LES DEUX ANGLAISES ET LE CONTINENT 
(F. Truffaut, 1971)
O UNA ESCULTORA EN PARÍS
A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX

Two English girls and the continent (F. Truffaut, 1971)
or a sculptor in Paris in early 20th century

Dra. Vasiliki Kanelliadou

Historiadora del Arte
Tesalónica

 

Resumen. La importancia de las adaptaciones literarias es de sobra conocida en la obra de Truffaut. En una de ellas, Les deux anglaises et le continent, el director francés aborda el tema de un triángulo amoroso que tiene como vértices a un hombre y a dos mujeres, hermanas. Pero, además, aparece también el tema del arte como componente crucial en el film. Será un elemento permanente que se presentará de forma reiterada, desde el momento en el que, al inicio, dos de los personajes principales se conocen en un museo de París, hasta que, al final, la película se cierra con la imagen de “El beso” de Rodin.
Palabras clave. François Truffaut, Henry-Pierre Roché, adaptaciones literarias, Les deux anglaises et le continent, Triángulo amoroso, escultura.

Abstract. Literary adaptation took a great importance in Truffaut’s work. In one of his films Two English girls and the Continent, the French director deals with the theme of the love triangle involving a man and two sisters. Juxtaposed, Art is the other crucial filmic theme. Art is presented in a reiterated way since the beginning when two of the protagonists first meet in a Paris museum, until the end when the closing images show the sculpture “The Kiss” by Rodin.
Keywords. François Truffaut, Henry-Pierre Roché, literary adaptations, Two English girls and the Continent, love triangle, sculpture.

 

 

François Truffaut tenía pasión por las novelas. Lo prueba el hecho de que la mitad de sus películas fueron adaptaciones literarias. Les deux anglaises et le continent (con una mala traducción del título al español: Las dos inglesas y el amor), del año 1971, es una de ellas.
En realidad la historia de la realización de la película empieza muchos años atrás. En 1955 un joven Truffaut descubre por casualidad Jules et Jim. Es la primera novela de un desconocido autor de sesenta y cuatro años llamado Henry-Pierre Roché. A Truffaut le impresiona su prosa poética, su escaso vocabulario y su estilo telegráfico. Antes de rodar Los 400 golpes, cineasta y escritor se conocen y comienzan a hablar de una adaptación cinematográfica. Desgraciadamente Roché nunca vio su libro llevado a la gran pantalla; tenía más de ochenta años y murió antes de que se realizara este proyecto en común; Truffaut atribuye a su egoísmo juvenil el haber demorado demasiado el asunto.
Henry-Pierre Roché (1879-1959), un personaje curioso, polifacético y atractivo, mecenas y coleccionista de arte, conoció a fondo el París de las primeras vanguardias. Frecuentó las tertulias de Gertrude Stein y supo valorar desde sus comienzos la obra de Picasso y Brancusi. Fue amigo de Apollinaire y del propio Picasso. En 1916 se trasladó a Nueva York, donde conoció a Marcel Duchamp, protagonista de su tercera novela, Victor, incompleta y póstuma. Parece, pues, natural que sus novelas estén llenas de artistas –pintores, escritores, editores de arte, coleccionistas–; es un mundo que conoció muy bien.
Jules et Jim, de 1961, la primera adaptación que hizo Truffaut de una novela de Henry-Pierre Roché y para muchos su obra maestra, trata de la amistad y el amor entre tres personas, dos hombres y una mujer. La película tuvo una gran repercusión en el momento de su estreno, debido al tratamiento libre con que se abordaba un tema tabú en aquella época, el del triangulo amoroso. La novela parece ser una experiencia de juventud del propio Roché. En Jules et Jim, nos encontramos con una figura femenina demasiado fuerte, apasionada e impulsiva, la misma que conduce al trágico final de la película. Truffaut diría unos años después: “…considero a las mujeres más fuertes que los hombres y más armoniosas; sobre todo en las historias afectivas puesto que yo filmo muchas historias de amor y de niños. En las historias de amor las mujeres son mucho más precisas que los hombres; estos son muy confusos, no saben demasiado lo que quieren. Por el contrario, cuando la mujer encuentra a un hombre sabe, normalmente lo que quiere de él; sabe lo que quiere dar y recibir mientras que, en general, para un hombre el amor es una emoción fuerte pero vaga, y no sabe exactamente lo que quiere dar o recibir ya que esta demasiado preocupado por los problemas sociales….”. Desde entonces han pasado treinta años, mucho ha cambiado, y las mujeres también se preocupan por lo social. Sin embargo, estas palabras del director son significativas para la comprensión de sus mujeres protagonistas y sus actos en sus películas.


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Diez años más tarde de Jules et Jim, Les deux anglaises et le continent se convierte en la segunda novela de Roché que Truffaut lleva a la pantalla, adaptación que se basa también en las propias notas manuscritas del autor, un diario que le serviría después para construir la novela. Es una vuelta al revés del tema del triangulo amoroso. En esta ocasión el trío está compuesto por dos mujeres –y además hermanas– y un hombre.
Truffaut escribió que después de Jules et Jim cada una de sus películas nacía con la idea de contradecir o completar uno de sus films anteriores, lo que ha creado unos ciclos o grupos de los que no siempre ha sido consciente, excepto por lo que respecta a Antoine Doinel –actor protagonista de la mayoría de sus películas y con el cual se identifica–. Les deux anglaises et le continent fue una respuesta a Jules et Jim, que no encontraba suficientemente carnal. Además Truffaut se inspira lejanamente en las vidas de las dos hermanas Brönte y da pinceladas de sus rasgos de carácter a las dos protagonistas de la película. Anne, como Charlotte Brönte, es una mujer fuerte y muy avanzada para su época, mientras Muriel, como Emily Brönte, es una puritana espiritual y apasionada, atormentada por su propia ética.
 


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La trama de la película empieza así: Claude, un joven francés de clase media alta, conoce y entabla amistad en París de comienzos del siglo XX, con Anne, una chica inglesa. Anne invita a Claude a pasar unas semanas en Inglaterra, en Gales, en la casa solitaria donde viven su madre y su hermana Muriel. Las dos hermanas se enamoran de Claude y Claude se enamora primero de Muriel y después de Anne, siguiendo un proceso casi frívolo e infantil a la vez –muy consecuente con la idea de los hombres que tiene el director–.
La película, con un tono literario premeditado, es para unos una extraordinaria impresión del amor “fou”, y para otros aburrida y monótona. Una voz en off –la voz del propio Truffaut– narra y explica al espectador/lector con penetración psicológica y fisonómica los arrebatos de los personajes, cosa que da a las escenas una intensidad emocional a veces quizás excesiva. Suponemos que la adaptación de la novela al cine fue tarea difícil, ya que se compone básicamente de cartas, monólogos e intercambios de correspondencia. Pero aquí no vamos a juzgar la calidad de la película, ni tampoco a analizar la psicología de los personajes o el tema del triángulo amoroso. Hay demasiado escrito sobre el cine de Truffaut en todos los sentidos. Lo que nos ha llamado la atención son las continuas alusiones a las artes plásticas y a la artista escultora de la película, y a esas nos referiremos.


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Una de las primeras escenas, cuando los dos jóvenes, Claude y Anne, empiezan a conocerse, está rodada en un Museo de París, imposible de identificar. Mientras los jóvenes están paseando la voz en off nos cuenta: “La vocación de Anne era la escultura. Tras una breve resistencia se prendó de Aguste Rodin, que no era conocido en Inglaterra”. Anne es la primera artista que aparece en escena, y además quiere ser escultora, una disciplina artística eminentemente masculina desde la Antigüedad –los colores, los pinceles y los lienzos parecen más nobles y adecuados para una mujer que el cincel, el martillo, la piedra o la madera–. Asimismo, la alusión a Rodin es significativa para el connoisseur espectador actual, y suponemos que hace referencia a la tormentosa relación del escultor con Camille Claudel, excelente escultora, una de las primeras artistas del cambio de siglo en París y con un final trágico, como el que va a tener Anne. 
Cuando la acción se traslada a la costa de Gales, las alusiones a la pintura o la escultura son más escasas pero la misma película se convierte premeditadamente en un cuadro pictórico mostrando paisajes y playas con los tres jóvenes paseando, hablando, jugando, protegiéndose de la lluvia. Las escenas en la costa de Gales tienen una fuerza plástica extraordinaria, son apuntes paisajísticos del propio Truffaut. Sólo un par de veces vemos a Claude y a Anne pintando al aire libre, en un acantilado.


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Claude es el segundo artista que aparece en escena, aunque su inclinación por el arte parece más un rasgo social que una elección personal. Le gusta el arte y también escribe pero el paisaje y la atmósfera de la costa inglesa es el espacio vital de las sensibles hermanas, el espacio del que quiere librarse Anne –la escultora– y donde Claude se siente envuelto de un encanto desconocido para él, lejos de su lujosa casa y de sus libros de arte en París.
En Gales Claude se enamora de Muriel, le pide a matrimonio y las dos familias –en realidad las dos madres– deciden separarles por un tiempo para que ellos se den cuenta de sus propios sentimientos. Cuando Claude está de vuelta a París, a su vida aburguesada y cómoda, le vemos con su madre en un jardín público, una escena, quizás premeditada, casi idéntica a las escenas pictóricas de Renoir. En esa escena la madre de Claude le cuenta un episodio de su embarazo: “Un domingo, fatigada por mi embarazo, quise sentarme en el jardín. Pierre me dijo, si puedes vamos otra vez al Louvre para que nuestro hijo ame la pintura. Cogimos el carruaje y fuimos”. Una idea de educación artística prenatal. En esa escena se nos revela también la inclinación de la madre de Claude hacia las artes, una inclinación contemplativa, no creadora, muy frecuente en las mujeres de buena familia del principio del siglo XX en Francia, y de larga tradición histórica. Además, la madre de Claude tiene la esperanza de que su hijo sea escritor, de que realice él lo que ella no ha podido.
A continuación y esperando que se aclaren sus sentimientos, Claude se instala en una buhardilla –propiedad de su familia– y la voz en off cuenta: “Un hombre rico de las Indias encargó a Claude una colección de pintores modernos. En Londres había una exposición y Claude quiso ir sólo”. Así que Claude se vincula con la pintura de manera indirecta. La voz en off continua: “Acababa de escribir un artículo sobre pintores. Una de ellas le escribió una carta para agradecérselo. Fue a verla y le sorprendió su trabajo”. Siguen escenas de Claude con la joven pintora y fotógrafa en su estudio, coqueteando de manera demasiado obvia, quizás en un intento de mostrar la libertad sexual entre los artistas y gente próxima al mundo del arte. “No dejemos para mañana las locuras que podemos hacer hoy”, le dice la pintora y le lleva directamente a la cama.
En las escenas donde aparece la casa de Claude se muestran constantemente cuadros; el único identificable, un Picasso. La casa tiene el aire de un espacio de un coleccionista de arte. Claude muestra a su madre un cuadro impresionista y la voz en off dice: “El tiempo pasó. Claude no se convirtió en el escritor que su madre quería, pero sí visitaba todas las exposiciones y escribía sobre pintura.”


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A estas alturas de la película Claude ya no ama a Muriel, y se encuentra por casualidad en París con Anne, la cual le resulta atractiva. Otra vez la voz en off nos sitúa perfectamente: “Anne estaba haciendo realidad su sueño de escultora. Se instaló en un taller de París. (…) Durante una semana fueron a ver juntos la estatua de Balzac que se había encargado a Auguste Rodin y que ésta había rechazado. Muchas tardes Claude visitaba a Anne en su taller. Miraba sus bocetos y la animaba”. Los espectadores también entramos en el taller de Anne, lleno de estatuas de corte clásica. Un poco más tarde, cuando los dos están de excursión en un lago de Suiza ella le dice: “Quiero trabajar y trabajar. No quiero tener hijos sino estatuas”. Aquí surge el dilema con el que deberían encontrarse las mujeres que querían dedicarse al arte: familia o vocación, un tema demasiado actual, controvertido y espinoso. ¿Por qué hubo más hombres artistas que mujeres? ¿Se puede tener hijos y estatuas o cuadros a la vez?
Anne no solamente quiere su libertad para trabajar pero cree que los dos tienen que tener otros amantes. Tiene la idea de la libertad amorosa impuesta, tan de moda entonces y ahora –no hay que olvidar que la película se rueda en plena resaca del mayo del 68–. Ella conoce a un chico que edita libros de arte: “Sí, ha venido a verme. Ha visto mi trabajo y ha hecho observaciones que me han sorprendido”. Claude acepta la decisión de Anne y continúa con su vida de coleccionista y marchante de arte. Además publica un libro –realizando así en parte el sueño de su madre– y en las escenas de la imprenta se puede leer el título: Jerome et Julian, un guiño a Jules et Jim.
La historia de amor entre las hermanas y Claude tiene un final trágico, pero no ocasionado por los actos de ninguno de los tres. Anne no consigue ser la escultora que soñó ser y muere de tuberculosis, la enfermedad de los seres sensibles, mientras que Muriel abandona Inglaterra para trabajar como maestra, no sin encontrarse antes con Claude. Es un encuentro pasional y poético pero sin ninguna continuación, ya que su frágil relación se pierde para siempre, entre remordimientos y llantos.
La película termina en los jardines del Museo Rodin de París –en un museo, exactamente como empezó–, lleno de niños y visitantes, donde Claude pasea pensativo y solo. La voz en off termina: “La estatua de Balzac  es por fin admirada por todos”.  La cámara se detiene en la estatua El beso de Rodin, que es la imagen con la que el director quiso terminar la película.


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Originalmente Les deux anglais et le continent se estrenó con un metraje de 108 minutos, supuso un gran fracaso comercial y fue maltratada por la crítica y el público de la época. En 1984, Truffaut añadió material adicional. Se reestrenó en 1985 –cuando Truffaut ya estaba muerto– con el montaje original. Es una película llena de plasticidad y de artistas plásticos y de obras de arte.

Nos quedamos con la frase de Anne “No quiero tener niños sino estatuas”, digna de una reflexión profunda, humanista y postfeminista.

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ISSN 1988-8848