico del surrealismo, Un perro andaluz (1929). Aún es preciso  señalar un tercero, sin el cual quedaría huérfana de contenidos gran parte de  su producción. Un inusual interés por la temática religiosa recorre, como si de  una espina dorsal se tratase, la carrera creativa de Buñuel. La raíz de ello  habría que buscarla en la formación jesuítica de sus primeros años en Aragón,  que le dejó una impronta indeleble, pre-ocupándole a la hora de emprender  muchas de sus empresas y convirtiéndose en protagonista central de algunos de  sus más importantes filmes: La edad de oro (1930), Nazarín (1958), o La Vía Láctea (1969). Paradójico puede parecer un interés tan marcado por los  asuntos religiosos en alguien que se reconocía abiertamente como ateo. Pero su  ateísmo fue tan personal que el propio Buñuel decía de sí mismo: Soy ateo,  gracias a Dios (Buñuel, 2000: 149). Dentro de su amplia filmografía, emerge con una  significación especial la película titulada Simón del desierto, basada  en un personaje poco conocido en Occidente, pero de gran importancia para los  cristianos ortodoxos, Simeón el Estilita. Se trata de un singular individuo  sirio del siglo V, que decidió iniciar una hasta entonces desconocida forma de  ascesis cuando se situó de manera permanente sobre una columna y permaneció  sobre ella durante años. Buñuel tenía ya intención de realizar un film sobre él  en los años cuarenta y la situación propicia se presentó, años más tarde, a  comienzos de la década de los sesenta (Baxter 1996: 311). El proyecto inicial  fue el de realizar un largometraje, pero, por razones económicas, sólo dispuso  de quince días para el rodaje y diez más para el montaje. En contra del  criterio del director, el productor Gustavo Alatriste decidió presentar el  material tal y como estaba, un total de cuarenta y dos minutos de metraje, a la  Mostra de Venecia de 1965. Allí fue premiado, razón por la cual Buñuel se negó  (por desgracia para nosotros) a proseguir con el proyecto primigenio. No cejó  en su empeño Alatriste y contactó con algunos de los más significados  directores del momento, con la intención de completarlo. La propuesta llegó a  nombres tan reconocidos como Truffaut, Kubrick, Fellini, Huston o Welles  (Sánchez Vidal 1984: 285-286), entre otros, y todos ellos rehusaron asumir el  trabajo. De esta manera, a la originalidad del tema elegido habría que añadir  la de ser un medio metraje y sumar la circunstancia de acabar de un modo  extraordinario, como consecuencia de una improvisación. Todos estos  pormenores contribuyen, sin duda, a acentuar la serie de trazos tan  particulares que en el visionado de esta película percibe el espectador.  ©New Line Films
 En el libro de sus memorias, comenta Buñuel que la  primera noticia de tan insólito personaje procede de la época de la Residencia  de Estudiantes. Allí, el joven compañero y amigo Federico García Lorca se  divertía con fruición a propósito de una información que sobre tal individuo se  ofrecía en el libro medieval de Jacobo de Vorágine titulado La leyenda aúrea.  La referencia concreta hacía mención a que las deposiciones del anacoreta sirio  se disponían sobre la columna de manera similar a la que ofrecía la cera  derretida cuando caía sobre la superficie de una vela. Daba la impresión  visual, como dijo el propio Buñuel en una ocasión, de que la mierda  chorreaba por la columna como la cera gotea por los cirios (Pérez y De la  Colina 1993: 137). Sin embargo, si se acude al libro medieval, no se encuentra  ninguna referencia concreta a Simeón el Estilita, razón por la que el origen de  la anécdota debió de ser otro. Probablemente se trata de una pista falsa  proporcionada por Buñuel, si bien la ascendencia de la noticia sigue teniendo  relación con el ambiente cultural reinante en la Residencia de Estudiantes. La  explicación más plausible, a juicio de X. De Ros (1), es la de que la fuente  original hubiera sido Gonzalo Rodríguez Lafora, un eminente físico que tuvo a  su cargo la dirección de los laboratorios de la Residencia y que fue también  uno de los pioneros en la adopción del psicoanálisis en España. Este autor  publicó en 1927 un libro, Don Juan, los  milagros y otros ensayos, en el que, abordando diferentes temas que le  interesaban desde la óptica de esta novedosa teoría, se hacía referencia a La leyenda aúrea y a los santos  estilitas, aunque sin establecer relación alguna entre ambos. Con una alta  probabilidad, se puede apuntar hacia esta vía para descubrir el camino por el  que Buñuel se empezó a interesar por este extravagante individuo. Para documentarse de manera concienzuda acerca del  personaje (Salvador Ventura 2007), se trasladó a Nueva York y allí se dirigió a  una biblioteca pública donde manejó las, hasta la fecha, dos obras de  referencia existentes: Les saints stylites de H. Delehaye (1923) y Antioche  païenne et chrétienne de A. J. Festugière (1959), que continúan siendo aún  en la actualidad las mejores fuentes de información acerca de este sujeto.  Precisamente, es en esta última donde se ofrece el relato de un obispo sirio  del siglo V, de nombre Teodoreto, narración en la que se cuenta la vida del  santo oriental Simeón el Estilita, cuya fama, se afirma, llegaba en su tiempo a  territorios tan distantes como Hispania y Persia. Resulta digno de ser valorado  que Buñuel se dirigiera a informarse a las fuentes originales, porque, aparte  de que no podía limitarse a la versión del intermediario italiano medieval  –como se ha visto–, es a todas luces el medio más apropiado para obtener una  información rigurosa, condición indispensable para un creador e intelectual de  sus características. El interés primigenio de Buñuel por Simeón devino una  actitud de apasionamiento después del manejo de las fuentes directas sobre la  vida del Estilita, recogidas en los dos trabajos citados. Pudo comprobar cómo  su figura se insertaba dentro de una galería de tipos extraordinarios (2), los anacoretas, que proliferaron  en diversas regiones del Mediterráneo oriental durante la transición del mundo  antiguo al mundo medieval (Acerbi y Teja 2011). Eran individuos que abandonaban  el mundo, renunciaban a cualquier vínculo con la sociedad y se retiraban al  desierto con la intención de seguir los dictados de una idea fija, la de  iniciar con su actitud un proceso de mayor aproximación a Dios, mediante el  vehículo de la oración y la penitencia continuadas. De hecho, durante los  siglos IV y V el fenómeno del monaquismo adquirió un extraordinario desarrollo  en Siria, presentando dos variantes fundamentales como formas de vida: la de  aquéllos que ponían en práctica su objetivo a través de la vida comunitaria y  la de aquéllos otros que consideraban más adecuado llevar una vida solitaria.  Los que optaban por la segunda vía se implantaron principalmente en los  alrededores de las ciudades importantes, como en el caso de Antioquía, Ciro y  Edesa. Si bien el anacoretismo pudo adquirir formas diversas, revistió siempre  como impronta común el extremo rigor de su penitencia, con prácticas duras como  el ayuno y la vigilia prolongadas, el rechazo de toda clase de higiene  corporal, o la prolongada permanencia de pie, entre otras. Algunos de estos  penitentes solitarios eligieron una forma de vida errante, pero la mayor parte  adoptaron un lugar concreto, ya fuera recluidos en cavernas o pequeñas celdas,  ya expuestos a la intemperie y a los rigores climáticos. Un grupo particular entre ellos son los estilitas,  nombre que procede del término griego Στυ̃λος, que  significa columna. Estos individuos desarrollaron su actividad ascética en ese  peculiar emplazamiento, una columna, sobre cuya plataforma superior se  instalaban para permanecer allí indefinidamente. Precisamente fue Simeón el  iniciador de este modo sui generis de vida ascética, un santo varón que  se mantuvo sobre sucesivas columnas, cada vez de mayor altura, entre los años  423 y 459 (3). Poco después, su ejemplo fue seguido por numerosos imitadores,  entre los que se hallaron, al menos, otros dos con su mismo nombre. Con  frecuencia, los estilitas elegían como emplazamiento para levantar su columna  un lugar situado en las proximidades de un monasterio, comunidad que ellos  mismos llegaban a dirigir, o bien de la que simplemente eran miembros.  ©New Line Films
 Todo éste es el material con el que contó Luis Buñuel  para la elaboración del guión de su film, tan cercano al personaje y a su  contexto histórico como permitían las noticias existentes. Como se puede  sospechar por su modus operandi habitual, no pretendía, en modo alguno,  realizar una traslación mecánica al guión de las informaciones disponibles  sobre la vida del anacoreta sirio. Bien presente en su proceder está el hecho  de que el método riguroso según los patrones académicos sería propio de  historiadores, no de directores de cine. Las condicionantes comunicativas  propias del medio cinematográfico son distintas de las propias de la  investigación realizada en medios académicos, o de las claves con las que se  configura la novela histórica. Habría que añadir también razones obvias de  índole puramente física, que convierten en utópico cualquier proyecto con la  ambición totalizante de recoger completamente la biografía de un personaje. Es  más, el propio director aclaró que no pretendía realizar una reconstrucción  fílmica sobre la figura de Simeón el Estilita, sino que se trataba de otro  personaje, Simón del desierto (4), uno más de los seguidores del creador de  aquella singular forma de vida ascética. En su inventado personaje  aspiraba a reunir los elementos que conformaban la forma de vida de estos tipos  extraordinarios y con tal fórmula, de paso, conseguía evitar los posibles  rigores críticos de quienes quisieran examinar la fidelidad con la figura de  Simeón. Pero no sólo razones de índole física determinaron la necesidad de  seleccionar el material disponible, sino también de índole expresiva, que van  desde las restricciones presupuestarias de la producción ya mencionadas, hasta  las peculiaridades expresivas del medio fílmico, pasando por las  potencialidades creativas generadas por la compleja personalidad del autor. El  concurso de todos estos elementos determinó un complicado y exuberante  resultado, sustentado todo ello sobre una exhaustiva labor de documentación.  ©Musée du Louvre, Paris.
 A Buñuel no le interesó tratar todo el periodo biográfico  previo en el que se fue fraguando la personalidad de Simeón: los episodios que  sucedieron durante su estancia en la comunidad monástica y las posteriores  circunstancias por las que atravesó hasta el comienzo de su particular vida  ascética sobre la columna. Por ello, el film comienza precisamente partiendo de  la plasmación de una realidad citada en las fuentes. Una concurrida procesión  de peregrinos, guiada por personas significadas en lo religioso y en lo económico,  acude ante su persona para asistir a uno de los sucesivos traslados realizados  a una columna de mayor altura. Será a partir de ese momento cuando se puedan  individualizar dos de los tres pilares sobre los que se construye la película.  Los dos primeros corresponderían, de un lado, a los rezos en soledad del santo  eremita y, de otro, a su relación con el resto de las personas, ya sean  peregrinos, o ya los miembros de la cercana comunidad monástica.  Características diferenciadas reviste el tercero de ellos, para el que parte de  unas breves alusiones en las fuentes originales acerca de las tentaciones a las  que se veía sometido el santo, para darles la forma de periódicas visitas del  demonio identificado con una mujer, en las que le invitaba repetidamente a que  cesara en su ascesis y se abandonara a los placeres de la carne, como se  explicará más adelante. Respecto de la soledad del Estilita, habría que subrayar  que es una constante visible en la casi totalidad del film. Era la finalidad  primordial que le había conducido hasta aquellos lugares. Con ella pretende  renunciar a todas las cuestiones superfluas para llegar con la oración y la  penitencia a estar más cerca de Dios. Su aislamiento resulta evidente por  razones físicas, su instalación en el vertiginoso emplazamiento sobre la  columna. Tan sólo en breves episodios, reales o figurados, abandona tan alto  lugar: cuando al inicio del film se traslada a una columna más alta, cuando  durante una ensoñación juega en la tierra firme con su madre, o cuando ya en el  abrupto final del film se traslada de la mano del diablo a una discoteca  neoyorquina, al infierno de la ruidosa y claustrofóbica nocturnidad de  los rituales del sábado por la noche (5). De su física y elevada soledad no  consigue sacarlo ni siquiera la presencia de su progenitora, quien acude, y se  instala junto a la columna, para estar próxima a las fatigas de su hijo. Las  autoridades religiosas que la acompañan aconsejan a Simón que la tenga  presente, pero su respuesta es invitarla a que, si persiste en su actitud de  establecerse en algún lugar cercano, se mantenga siempre al margen. Su único e  invariable objetivo es dedicar toda la atención a su actividad ascética. En lo  alto de la columna ve transcurrir días y noches intercalando oraciones,  bendiciones y desafíos continuos a los límites de sus condiciones físicas.  ©New Line Films
 La otra faceta importante en la relación de Simón con el  mundo, en lo que al género humano se refiere, es la que mantiene con la  comunidad monástica próxima al lugar de su columna. De acuerdo con la costumbre  de la época de mantener contactos frecuentes documentados con tales  comunidades, lo encontramos en relación con una de ellas. De un lado, el grupo  facilita al anacoreta aquellas escasas viandas con las que se alimenta y, de  otro, sus integrantes se miran en el espejo ejemplarizante de la sabiduría y la  penitencia del santo varón. Será un monje joven quien se encargue de  abastecerle de lo necesario, viandas que son depositadas en un pequeño zurrón  que pende desde lo alto de la columna, y de limpiar su interior de los posibles  restos que allí se encontrasen. No es muy grato a la vista de Simón aquel  muchacho tan aseado y jovial, que podría convertirse en una invitación al  pecado en el interior de la comunidad (6), tal como advierte al abad. Un  pequeño grupo de monjes, con su abad al frente, acuden de vez en cuando junto a  la columna para poder orar con el modelo de santidad, quien no se priva de  recriminar aquellos comportamientos que, según su criterio, no resultan  edificantes en el modelo de vida intachable propio de un monje. Aparte de la  circunstancia ya citada a propósito de la apariencia del muchacho, un monje  sufre una acerba crítica de Simón al no mantenerse concentrado en las oraciones  mientras se están realizando y distraerse, en cambio, ante el aparentemente  ajeno y despreocupado paseo que una mujer (no debe olvidarse que se trata de la  personificación física del demonio) realiza ante el grupo durante el momento de  los rezos. El humor del que hace gala el director al abordar el tema  de las disputas teológicas de la época, está también presente en numerosas  situaciones que se presentan en la vida cotidiana, solitaria o compartida a  diferente nivel, de Simón. Así pues, en algunos momentos intercala ciertas  frases cuya atribución al sentido del humor buñuelesco no ofrecen la más mínima  duda. En un momento en el que Simón se encuentra rezando, olvida una parte de  la oración y responsabiliza de ello al joven monje que instantes antes le había  traído provisiones y le había distraído de su actividad. En otra ocasión está  dedicado a repartir bendiciones a diestro y siniestro. Se ve beneficiado de  esta sistematicidad un pequeño insecto que recoge en su mano y acaba comentando  en voz alta el buen entretenimiento que supone esta actividad de bendecirlo  todo. Su alimentación es muy poco consistente, para, con ello, desligarse de  las ataduras físicas de la naturaleza humana, si bien no es éste el único  capítulo en el que pretende desafiarla, sino también en la reacción con la que  responde ante la enésima tentación del diablo, que casi consigue, esta vez, su  objetivo de engañarlo. Después de recordarse en voz alta que las armas de su  lucha serían continencia, oración, caridad y humildad, se impone  ahora como penitencia el permanecer sustentado en una sola pierna, posición en  la que permanece durante horas.  ©New Line Films
 La posibilidad de que el anacoreta sirio ceje en su  empeño se presenta en las reiteradas asechanzas con las que el diablo en  persona le quiere tentar. La opción buñueliana de que el personaje sea  encarnado por una mujer y no por un hombre ilustra su intención de simbolizar  que el principal motivo de tentación para un hombre lo supone el otro sexo. En  la mujer estaría representada la perversión, la incitación al pecado, que puede  llegar a hacer tambalearse a individuos de santidad tan probada. A lo largo del  film Simón recibe en cuatro ocasiones la presencia del diablo-mujer, que van  marcando un ritmo de progresiva intensidad en la propuesta pecaminosa. En  primer lugar, se aparece con la figura de una mujer vestida, portando una  vasija con agua, que logra sólo la distracción de uno de los monjes orantes y  la consiguiente reprimenda del recto Simón. El peligro está en la mujer como  tal, el arma empleada es únicamente la de su insinuante presencia. Los medios  usados en la segunda de las apariciones son ya más evidentes. La niña inocente  muestra sin pudor alguno las piernas con sus correspondientes ligueros y más  tarde hace lo propio con los pechos. Sin embargo, esta tentación tan explícita  tampoco se ve coronada por el éxito y el diablo huye transfigurado en una  bruja, identificada por la escoba. Una vez que ha comprobado que el sexo no era  suficiente, el demonio modifica su táctica y ahora se presenta transformado en  una representación del Buen Pastor, la imagen de Dios portando el Cordero  Místico ya mencionada, para, tras alabar de manera sibilina el tesón y esfuerzo  del anacoreta, animarlo a que abandone su actitud y pueda así cerciorarse de la  oportunidad de su ascesis. De nuevo es sorprendido por el vigilante Simón y el  diablo paga su ira propinándole una pedrada con una honda. Pese a que las  estratagemas de la mujer, el sexo y la figura de Dios no han podido doblegarle,  insiste una vez más, con la esperanza de que ésta se convierta en la definitiva  y, de alguna manera, lo será, porque se corresponderá con el final de la  película. Se presenta en un ataúd intentando llevarlo consigo muy lejos, tan  lejos como quince siglos después, hacia un mundo que posiblemente podría ser  como el infierno.  ©New Line Films
 El abrupto final con el que se vio obligado a responder  Buñuel a los problemas financieros de su productor, Gustavo Alatriste, produjo  un amplio desconcierto entre los espectadores. No se entendía muy bien a qué se  debía esa forma de terminar la película tan brusca y tan inesperada en sus  contenidos. Sin embargo, se puede comprobar que, pese a su virulencia, encaja  perfectamente en lo que se podría denominar un universo buñueliano. En un  principio, el proyecto contemplaba la idea de una obra con un metraje  aproximadamente igual al doble de lo que se rodó. Pero, al no dar el dinero  para más, improvisó este final particular en donde un avión traslada a Simón y  al diablo a un espectáculo ritual del saturday-night neoyorquino del  momento. El ruido se encontraba entre las cosas más detestadas por Buñuel y  precisamente rodó este final en una discoteca de Manhattan, con la música  sonando con fuerza. Es más, llegó a decir en alguna ocasión que la guitarra  eléctrica era un instrumento infernal, probablemente inventado por el diablo o  algún enemigo de la humanidad (7). El diablo lo lleva consigo a este lugar, que  sería en teoría próximo al infierno. Al ruido se unen los movimientos animales  convulsivos de los jóvenes que bailan, que se mueven como auténticos posesos.  El infierno ofrece otro elemento ambiental más para acabar de trazar el  círculo, la canción que se está tocando lleva por título Carne radiactiva.  El diablo habría conducido al anacoreta sirio a sus dominios, al infierno,  personalizado en la discoteca neoyorquina. Se habría producido un auténtico descensus  ad inferos. Al fin y al cabo, pese a los ingentes esfuerzos que el hombre  pueda realizar, la naturaleza humana del hombre siempre acabará prevaleciendo  sobre otro tipo de condicionantes, en especial los que afectan a las cuestiones  religiosas (8). El hombre al final siempre acabará cayendo en la tentación,  aunque ésta sea algo tan infernal como lo que, a juicio de Buñuel, suponía esa  endemoniada discoteca neoyorquina.  ©New Line Films
 Buñuel se ha interesado al principio por una simple  circunstancia anecdótica de carácter escatológico, justificación real o  fingida, o bien exagerada a partir de una situación real, pero muy consecuente  con maneras asociables a los postulados surrealistas. Después ha profundizado  en el asunto con detenimiento, y casi se podría decir que con fruición, como  consecuencia de una acentuada curiosidad presente en sus inquietudes personales  cotidianas. El sujeto de ese interés cultivado fue una extraña figura casi  desconocida en Occidente, la del creador de una insólita forma de vida  penitencial, Simeón el Estilita. Y, por encima de todo, no debe perderse de  vista una circunstancia en modo alguno baladí teniendo en cuenta los parámetros  por los que se rige el mundo en el que vivimos, cual es que se trata de la  única (hasta fechas recientes) película de ficción realizada sobre el  cristianismo oriental durante la Antigüedad Tardía, y por esa razón presenta un  muy poderoso valor añadido. Nadie había dirigido su mirada, ni se había  atrevido a inmiscuirse en el intrincado y exuberante paisaje religioso del  cristianismo oriental de estos siglos. Tampoco lo ha hecho nadie después del  director aragonés hasta Alejandro Amenábar. Por esa razón, sin contar entre las  pretensiones de Buñuel, se ha convertido en un excelente, por su aparente  sencillez, vehículo de acceso a ese complicado universo para una gran cantidad  de personas en el mundo. Con ello, ha llevado a buen puerto una encomiable  empresa, la de hacer resucitar y palpitar hoy día a un extravagante individuo  sirio del siglo V, a quien se le ocurrió la asombrosa idea de subirse a una  columna para huir del mundo y poder estar física y espiritualmente más cerca de  la divinidad, Simeón el Estilita.   Notas (1) Un trabajo reciente ha detectado esta situación, antes  no reseñada por ningún autor, y ha intentado ofrecer una explicación  argumentada y verosímil sobre las circunstancias en las que Buñuel tuvo noticia  de la existencia de un personaje tan singular (De Ros 2004: 73-74).  (2) El texto completo en el que se les  califica de tal manera es el que aparece al comienzo de este capítulo.  (3) Información más detallada sobre la figura  de Simeón el Estilita se puede encontrar en la útil historia del monacato de I.  Gobry (1991:297-304).  (4) En palabras de Buñuel Simón es,  ante todo, un documental sobre un anacoreta. Hasta el siglo XIV y en el mundo  oriental proliferaron cientos de estilitas. San Simeón fue el fundador de la  serie, pero el mío se llama Simón simplemente. Es uno más, no el santo. Muchos  de estos estilitas abandonaron la columna. No fueron capaces de llegar hasta el  final. Los vencieron las tentaciones, los mataron los rayos, o llegaban las  olas y se los llevaban de las columnas. Los estilitas proliferaron por todo el  mundo; en Rusia, en Europa, en África. Hubo cientos de ellos. Comían hojas de  lechuga y agua que les llevaban de vez en cuando (Sánchez Vidal 1984:  283-284).  (5) La que se convierte en la última  tentación del diablo a Simón es el resultado del brusco final con el que se ve  obligado a terminar la película. Un avión atraviesa el cielo del desierto sirio  y les traslada a una situación que para Buñuel podría revestir las formas de un  mundo infernal, la cargada, ruidosa y primitiva atmósfera creada en una  discoteca de Nueva York, con el cóctel resultante de una música agresiva y  electrizante unida a los movimientos casi animales de los jóvenes que bailan.  (6) La información sobre la homosexualidad  en el monacato egipcio tardoantiguo, contemporáneo del sirio, es abundante y  sorprende la naturalidad con la que se aborda la cuestión (Teja 1994).  (7) ¿Se imaginan  ustedes lo que debe haber sido el silencio en la Edad Media? Salía usted del  pueblo o de la ciudad y a los pocos pasos se hallaba el silencio, o los sonidos  naturales, que son maravillosos: el canto de los pájaros, el de las cigarras, o  el rumor de la lluvia. Eso lo hemos perdido en nuestra época. Hay un  instrumento infernal, que podría realmente haber inventado el diablo, o un  enemigo de la humanidad: la guitarra eléctrica (Pérez Turrent y De la Colina 1993:  138).  (8) Un artículo ofrece una mayor  información sobre esta dualidad entre lo divino y lo humano, al que en  repetidas ocasiones acude Buñuel (Salvador Ventura 2001).    Bibliografía ACERBI S. y TEJA R., "En las raíces del eremitismo  cristiano: la vida en el desierto concebida como conquista del cielo en la  tierra", en GARCÍA DE CORTÁZAR J.A. y TEJA R., El monacato espontáneo:  eremitas y eremitorios en el mundo medieval, Aguilar de Campoo, 2011,  11-29.  BAXTER J., Luis Buñuel. Una biografía, Paidós  Testimonios, Barcelona, 1996.  BUÑUEL L., Mi último suspiro, Plaza y Janés  editores, Barcelona, 2000. DE ROS X. de, “Buñuel’s miracles: the case of Simón del desierto”, en SANTAOLALLA I.  et alii (coords.), Buñuel, siglo XXI,  Instituto Fernando el Católico y Prensas Universitarias de Zaragoza, 2004,  73-79. DELEHAYE H., Les saints stylites, Subsidia Hagiographica 14, Société des Bollandistes, Bruxelles, 1923.  FESTUGIÈRE A.J., Antioche païenne  et chrétienne, Éditions E. de Boccard, Paris, 1959. GOBRY I., Storia del monachesimo. Il tempo  dell’espansione: da san Colombano a san Bonifacio, Città Nouva Editrice,  Roma, 1991  PÉREZ TURRENT T. y DE LA COLINA J.A., Buñuel por  Buñuel, Plot Ediciones, Madrid, 1993.  SALVADOR VENTURA F., “La dicotomía religión-humanidad en Simón  del desierto de Luis Buñuel”, en VELLIDO J. et alli, Cine español.  Situación actual y perspectivas, Actas del I Congreso de Cine Español  (Granada, 2000), Granada, 2001, 400-409.  SALVADOR VENTURA F., “Una imagen fílmica rigurosa de la Antigüedad  Tardía: Simón del desierto de Luis Buñuel”, Habis, número 38  (2007), 329-343.  SÁNCHEZ VIDAL A., Luis Buñuel. Obra cinematográfica, Ediciones J.C., Madrid,  1984.  TEJA R., "El demonio de la homosexualidad en el  monacato egipcio", en TEJA R. y GARCÍA DE CORTÁZAR J.A. (eds.), El  diablo en el monasterio, Centro de Estudios del Románico, Aguilar de  Campoo, 1994, 19-33.      VOLVER ISSN 1988-8848  
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