IVÁN, EL TERRIBLE
(S. M. Eisenstein, 1943-45)

Ivan the Terrible (S.M. Eisenstein, 1943-45)

Lcda. Ana Belén Jiménez Rojas

Historiadora
Granada

Resumen. Serguéi Mijáilovich Eisenstein es considerado como uno de los padres del cine; de hecho a él le debemos uno de los elementos más importantes en el cine: el montaje. Su producción cinematográfica estuvo basada principalmente en narrar los episodios más relevantes de la Historia reciente de Rusia, que él mismo había vivido. Comunista convencido, destacó la importancia de las masas y su papel durante la Revolución Rusa. Ya al final de su carrera, da su salto al cine sonoro y abandona su relato revolucionario para pasar al relato épico con Alexander Nevsky e Iván, el Terrible, esta última una de sus obras maestras y considerada por muchos su testamento filmográfico.
Palabras clave. Serguéi Eisenstein, Nicolai Cherkasov, Serguei Prokófiev, Iván IV el Terrible, Historia de Rusia.

Abstract. Sergei Mikhailovich  Eisenstein is considered by many as one of Cinema’s fathers. With no doubt, we owe him one of the most important movie making tools: the montage, a fundamental instrument for film editing. He based his first movie productions in some of the most outstanding episodes in recent Russian History. He was himself witness of some of those events. Convinced communist, Eisenstein gave a great emphasis to the importance of the masses during Russian Revolution. At the end of his career, with the new sound technique, abandoned the account of recent revolutionary episodes to put on screen older epic tales like Alexander Nevsky and Ivan, the Terrible. This last work, one of the most important films of Eisenstein, is commonly recognised as his artistic final will.
Keywords. Sergei Eisenstein, Nikolay Cherkasov, Sergei Prokofiev, Ivan the Terrible, Russian History.

 

 

La primera vez que vi una película de Eisenstein, apenas si entendía de qué iba. Cómo no, se trataba del Acorazado Potemkin. Tenía 15 años y sólo comprendí la trama principal, pero Eisenstein y la Revolución Rusa ya habían penetrado en mi vida y cada vez se fueron instalando con mayor profundidad en mi subsconsciente.
En el caso del cine de Eisenstein, su entraba en mi vida fue mucho más lenta. Años después del Acorazado Potemkin, tuve la oportunidad de ver la primera parte de Iván, el Terrible y ello me llevó a relacionar definitivamente a Eisenstein con la Historia de Rusia. Eisenstein es un auténtico narrador de la historia de su país. En toda su filmografía encontramos relatos sobre episodios o personajes de la historia rusa.
Podríamos decir que la temática en el cine histórico de Eisenstein se puede englobar en varios grupos. El primero y principal sería el de la narración de los hechos más destacados de la Revolución Rusa y la instauración del régimen comunista, con películas como La huelga, basada en un episodio real de 1905;  El Acorazado Potemkin, sobre la revuelta de los marineros del acorazado Potemkin, el apoyo de la población de Odessa y la dura represión de los soldados del zar; Octubre, que narra los sucesos del asalto al Palacio de Invierno durante la revolución bolchevique de 1917; o  La línea general, película sobre la reforma agraria postrevolucionaria. En ellas (salvo en La línea general) se nos muestra a las masas como las auténticas protagonistas del relato. En La línea general, la protagonista será una heroína individual, María Lápkina.
 El segundo grupo lo formarían las dos grandes epopeyas épicas protagonizadas por dos héroes nacionales: Alexander Nevsky e Iván IV, el Terrible. En éstas (sus últimas obras), en cambio, se nos muestra al personaje concreto, sus hazañas. En el caso de Alexander Nevsky, Eisenstein cuenta las hazañas de este héroe nacional ruso que derrotó a los teutones en el siglo XIII mediante una delicada reconstrucción de la Historia.
Pero es de Iván, el Terrible de quien nos vamos a ocupar con una mayor atención, ya que se trata de una ópera prima de Eisenstein; de hecho, muchos han dicho de ella que es el testamento filmográfico de su autor.

Serguéi Mijáilovich Eisenstein nació en 1898 en Riga, Letonia y murió en Moscú en 1948. De familia acomodada, recibió una esmerada educación: dominaba cuatro lenguas, estudió Arquitectura e Ingeniería, tenía talento para las Bellas Artes y era un lector voraz. Cuando estalló la revolución de 1917, se enroló en el ejército rojo y siempre tuvo presente la ideología comunista. Tras la guerra, ingresó en el Teatro del Pueblo (Proletkur).
Tras su experiencia en el teatro, dio el gran salto al cine con la película La huelga (1924), de la que no acabó muy satisfecho. Poco después se le encargó la dirección de la que se considera su obra más importante, El Acorazado Potemkin (1925). En el Acorazado Potemkin podemos ver las características principales de Eisenstein, de las que son las principales:
-El doble rechazo de la narración y de la representación. En su lugar construye el texto como montaje de huellas fotográficas.
-Eisentein es el creador del montaje en el cine. Teorías como “el montaje de atracciones” son fundamentales en su obra. El montaje era para él “Una idea que surge de la colisión de dos piezas, independientes la una de la otra”. Renunciará al montaje anterior y estará influido por los ideogramas japoneses.
-Un realismo casi documental, que abarcará casi toda su producción.
-El montaje será dinámico. Junto con la acción, marcará el movimiento de la escena.
-El pueblo, las masas, es el protagonista absoluto de su obra. Salvo en tres de sus películas, no hay protagonistas o héroes individuales y, si los hay, sólo son un medio que provoca la reacción de las masas.
-Su obra es un medio de expresión artístico, pero sobre todo un medio para comunicar al público el ideal revolucionario.
 Debido al éxito de esta película, rodó Octubre (1928), basado en el libro de John Reed Diez días que conmovieron al mundo y que hubo de rehacer tras la ruptura de Stalin con Trotski, por contener escenas que hablaban de este último.
 Siempre en busca de nuevas técnicas, viajó por Europa y América para investigar sobre el sonido. En Estados Unidos, fue tanto aclamado por su talento en el cine como demonizado por sus ideas comunistas y sus múltiples proyectos fueron siendo abandonados uno tras otro, sobre todo después del estreno en Nueva York de su película La línea general (1929), cuyas ideas sobre la colectivización y el comunismo pusieron nerviosos a los directivos de la Paramount Pictures, quienes le habían contratado. Al final no se desarrolló ninguno de guiones y Eisenstein decidió ir a México, donde le habían propuesto la dirección de una nueva película titulada ¡Que viva México! (1930-1932), que se empezó a rodar, pero que hubo de abandonar, ya que cesó la financiación de la misma. Eisenstein no volvió a hacerse con el material rodado de su película, aunque ha habido diversos montajes de ella, ninguno de su director.
La salida de Eisenstein de Rusia lo convirtió en sospechoso para Stalin y sus dos siguientes películas serían censuradas por cuestiones políticas. El prado de Bejin (1937) no pudo ser acabada y Alexander Nevsky (1938) tuvo asignado un supervisor para vigilar a Eisenstein durante el rodaje. Con esta última recuperó el reconocimiento oficial, lo que le animó para proyectar su última gran epopeya: una ambiciosa biografía sobre el zar Iván IV.

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El zar Iván IV, llamado el Terrible (1530-1581) nació en una época de expansión y de consolidación del estado ruso, pero éste fue rápidamente parado a la muerte de su padre Basilio III, que lo dejó como heredero a los tres años. Su madre gobernó en calidad de regente hasta que cinco años más tarde fue asesinada a consecuencia de las intrigas entre las familias boyardas, ya que la aristocracia estaba intentando recuperar la influencia que había ido perdiendo con los dos monarcas anteriores.
A partir de 1642, el nuevo metropolitano Macario se encargó de la educación del joven príncipe, a quien persuadió de la importancia de su papel y de la importancia del porvenir de Rusia. Iván IV fue una personalidad fuera de lo común, genial y cruel, que haría del estado ruso, aislado en medio de los bosques y alejado de los mares, una gran potencia.
En 1547 fue coronado rey en Moscovia y fue el primero en adoptar el título de zar (variante de César). La primera parte de su gobierno se destacó por su talante moderado, gracias a la ayuda de la Rada, entre cuyos miembros se encontraban el sacerdote Silvestre, su preceptor Macario y el secretario Alexei Adashev y también bajo la influencia de su esposa Anastasia Romanov. Iván IV se dedicó a reorganizar el Estado, debilitado por las luchas entre los boyardos: reformó la justicia publicando un código de procedimiento civil y penal, reglamentó la disciplina eclesiástica y reorganizó el ejército por completo, mediante una modernización técnica de las armas de fuego, creando un cuerpo de ingenieros, atrayendo a los caballeros a su alrededor y ligando a los campesinos a la tierra para asegurarse cuadros para su ejército.
Una vez centralizado y organizado el Estado, Iván IV pudo saltar al exterior. Fue el artífice de la proyección rusa en todas direcciones: su política expansiva lo condujo a las conquistas de Kazán (1552) y Astracán (1554). Ocupó también el valle del Volga y se dispuso a extender el imperio hasta la región de los Urales y Siberia. Entre 1558 y 1581 se procuró un acceso al Báltico en Livonia. Contra los turcos tuvo menos éxito, ya que éstos lanzaron a los tártaros contra Moscú en 1571.
La prolongación del conflicto contra Lituania, Suecia, Polonia y Dinamarca por Livonia originó una profunda crisis económica que motivó la reacción de los boyardos y del clero. El autoritarismo del zar se fue acentuando cada vez con mayor fuerza, sobre todo después de la muerte de su esposa en 1560. Reprimió despiadadamente las rebeliones o conspiraciones de los boyardos. Creó la oprichnina, especie de policía política, que hizo reinar un verdadero terror. Las grandes familias fueron desarraigadas y sus bienes entregados a la pequeña nobleza de los oficiales del zar. Incluso atacó y devastó las ciudades libres de Novgorod y Pskov y, en 1581, llegó a asesinar a su primogénito. Dicen que la muerte de su heredero acentuó al límite su locura. Falleció tres años más tarde, en 1584.

Iván Grosny o Iván el Terrible nos habla sobre la vida de este soberano. El film abarca desde el momento de su coronación hasta la muerte de su primo Vladimir y está dividido en dos partes. Aparte de Eisenstein como director, contamos con la valiosa colaboración de Serguéi Sergueiévich Prokófiev para la música. Prokófiev fue un gran compositor y pianista ruso considerado uno de los principales maestros de la música del siglo XX.


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En el reparto contamos con el indudable trabajo realizado por Nicolai Cherkasov, en el papel principal y que ya había trabajado con Eisenstein en Alexander Nevsky. Ludmila Tselikovskaya interpretó a la zarina Anastasia Romanov; S. Birman interpretó a Efrosinia y M. Nazvanov al príncipe Andrei Kurbski, por citar a algunos otros grandes actores de la obra.
Destinada, al igual que Alexander Nevsky, a inculcar al pueblo ruso, amenazado por el imperialismo alemán, un sentimiento de orgullo patriótico, fuerza y confianza, Eisenstein inicia el guión en 1940 y al año siguiente ya tiene el boceto inicial. No obstante, tardará dos años más en realizar la investigación histórica y en el análisis del personaje para iniciar un proyecto que abarcaría tres épocas: Iván Grosny (el Terrible), La conjura de los boyardos y Las luchas de Iván.

1.- Iván Grosny (Iván, el Terrible, parte I).- La película fue rodada en Alma Ata de febrero de 1943 al verano de 1944 y se estrenó con un rotundo éxito en enero de 1945, llegando a ganar el Gran Premio Stalin.
Comienza en la catedral de la Asunción del Kremlin, donde el metropolitano Pimen va a coronar a Iván como zar de todas las Rusias. En esta secuencia, el ritmo de planificación, la música, la puesta en escena… adoptan el tempo del ritual sagrado: el metropolitano va a colocar la corona a Iván, otorgando un poder que dimana del Padre celestial. A partir de este momento, el filme se transforma en todo un despliegue de conspiraciones, masacres y traiciones que ya se ven venir durante el discurso de su coronación: hay que unir las tierras que son (y que fueron) rusas bajo un poder centralizado y fuerte, bajo su persona, pues la patria está mutilada, con los codos y las rodillas rotos. El discurso pone en su contra a la nobleza boyarda y a la Iglesia, que urden cómo derrocar al zar.
La primera intentona la encontramos ya en el banquete de bodas. Efrosinia, que encarna la oposición boyarda echa encima del zar recién casado a turba del pueblo, pero, inesperadamente, comienza la guerra contra el kanato de Kazán. Tras la victoria, Iván vuelve enfermo y aprovecha su enfermedad para poner a prueba las lealtades de sus próximos, descubriendo que no puede confiar en la nobleza, por lo que, cada vez más va confiando en hombres nuevos. En su lucha contra la nobleza, su amada esposa es envenenada e Iván se recluye en un monasterio a la espera de que el pueblo le pida que regrese.

2.- La conjura de los boyardos (Iván, el Terrible, parte II).- Eisesntein comenzó a rodar la segunda parte de su trilogía durante su estancia en Alma Ata y la terminó en Moscú durante 1945, aunque el montaje lo terminó en febrero de 1946. Terminado el montaje y mientras recogía el premio que le concedieron por la primera parte, le dijeron a Eisenstein que Stalin en persona estaba supervisando la segunda parte y le dio el primer infarto que minaría su salud en poco tiempo.
En La conjura de los boyardos, Eisenstein usa el color por vez primera en la escena del banquete y en la escena final, gracias a que los rusos acababan de confiscar una serie de rollos de película virgen Agfa de Alemania.
La narración comienza con la vuelta de Iván a Moscú, donde descubre que los boyardos siguen luchando contra él. Incluso el príncipe Kurbski, a quién él consideraba su amigo, se ha aliado al rey de Polonia. Desconfiado de todo el mundo, crea la oprichnina, con hombres nuevos, leal hasta el final, pero aún así, y sabiendo que incluso su propia tía pudo haber sido quien envenenó a su esposa, sigue queriendo confiar en la familia y los amigos, por lo que nombra al pope Felipe metropolitano. Pero ni su familia ni su amigo le son fieles y se desata la venganza. Da rienda suelta a la oprichnina y se cometen asesinatos de boyardos por doquier.


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En un último intento de la nobleza, liderada por Efrosinia, y del clero, liderado por el arzobispo Pimen, por hacerse con el poder, deciden acabar con el zar y poner en su lugar al hijo inepto de Efrosinia, Vladimir. Pero la conjura es descubierta y, en un acto de astucia por el zar, el que es asesinado por error es Vladimir. El filme acaba con la vuelta al escenario inicial de la primera parte, la catedral, pero en esta ocasión ya no hay ritual ni espacio sagrado, sino todo lo contrario. Esta parte de la película es la única en color, con un predominio de los tonos rojos como el fuego, haciendo referencia a toda la sangre derramada. La escena final la preside un Iván dominado por la locura, iluminado de rojo, mientras las espadas se alzan entre los atributos sagrados en una orgía de odio y sangre.
Esta segunda parte de la vida de Iván IV no tuvo una buena acogida por el régimen y proliferaron las críticas negativas en la prensa. Así se decía en la Publicación Arte Soviético: “La interpretación histórica de la película es falsa y la propia película es antihistórica. No consigue dar una imagen verídica de Iván como hombre de Estado progresista. No da ninguna imagen del pueblo o de Rusia en aquella época. La película no está dedicada a los esfuerzos desplegados por Iván para aumentar el poderío de Rusia, sino a las intrigas de los nobles y a los complots cortesanos. (…) Además, es evidente que la Historia es utilizada como pretexto para experimentos formalistas de montaje, del juego de contrastes entre el blanco y el negro. La segunda época de Iván, el Terrible ilustra a la perfección lo que conlleva a la ausencia de sentido de la responsabilidad, una actitud que desprecia lo esencial, un tratamiento frívolo y arbitrario de los temas históricos”.
Y así se escribió desde el Comité Central del Partido Comunista: “Eisenstein ha demostrado su ignorancia de los hechos históricos al hacer de la fuerza progresista de los oprichniki una banda de degenerados similar al Ku Klux Klan, y al hacer de Iván, que tenía mucha voluntad y carácter, un hombre débil e indeciso, un poco al estilo de Hamlet”.
Así pues, Eisenstein tuvo que hacer autocrítica y pidió a Cherkasov ayuda para corregir los errores de la segunda parte. Stalin les recibe en 1947 y le hace cortar las escenas incorrectas, lo que hizo que se pudieran integrar en la segunda parte escenas que correspondían a la tercera. Eisenstein se puso a trabajar en los cambios, pero su delicada salud se lo impidió. Murió en 1948 y su segunda parte de Iván, el Terrible se estrenó en 1958, tras la muerte de Stalin.

El protagonista de la trama es, a la vez, héroe y antihéroe. Es un personaje torturado: ha tenido una niñez difícil; se ha ido quedando solo, puesto que le han ido arrebatando una a una a la personas a las que amaba, o le han traicionado; lucha por el bien de su patria, pero nadie le entiende… Pero también es despiadado, cruel, voluble e influenciable. Cherkasov y Eisenstein nos muestran todos estos matices mediante una brillante interpretación, una magnífica puesta en escena y un asombroso montaje. Por algo Eisenstein es el creador del montaje en el cine y, en su última obra, se encuentra bien patente.


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Sus juegos con las sombras (que nos recuerdan intensamente al teatro de sombras chinescas) están llenos de simbolismo. A menudo se pasa de la imagen real a la sombra, donde se resaltan con mayor claridad los mensajes que Eisenstein nos quiere dar a conocer; pero no lo hace de forma explícita, sino a través de una serie de “salidas” del encuadre para dar paso a las sombras, que muestran con mayor nitidez la realidad. Cuando el zar planea sus conquistas, las figuras de Iván y el globo terráqueo se recortan en la pared haciendo que la escena se centre en las sombras y no en los personajes de carne y hueso. La sombra de Maliuta, que aparece antes que él mismo, también es muy significativa, así como lo es la del zar entre sus súbditos, mucho más grande y dándonos a entender que está por encima de todos. Y hay muchos ejemplos más, cada uno cargado de una fuerza y un significado concretos que nos guían en la interpretación eisensteiniana de la historia.


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Otro elemento a destacar es la gran cantidad de metáforas que encontramos a lo largo de toda la película y que nos ayudan en la comprensión de ésta. Maliuta, el ojo del zar, muestra a menudo uno o los dos ojos, observando a todos contra posibles conjuras. En una escena cargada de simbolismo, como es durante la aparente muerte de Iván, hay un juego de planos en los que, simplemente abriendo el encuadre, van apareciendo sucesivamente Anastasia, Kurbski, Efrosinia y Vladimir, cada uno con un significado distinto; sin que haya una sola palabra, se nos dice todo. En primer lugar, aparece Anastasia, sola y en peligro tras la muerte del zar; le sigue Kurbski, que la desea y es su única vía de escapar de ese peligro; seguidamente aparece Efrosinia, que tienta a Kurbski con la mano de Anastasia para conseguir el apoyo de éste para su hijo. Aquí se produce un interruptus: Anastasia o Efrosinia enfrentan sus miradas y en medio, en una inquietante metáfora de la duda, Kurbski, que no sabe qué decisión tomar ¿Apoya, como debe, al hijo de Iván, como quiere Anastasia, o se decanta por el candidato de Efrosinia y consigue poder y a la mujer deseada. Por último, y en un lugar menos importante, aparece el pretendido candidato al trono, Vladimir, que, en realidad es un juguete en manos de su madre.
No hay nada en el aire en Iván, el Terrible, todo está calculado al milímetro. Se nota que Eisenstein acaba de dar el salto al cine sonoro y también que está muy influenciado por el teatro kabuki japonés: Todo es muy efectista, los actores sobreactúan, sus gestos, las miradas, los planos, las sombras…todo hace que apenas se necesite el apoyo del diálogo para comprender cada una de las escenas. No obstante, el diálogo enfatiza aún más el sentido de cada toma, de cada sombra, de cada mirada. Como dijo Cherkasov, Eisenstein no dejaba nada sin hilar, y el resultado es un todo grandioso, como corresponde a una epopeya; un tanto artificial, sí, pero sublime

De la visión que tenía Eisenstein de Iván, el Terrible, ya hemos visto que hubo duras críticas, pues se escapaba de la versión oficial del tema dando su propia interpretación. Eisenstein veía al zar Iván IV como un personaje ambiguo: amaba a los suyos y defendía su sangre, era inteligente y un gran reformador; pero también era irascible, cruel, sanguinario y, sobre todo, egocéntrico, pues se consideraba salvador y protector del pueblo ruso y la piedra angular de la misma Rusia. Todo lo que estuviera en su contra, estaba en contra de la patria. Todo gira a su alrededor.
Esa fue, pues, la imagen que el director plasmó en su obra, en especial, en la segunda parte, donde Iván, el Terrible, influenciado por sus consejeros, ve conjuras por todos lados hasta que, rozando la paranoia, se desata el caos: la sangre brota de los cuellos de sus enemigos, todos han de huir de la ira del soberano y, el que atenta contra su vida, acaba muriendo bajo la mano que alza contra el zar, como pasa con Vladimir, aspirante al trono y coronado antes de morir por la daga destinada a Iván, en una pantomima ideada por el soberano, que es más inteligente (y más cruel).
Aunque el gobierno ruso, con Stalin a la cabeza, negaba que la historia del primer zar fuera como Eisenstein la veía, no hay que negar que, vista su biografía, el cineasta tuvo una visión histórica bastante acertada No en vano tardó dos años en documentarse históricamente para realizar el film. Pero no debemos olvidar que se trata de una recreación histórica, no la Historia en sí misma. Incluso la Historia se interpreta de cientos de formas y hay que mantener una actitud crítica ante cualquier interpretación, que, en esta ocasión, es bastante acertada en general, al igual que la puesta en escena. Yo me quedo con las dos, puesta en escena e interpretación.

Para saber más:
- GONZÁLEZ REQUENA Jesús, S. M. Eisenstein, Editorial Cátedra, Madrid, 1992.
- JEANNE René y FORD Charles, Historia ilustrada del cine. Tomo I. El cine mudo (1895-1930), Alianza, Madrid, 1981.
- La película: Iván, el Terrible. Parte I y Parte II. Ediciones JRB.

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ISSN 1988-8848