LUTERO (E. Till, 2003)
Luther (E. Till, 2003)
Dr. Manuel Quesada Martínez
Historiador
Granada
Resumen. La obra de Eric Hill narra los años cruciales de la vida de Martín Lutero. El film arranca con la mítica tormenta de 1505 y su consiguiente ingreso en la orden de San Agustín donde encontró superiores comprensivos con su angustia existencial. La defensa de la causa reformada de su orden le permitió viajar a Roma y conocer la corrupción que imperaba en los más dispares ámbitos de la vida en la Ciudad Eterna. Sus años de magisterio en Wittemberg, la venta de indulgencias para sufragar la construcción de la nueva basílica de San Pedro en Roma, la redacción de las noventa y cinco tesis, los intereses de los príncipes alemanes que vieron la posibilidad de obtener ventajas políticas de las nuevas ideas, los desórdenes protagonizados por caballeros y campesinos que cuestionaban el orden feudal y la consiguiente represión, así como aspectos de la vida personal e intelectual de Lutero constituyen el grueso de la película. En definitiva, ni el uso de las arma, ni las consiguientes victorias católicas en el campo de batalla, pudieron impedir el triunfo y la expansión de las ideas de Lutero.
Palabras clave. Martín Lutero, Indulgencias, Papa Julio II, Papa León X, Wittemberg, Reforma, Federico III de Sajonia, Felipe Melanchthon, Dieta de Worms, Dieta de Augsburgo.
Abstract. This film by Eric Hill examines the crucial years of Martin Luther’s life. Action begins with the 1505’s divine revelation storm and Luther´s consequential admission into the Order of St. Augustine where he finds superiors able to understand his existential distresses. His Order defence of the Reformation Cause allowed him to travel to Rome where he found out about the corruption existing in different social groups of the Eternal City. After those revealing years, the main biographical aspects discussed in the film are his years of teaching in Wittemberg, selling indulgences to pay for the construction of the new basilica of St. Peter in Rome; The 95 Theses writing period; the German princes struggle to get political advantages from Luthers new ideas; the violence and uprising headed by knights, the peasants questioning of the feudal order and the consequent repression. All of these aspects are mixed with portraits of his personal and intellectual life. One of the main statements coming out of this film is that neither the use of weapons nor the following catholic victories on the battlefield could prevent the triumph and the expansion of Lutheran ideas.
Key words. Martin Luther, Indulgences, Julius II, Leo X, Wittemberg, Reformation, Frederick III of Saxony, Philipp Melanchthon, Diet of Worms, Diet of Augsburg.
La superproducción alemana dirigida en 2003 por Eric Till, y rodada en hermosas localizaciones de Alemania, República Checa e Italia, despierta numerosos motivos de interés, desde el punto de vista cinematográfico (puesta en escena y ambientación, interpretación y banda sonora) y desde la óptica histórica por mostrarnos los años cruciales de la vida de Martín Lutero, el cual desencadenó un movimiento que sin llegar a las conclusiones exacerbadas y ahistóricas de tantos postweberianos es indudable que ocasionó divisiones profundas, y no sólo religiosas, al principio en Europa y con el paso de los siglos en determinadas áreas del mundo.
Hacer una película sobre la Reforma, el problema más característico del siglo XVI y no el menos trascendental, puede resultar una tarea harto imposible: demasiados primeros actores, demasiada teología para un espectador medio, excesivos escenarios. Realizar una película sobre Lutero es otra cosa. La vida del hijo del explotador de minas que, criado en un ambiente familiar espartano y agrio y con un futuro extraordinariamente prometedor, lo abandona todo para ingresar en un convento, y que desde su cargo académico en la Universidad de Wittenberg inició una revolución, tiene mayor interés: una personalidad poderosa, que llega a heroica por momentos, episodios sobrenaturales, lances de acción …
No obstante, lo principal en Lutero es su teología, su sencilla y a la par complicada teología de la Cruz. Todo lo demás se justifica en virtud de ésta y, por consiguiente, todo debería resultar difícil para el cine. Sin embargo, la atmósfera de la época en que vive Martín Lutero resulta al espectador lo bastante interesante desde el punto de vista visual.
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La elección de Joseph Fiennes nos parece acertada por su buena interpretación, aunque guarde un escaso parecido físico con el monje alemán si tenemos en cuenta los retratos de Lucas Cranach y Hans Holbein el Joven y las descripciones que nos han llegado del corpulento clérigo. El carácter tumultuoso y apasionado, sus escrúpulos, su agilidad verbal, su mal genio y el tono mordaz y ocasionalmente procaz de sus diatribas aparecen en la película, pero mitigados, de tal forma que da la sensación de que hay más equilibrio en la vida de Lutero del que hubo.
Retrato de Lutero, Hans Holbein, 1529
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La película arranca en 1505 con la pavorosa tormenta durante la cual Martín, temiendo por su vida, hace la promesa de entregarse a Dios si se salva. Se trata de un magnífico recurso poético, pues no existe constancia histórica de este acontecimiento ni Lutero lo menciona en sus Charlas de sobremesa aunque las biografías hagan referencia a él, para mostrarnos como una persona profundamente religiosa opta por lo más corriente en la época: el camino mejor asegurado para la salvación eterna a través de su ingreso en una orden religiosa, como la de los agustinos, bien representada en Sajonia, ordenándose sacerdote en Erfurt en 1507. Las secuencias de la consagración y del encuentro con el padre son muy significativas. La primera por la espiritualidad y trascendencia que rezuma conseguidas gracias al barrido que se hace de las vidrieras y la solemnidad del momento de la consagración; y la segunda por las palabras tan duras que le dirige el padre: Un rayo te quema el culo y tú le llamas Dios, di mejor el diablo que ponen de manifiesto el descontento paterno por dejar a un lado su prometedora carrera para encerrarse en un convento.
En los agustinos encontró, como cualquier fraile con su sensibilidad y coherencia con sus compromisos, superiores comprensivos con sus inquietudes, fervores y desalientos. La creencia religiosa de Lutero partía de que Dios era un juez severo y no un padre bondadoso y misericordioso. Empleaba gran parte de su tiempo en duros actos de penitencia así como en constantes y completas confesiones de sus pecados. En definitiva, se trata de un hombre extremadamente preocupado por su salvación, angustia existencial que sintieron otros muchos pensadores desde san Agustín hasta Kierkegaard. Lutero vive angustiado porque quiere salvarse pero no sabe cómo. La angustia en la época era consustancial al ser humano mismo; rodeado de epidemias, hambre, guerras, injusticias y arbitrariedades de todo tipo, los hombres y mujeres conviven con la muerte, algo mucho más cercano y habitual para ellos que para nosotros. La forma de mitigarla era echarse en manos de la Iglesia. La Iglesia era la garantía de salvación. La figura de Von Staupitz, encarnado por Bruno Ganz, su director espiritual es capital puesto que ante las palabras de Lutero: Me aterra ser juzgado él le responde: Crees que odiarte te va a salvar; … únete a Cristo y dile: ¡soy tuyo, Dios sálvame!; al mismo tiempo que le anima a no ver sólo lo negativo y a reparar en lo positivo de una Iglesia necesitada de purificación.
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Su convento de Erfurt estaba enrolado en la rama de los observantes, y la defensa de la causa reformada le encargó su superior cuando lo envió a Roma a finales de 1510. La leyenda posterior ha mitificado este episodio. En la Ciudad Eterna, el fraile agustino, que fracasó en la misión encomendada, hizo lo que todo el mundo hacía: ganar y ganar indulgencias en todas las formas consabidas. Incluso, con el paso del tiempo se nos describe como la nueva Babilonia, donde los frailes regateaban a las prostitutas, imágenes de santos capaces de sanar cualquier enfermedad, los sacerdotes se valían de mil triquiñuelas para sacarle dinero a los fieles a través de la exhibición de reliquias, la venta de indulgencias para sacar a los difuntos del purgatorio y con los beneficios pagar las guerras y los gastos vaticanos, el papa Julio II montado a caballo con su armadura dorada, un sucesor de Pedro más preocupado por sus posesiones temporales que por el cuidado de las almas de su rebaño. La ciudad encarnaba, sin duda, la más absoluta corrupción. Aunque sus impresiones pudieron ser éstas, quizás un tanto exageradas en la película pues llega a afirmar Roma es un circo, una cloaca, no eran muy distintas a las que podría tener cualquier peregrino que visitase la Ciudad Santa. De todas formas, esta podredumbre se encuentra en cualquier lugar de Europa, incluso en la propia Sajonia natal de Lutero.
A la vuelta, se le envía a Wittenberg, ciudad de unos dos mil habitantes, para que complete su formación y predique, y en cuya Universidad será profesor, convirtiéndose en morada definitiva desde 1512. El film nos muestra el encuentro con Hana, la mendiga, y con Otto, el albañil cuyo hijo se suicida, tampoco de estas historias las fuentes nos aportan datos, pero qué duda cabe que ofrecen la posibilidad de engrandecer la figura de Lutero. Mucho más decisiva que el mencionado viaje resulta su estancia en esta Universidad a la que llega con su bagaje nominalista y su fondo agustiniano. Su primer empeño fue el de reformar la teología a través de su enseñanza. Rechaza de manera frontal el nominalismo, el racionalismo, y ofrece, por el contrario, la alternativa eucarística. Está especialmente familiarizado con la Biblia, que conocía y citaba de memoria. La formación y el agustinismo le hicieron conectar con San Pablo. En esta nueva oferta la mística alemana tuvo gran importancia. De este modo, con métodos tradicionales (exégesis medieval) pero con estilo nuevo y un calor insólito, aplica la Biblia a Cristo y a las situaciones existenciales del momento. Es así, tal y como aparece reflejado en la película, cómo se gana a los estudiantes y al cuadro de profesores de su facultad para el agustinismo.
En los semestres entre 1513 y 1517 fue explicando los Salmos, las cartas paulinas preferidas, Gálatas y Romanos, y por la carta a los Hebreos andaba cuando tuvo lugar el conflicto de las indulgencias. En estas exposiciones encontramos posturas que más tarde serán los soportes teológicos de su actitud reformadora: críticas a la Iglesia-institución, invectivas contra determinadas formas de piedad, ataques destemplados contra la escolástica, se anuncia el principio de la justificación, es decir, el señorío indiscutible de la Sagrada Escritura y la visión profundamente negativa de las capacidades humanas junto con la teología de la cruz.
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Por entonces se produce el asunto de las indulgencias. El nuevo papa León X necesita dinero para hacer frente a los turcos, a los franceses, la modernización de Roma y, especialmente, para la nueva basílica de san Pedro, que ha de ser el símbolo de la Iglesia restaurada, y aprovecha la ocasión para vender a Alberto de Maguncia, acumulador de oficios y beneficios, el Arzobispado de Menz. Alberto lo adquiere con un préstamo de los Fugger a ocho años, y encarga al dominico Juan Tetzel, interpretado por Alfred Molina, inquisidor de Polonia y Sajonia, extraordinario vendedor de indulgencias y experto en reliquias, aquella predicación especial. Cuando el ejército de comisarios, subcomisarios, predicadores, recaudadores, fuerzas de seguridad, andaba por los confines de Sajonia, en competencia con la riqueza indulgencial que acumulaba el duque elector en su iglesia del castillo de Wittemberg, el profesor de la Universidad lanzó sus Noventa y cinco tesis, precisamente en la víspera de Todos los Santos, día destinado por Federico el Sabio, encarnado por Peter Ustinov, para venerar su afamado tesoro de reliquias con millones de días de indulgencias y, por consiguiente, con la recaudación asegurada de grandes cantidades de dinero para las arcas del príncipe elector. La protesta de Lutero tenía un carácter teológico, fundamentalmente. Este documento no es algo nuevo, con anterioridad universidades como la de París habían condenado determinadas exageraciones. Tampoco fue el predicador de esta concesión pontificia más exacerbado que otros congéneres en el anuncio a voces de estas ocasiones de gracia. A pesar de lo repulsivo que nos pueda resultar en la película el personaje de Tetzel. Las tesis no niegan, bien miradas, la realidad de la indulgencia. El revuelo se levantó porque el ataque se centra en la idea profunda y exigente de la penitencia contra tantas seguridades prometidas, contra la invasión por parte de Roma de jurisdicciones que sólo a Dios estaban reservadas. Pero en esta ocasión se había tocado el poder de Roma y engranajes financieros de aquella operación, que por las motivaciones se podía calificar de escandalosa.
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Se trata de un conflicto muy localizado, una de tantas disputas teológicas. El acto de colgar el desafío en la puerta de la iglesia nunca es aludido por Lutero en sus Charlas de sobremesa y no es seguro que tuviese lugar, aunque más tarde haya sido convertido en símbolo del nacimiento de la Reforma. Pero allí estaba el instrumento revolucionario por multiplicador de la imprenta, descubierta, precisamente, en lares alemanes sesenta años antes, que se abalanzó sobre este producto una vez que los pastores, a los que respetuosamente se dirigió Lutero, no contestaron. Amigos discretos e indiscretos consiguieron que al mes corriesen en latín y en alemán por todo el país, dando fama al hasta entonces oscuro profesor de aquella segundona universidad. La película refleja correctamente la difusión, hasta entonces inaudita, que la imprenta consiguió no sólo de las tesis sino también de los posteriores escritos de Lutero. No en vano el agustino la llama regalo divino, el más grande don de Dios, consciente, sin duda, de su utilidad, sin la cual la Reforma hubiese sido absolutamente imposible.
Los dominicos sajones le condenaron como hereje; los agustinos (y tantos asistentes como confluyeron en aquel acto público del capítulo de Heidelberg) le aplaudieron en la controversia de 1518. No se puede eludir en todo el proceso de Lutero el enfrentamiento entre órdenes, de escuelas teológicas, de violencias dialécticas. No se le dejó, y lo mismo sucedería después, otra opción que retractarse. Ante su persistencia en la certidumbre por los méritos de Cristo y la eliminación de otra cualquier mediación llevaron al clarividente Cayetano, interpretado por Mathieu Carrière, a deducir que suponía la creación de otra Iglesia.
El fracaso de la entrevista, agudizó el duelo entre el fraile agustino y Roma, puesto que no estaba dispuesto a retractarse sin pruebas. Hasta que en la solemne disputa de Leipzig de 1519, acorralado por la dialéctica extraordinaria de Eck, no tuvo más remedio que confesar la falibilidad de los concilios y que la Sagrada Escritura era la única fuente de revelación y autoridad.
Roma actuó con sus armas y así aduló al príncipe Federico de Sajonia con candidaturas imperiales, con la oferta de distinciones pontificias (rosa de oro, se le entregaba cada año a un solo príncipe por la lealtad y devoción a la Sagrada Iglesia de Cristo), envió mediadores fanfarrones como Miltiz, logró que las universidades de Lovaina y Colonia lo condenasen, y con la bula Exurge Domine de 15 de junio de 1520 se le condena como hereje. Roma no calculó bien las fuerzas. El nuncio Alejandro fue el encargado de la publicación de la bula condenatoria en los Países Bajos y en el Rhin y pudo comprobar la resistencia a la quema de los escritos de Lutero, llegando a quemarse obras de la escolástica. En la otra Alemania, más cercana a Martín Lutero, Eck halló mayores resistencias, en el caso de Wittenberg, convocados por Melanchthon, los asistentes llegaron a quemar Decretales, Clementinas, Decretos, teología escolástica y, posiblemente, la bula condenatoria. Todo esto en respuesta a las otras quemas. Lutero y lo que representaba habían ganado a la opinión pública alemana, tanto al pueblo como a los cultos. La bula excomulgatoria definitiva Decet Romanum Pontificem de 3 de enero de 1521 tuvo unos efectos tan limitados como la anterior.
Los escritos de 1520 Sobre el papado de Roma donde mantiene que el Papa no tiene ninguna autoridad divina y está sometido como todos los fieles a la palabra; Manifiesto a la nobleza cristiana de la nación alemana (escrito en alemán, con el que se ganó a las clases dirigentes y en el que defiende el sacerdocio universal, que las escrituras son inteligibles para todos los creyentes así como el derecho de todo fiel a apelar al concilio) y La cautividad babilónica de la Iglesia (en latín, en la que critica los sacramentos y acepta el bautismo y la comunión por estar explicitados en las Escrituras). Lutero no estaba solo, el lo atribuía todo a Dios, que le había cogido de la brida como a un corcel. Contaba con un movimiento simpatizante comprometido con sus reivindicaciones, quejas y proyectos. Con La libertad del cristiano se agitaron las esperanzas de los más oprimidos. Contaba con seguridades políticas, las fuerzas del espacio alemán le respaldaban, incluso que el joven emperador Carlos negociaba su caso con los príncipes.
Así llegamos a la Dieta de Worms (1521) presidida por el mismísimo Emperador, cuyo tratamiento en la película deja que desear, a la que el reformador acudía a defenderse protegido por un salvoconducto imperial. Este acontecimiento significó la ocasión de defender la libertad de conciencia, y el hecho de ser escuchado suponía la imposición del poder imperial sobre el romano, que se resistió siempre a que la Dieta hiciera otra cosa que consumar el edicto de proscripción de fray Martín. En esta secuencia de la película nos muestra un Lutero angustiado, como en un episodio de tragedia griega, el héroe en la encrucijada, solo en su decisión, consciente de lo que ocurrirá tras su negativa. A pesar de haber utilizado en su defensa citas de las Sagradas Escrituras y de haber dicho que si se probaban sus errores basándose en las Sagradas Escrituras y la razón pura, él mismo arrojaría sus libros al fuego, resultó condenado por el poder civil, que ordenó la quema de sus escritos. Pero, cuando las cosas se fueron enrareciendo se le permitió abandonar la ciudad. En el viaje de retorno, hubo muchas connivencias en el secuestro simulado de Lutero, quien pudo vivir confinado en Sajonia bajo la protección de Federico el Sabio, sin ser acosado por el Emperador. Carlos no tenía tan fácil como en España aplicar su programa religioso en aquellas latitudes; en Alemania fue necesario utilizar la negociación y el diálogo, por lo menos al principio, hasta que los acontecimientos condujeron al enfrentamiento bélico.
Los meses que duró su secuestro en el castillo de Wartburg fueron muy interesantes, no por el mal humor del encierro, por las inquietudes personales, por las desviaciones que percibió y no toleró entre sus adictos, sino porque el tiempo libre le empujó a completar su programa reformador escribiendo sin pausa, cartas, libros, escritos virulentos, concluyó el Comentario al Magnificat, y fundamentalmente allí preparó y culminó la traducción al alemán del Nuevo Testamento, poniendo al alcance de todos la Palabra de Dios contando con el inestimable apoyo del humanista Melantchon, porque los conocimientos de Lutero del griego eran muy limitados. La traducción a las lenguas vernáculas de las Escrituras era una de las cosas que más temía Roma, por eso Federico de Sajonia dice en su encuentro con Lutero (aspecto éste del que no existe constancia histórica): esto nos va a separar de Roma para siempre. En 1521, redactó el tratado sobre los votos monásticos con el que borra la diferencia entre el estado religioso y el laical.
La ausencia forzosa de Lutero del escenario reformador dio a otros la oportunidad de materializar el movimiento desencadenado. Los acontecimientos que se produjeron entre 1521 y 1525 revelan el choque entre las ideas reformadoras ancladas en estructuras sociales y políticas viejas y la necesidad de que el Evangelio penetrase en esas estructuras. Los desórdenes de Wittenberg, los de los caballeros y campesinos y el anabaptismo se inscriben en ese contexto.
Lo acontecido en Wittenberg tiene una fuerte implicación social y política ligada a los cambios litúrgicos y doctrinales. Profesores de la Universidad, gentes burguesas y populares, y frailes agustinos que habían abandonado masivamente la orden implantaron unos principios como: celebración de la misa alemana, en lengua vulgar y con las dos especies por comunión; celebraciones de boda por sacerdotes, entre ellos Andreas Rudolf de Bodenstein, más conocido como Karlstadt por el lugar de su nacimiento, violencias iconoclastas, ordenación nueva de la ciudad; fueron medidas que se impusieron desde abajo con rapidez pese a la prudente advertencia del príncipe.
La agitación fue la causa de que Lutero dejase definitivamente el encierro de Wartburg, y en una semana de ardientes sermones, apagase un incendio de exaltaciones efímeras.
Ni menos trascendente ni significativa fue la llamada guerra de los caballeros. La transición del feudalismo al capitalismo, las subidas de precios, la fosilización de las rentas de la nobleza media, repercutieron de manera directa en la baja nobleza alemana. Al descontento hay que unir los espejismos creados por el Manifiesto a los nobles cristianos de Alemania, dirigido por Lutero no a ellos sino a la nobleza territorial y a las oligarquías urbanas. Incorporaron a su programa el antirromanismo, el protagonismo germánico, el anticlericalismo con todas las promesas implícitas de secularización de los bienes eclesiásticos. La agitación del humanista Hutten se completó con la capacidad militar de Franz von Sckingen, embarcándose en la guerra contra el arzobispo de Tréveris; tras las primeras victorias, el fracaso definitivo ante los muros de la ciudad puso de manifiesto lo anacrónico de la empresa. La consiguiente destrucción de castillos es el símbolo del fracaso de esta media nobleza, desprovista de función social y política, sin capacidades económicas ni resortes materiales adecuados.
Lutero permaneció indiferente ante la derrota de viejos aliados, portavoces de sus ideas y popularizadores de su promesa. Pero no pudo mantener la misma actitud con la guerra de los campesinos. Buena parte del Imperio se ve sacudida por movimientos violentos de campesinos, mineros, artesanos que atacaron las ciudades pequeñas, abadías, castillos, todo lo que representaba represión y esperanza de reparto. A pesar de la magnitud de las movilizaciones campesinas Lutero contestó con Exhortación a la paz y su terrible libelo Contra las hordas ladronas asesinas; ambos escritos ponen de manifiesto la identificación de fray Martín con el orden y las estructuras sociales establecidas, así como su hostilidad radical a que el Evangelio y la libertad del cristiano se tradujesen en términos sociales y fuera del ámbito de las relaciones del hombre con Dios. En estos panfletos mostró su apoyo incondicional a los príncipes en los que veía la expresión legítima de la autoridad temporal, designio de la voluntad divina. La represión no pudo ser más feroz contra quienes, al calor del Evangelio, habían tenido la osadía de cuestionar el orden feudal y todas las estructuras. Se habló de más de cien mil muertos.
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El año 1525 fue el más crítico no sólo por el escándalo que supuso, incluso entre algunos de sus allegados, el que se casase con la monja Catalina von Bora (aspecto este al que se dedica una notable atención en la película), sino por la ruptura con Erasmo y los humanistas simpatizantes en principio (a la que en la película no se hacen referencias); y porque la evidencia de la dispersión le forzó a convertir en iglesia estas actitudes evangélicas. En este último aspecto, fue definitiva la participación de la Universidad de Wittenberg y de su amigo Felipe Melanchthon.
El papa León X deja a su muerte una Iglesia arruinada económicamente, más de 800.000 ducados de deuda (ni siquiera había cera para su velatorio), pero lo que es más importante deja abierto el cisma en la Iglesia que nadie podrá cerrar. Por ello no nos extrañan las palabras de enano espiritual que le dedica el cardenal Cayetano.
La producción concluye con el último intento para cerrar de manera dialogada el cisma, la convocatoria de los príncipes a la ciudad de Ausburgo (1530) para que acepten que sólo hay una Iglesia, según los deseos del enviado del Vaticano Alejandro. Pero los príncipes alemanes, civiles y religiosos que habían abrazado las ideas de Lutero, no estaban dispuestos a aceptar las exigencias de Roma (que sus clérigos dejasen de predicar, prohibir la Biblia en alemán, etc.), todo lo contrario, se adelantan y dicen, dirigiéndose al Emperador: antes de impedir que alguien me quite la palabra de Dios me arrodillaré y dejaré que me decapite, a la vez que presentan una confesión de fe que piensan que su Majestad considerará intachable. Uno de los momentos cumbres de la película, por la puesta en escena y porque finalmente el pulso lo ha ganado la Alemania Reformada. A partir de aquí, incluso con el uso de las armas y las victorias en el campo de batalla, nadie podrá impedir el triunfo y la expansión de las ideas de Lutero.
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ISSN 1988-8848 |